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Fíjese usted señor: con sagrada disciplina estuve estudiando cada uno de sus pasos durante a lo menos una semana. Muchas veces lo esperé dando la espalda al ascensor del edificio, metido entre la gente que a esa hora llegaba a las oficinas. Otras tantas me aposté en la peatonal que daba a la entrada del ovalado pórtico, marcando con minuciosidad sus horarios de entrada y salida a los tribunales ubicados a tan solo tres cuadras de su despacho. Siempre tuve la certeza de que se trataba de un pez gordo, muchas veces lo vi en televisión. Acostumbraba asumir el patrocinio en causas que provocaban una enorme conmoción pública. Por ello su estudio había adquirido una notable fama.

Yo, un ladrón fino criado en el paseo Ahumada y hasta lanza internacional en la plaza San Pedro del Vaticano; sabía muy bien que su billetera debía ser un verdadero cofre con tesoros. Cheques que podría licuar, tarjetas de crédito para clonar, reloj, mancuernas y pluma de oro, y con suerte las llaves de la 4x4. En pocas palabras; un muy buen trabajito.

Imagínese, que por todo lo que le he dicho hasta ahora; jamás pensé que esto podía llegar a ocurrirme. El asunto es que, si usted se fija, esto me ha dejado sin posibilidades de trabajar, la pensión de invalidez apenas me alcanza para sobrevivir, y eso que menos mal que me obsequiaron la prótesis en la Teletón, sino todavía estaría dando pena en la calle.

¿Qué que fue lo que me pasó?

Mire cuando ese día el abogado enfiló por el pasillo en instantes en que ya casi no había gente en el edificio, yo lo seguí como como una sombra hasta quedar ubicado a unos metros de él. Llevaba puesta su impecable chaqueta, en una de sus enormes manos llevaba agarrado el maletín. Para que usted sepa yo fui famoso por mis dotes de lanza, casi nunca fallé, por eso cuando esto me ocurrió no lo podía creer.

El asunto es que cuando lo tuve a tiro de cañón, como gato fino, metí mi mano en su saco, y tan pronto pude, salí corriendo por las escaleras del edificio. Él se percató y alcanzó a tomar con marcado nerviosismo mi mano, mientras la tuve metida por breve instante en el bolsillo donde llevaba su billetera; sin embargo me zafé. Corrí y corrí con desesperación mientras bajaba las escaleras. Algo raro sentí en mi mano, no obstante ello me concentré en huir del lugar, mi único propósito era quedar a salvo de eventuales riesgos.

¿Que en qué momento vine a darme cuenta de esto?. Eso fue apenas salté a la escalinata del microbús e inútilmente intenté sacar las monedas de mis jeans. No podía, ya ve usted. ¿Y cómo se iba a poder si a mi mano le faltaban todos los dedos?. ¡Ni billetera, ni nada, esto fue lo único que me dejó el maldito abogado ese, tras agarrar mi mano; el puro muñón sin dedos!.

Texto agregado el 24-09-2003, y leído por 682 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
10-10-2003 jajajajajaja. Muy chistoso! que tipo tan bruto!. Lo peor es que hay miles así, y se hacen las víctimas!... Muy bien escrito Cao, excelente trato del tema y muy preciso! blanquita
26-09-2003 jajajja, e para hacer reir cao. Me recuerda, cuando algien le dice, a que se parece un licenciado a un canguro y responde a que los dos parecen tremendas ratotas. muy bien cao un abrazo sendero
25-09-2003 Estupendo relato, atrapante y delicioso. La moraleja de El Tigre esta a su altura amigo Cao. Un abrazo, FALCON
25-09-2003 jajajajaja, muy bueno y divertido. eres muy ingenioso,te felicito. LaPatineta
24-09-2003 A confesión de parte...relevo de pruebas! Me gustó ese irse por el costadillo de la ética, que daría la sensación que hoy por hoy, ya ni siquiera es mutable, como lo fue siempre, ha pasado a ser una palabra de museo. Estupendo el abordaje desde la ironía. Cuando Ud. mete el bisturí en la crítica social, su inteligencia provoca la agudeza del lector en un desafio que es la "yapa" al placer de leerle. Gracias por compartirlo. hache
24-09-2003 Jajaja, sabía que no ´tenía que fiarme de esos abogaduchos que les das la mano y se toman... Ingeniosillo tu cuento. Besos burbuja
24-09-2003 Menos mal que no asomó la nariz... ;-) Divertido cuento y con irónica moraleja, cao, dar la mano es un acto de generosidad, así que la avaricia ha de ser lo contrario: tomarla... Felicidadeees! ;-) moebiux
24-09-2003 Ja,ja,ja, perversos, si los abogados somos buenísimos, dicen que cuando caemos al mar...no nos comen los tiburones por ética profesional, ja,ja,ja. Muy buen cuento, con muchísima picardía y bien elaborado. Saludos Cao. meci
24-09-2003 Ay Cao sos tremendo! Aunque he conocido un par de abogados que bien se merecen este texto y mucho más. La idea que dejás flotando es bárbara, el que se anima a tocarlos siempre sale perdiendo. Ja! Impresionante. Un beso. MCavalieri
24-09-2003 MORALEJA: Siempre que le des la mano a un Abogado, cuéntate los dedos. ElTigre
 
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