Me pregunto que esconde su mirada...

La observo. Detenidamente. Como si el tiempo se consumiera mientras mis ojos la recorren.
Me intrigo. Pues no hay nada más sospechoso que ella. Su caminar, su sonrisa... esa extraña felicidad, que se vuelve amargura cuando quitas tus ojos de ella.
¿Qué ocultas mujer, a qué le temes?

Callo y observo.

Alguien se le acerca.
Cada momento es más particular y siniestro, cargados de una lunática energía que se desborda de su boca, sin persuadir a su presa, la consume en un místico instante y sin mayor esfuerzo, pues la mentira es su vestido e hipocresía su semblante.

¿Qué es lo que hay en tí mujer, que no dejas vivir a los hombres que te encuentran?, ¿Qué esconden tus ojos que encandilan hasta el ciego más noble y abandonan en cautela a tu alma?
Me desespera mirarte y quitar mi visión de tu figura no puedo. Embobado me tienes mujer, pendiente de tus actos, de los que me he vuelto adicto, de los que hoy son mi alimento, pues queriendo encontrar tu misterio he caído como tu presa, capturado por tus vulgares instintos.