| Disecaban sus propias vidas,metidos hasta el cuello
 entre el nitrato
 (¡oro blanco, señores!)
 y el sol recalcitrante.
 
 Niños hechos hombres
 en menos de una puesta de sol;
 hombres hechos viejos
 de pronto y sin aviso.
 Tenías apenas 17 y ya la columna
 no estaba para juegos.
 
 Pobres, pobres.
 Llevando sustento
 a hogares milimétricos,
 o simplemente, pasando el día
 en las camas calientes;
 cansados, muertos de agobio,
 aterrorizados
 con esa vida que no es vida.
 
 Morían... sus esposas,
 hijos y amigos
 eran los que lloraban.
 ¿Qué le importa al patrón?
 ¿Uno menos?
 ¡Una boca menos que alimentar!
 Morían sin exequi,
 llegaban hasta ahí sus nombres;
 sin recuerdo, olvido.
 
 Pampinos,
 hijos de aquel paraje
 uniforme y monocromático.
 Rincones sin sonidos,
 desierto seco y triste.
 ¡castigos!
 ¿El obrero es el culpable
 de que la tierra no de más?
 No es justicia,
 es vida arrebatada
 por una oficina y un despiadado patrón.
 
 Pampinos, yo los veo,
 todos ahora vemos sus silencios,
 escuchamos sus quejidos;
 sus almohadas velaban sus secretos,
 ¡sueños!
 
 El recuerdo es lo que perdura,
 somos nosotros ahora
 los que juzgamos
 si ese bendito mineral
 era tan divino como
 para estrangular vuestros destinos.
 
 El alma doliente de la historia
 que es nuestra
 está manchada con vuestra sangre;
 no hay olvido para ustedes
 ni para las injusticias
 que les quemaban el lomo.
 Todos escuchamos
 su ráfaga de justicia.
 
 ¡Nos llena su su valentía!
 Entendemos,
 parte de todos los corazones,
 que es ese coraje el necesario,
 en 1907, en 1973 y ahora,
 para ir en contra
 de abusos y muertes,
 contra el patrón abusador
 o el dictador sin pena.
 
 La historia los cobija,
 hermanos y compatriotas
 fenecidos en la pampa del tamarugal
 y en el Iquique que pensaba ser su refugio,
 que es esa la gente de este pueblo,
 sin miedo y con voluntad.
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