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La vida de Patricio Ilustre Barreto Campos – los padres eran muy patriotas pero habían discutido tanto el nombre de cual de los próceres ponerle al querubín, que al final optaron por esa fórmula de transacción – decíamos que la vida de Patricio Ilustre ya había sobrellevado mas de cuarenta almanaques.

Patricio no era una persona deprimida o triste, en realidad siempre se le veía alegre, con ganas de hacer cosas, atento a los cambios, interesado en las novedades. Pero por esos días algo lo tenía mal, algo lo venía entristeciendo.

Una mañana que llegó a las tareas del campo muy “apagado”, pese al litro de mate amargo con cedrón que la mujer le había cebado al amanecer, su compadre Ernestino Bisulfo no pudo aguantar más y mirándolo fijo a los ojos, frente a frente, preocupado por su amigo, elaboró una secuencia de pensamientos que le permitieran – sin ofender al otro – ir a la esencia del asunto, y por eso le preguntó, sintetizando:

- ¡Pero que mierda te pasa, Patricio!

El otro lo miró asombrado, pero poco. No tenía ganas en ese momento de dar explicaciones, pero el que le preguntaba no era cualquiera, era su compadre, y la pregunta había sido muy incisiva. En realidad no le contestó, sino que comenzó a hacerle preguntas:

- Mirá pa yá, Ernestino, ¿qué ves?.
- ¿Pa ya como? ¿p´abajo? ¿p´arriba?.
- A le léjo. Mirá a lo lejo. ¿Qué vés?.
- Campo.
- ¿Y que más?.
- Campo y vacas.
- Ta bien, campo y vacas, tambien hay eucalitus... ¿y?.
- ¡Nubes!, ta por llover, mirá, ya está chispeando.
- ¡Ta bien, ta bien! Pero decime Ernestino, ¿estás conforme con lo que ves?. ¿No te falta nada?.
- Y hermano, es lo que siempre he visto. Campo, vacas, ovejas, árboles, pájaros, esas llanuras interminables que se pierden en el horizonte...
- ¡Eso, eso, llanuras inmensas!. Plano, todo plano, todo llanito. ¿Vos has visto puentes en el pago? Nunca viste. ¡No tenemos puentes!, con lo lindos que son.
- Pero... ¿tas loco Patricio?, pa que queremos puentes si no tenemos río.
- Por eso, también nos faltaría río. Me gustaría tener río y puente, ¿a vos no?-.
- Y pa ser sincero, si, también me gustaría, pero no hay. Lo que hay es lo que hay.
- Por ahora – dijo Patricio Ilustre Barreto Campos muy seguro – por ahora. Y siguió con sus cosas sin tocar mas esos temas.

Erenestino quedó mirándolo, convencido que se estaba quedando loco. Al anochecer volvieron a las casas y se despidieron en la portera. Alli Patricio le dijo – dejándolo todavía mas preocupado – “Por unos días voy a estar lejos, pero después... ¡vamo a cambiar esto carajo!, ya vas a ver”.

Cuando llegó al rancho, Ernestino fue derecho a comentarle a su mujer, y quedaron en averiguar con el médico del pueblo la posibilidad de conseguirle alguna cura a su compadre. También barajaron la posibilidad de que algún enemigo le hubiese hecho un “daño”. Todo podía ser.

Una semana después Ernestino terminó de preparar el amargo, se metió un pedazo de galleta de campo a la boca y mientras masticaba se puso a mirar el amanecer por la ventana de la cocina. Pero lo que vio lo hizo atragantarse y escupir pedazos de galleta. ¡A unas pocas leguas de las casas había bruto puente.! ¡Era inmenso, metálico, altísimo, y la punta de cada torre estaba unida por una carretera bien ancha, como para dos vías facilito. A las apuradas le puso la silla de montar al manchado y salió al galope para el lugar. Al acercarse vio a Patricio Ilustre que, sentado en el pasto apoyado contra un ombú, miraba satisfecho.

- ¿Y eso che?
- Estaba en oferta, hicieron uno nuevo en la ciudá, de hormigón, y este lo pensaban tirar. Hace tiempo que lo vengo “campaneando”, asi que me lo traje. ¿No es lindo? ¿Cambia o no cambia el paisaje? ¡Ahora es otra cosa!

Y tenía razón, todo parecía distinto. Pero ahora el que quedó por un tiempo conflictuado fue Ernestino. Le daban vueltas y vueltas cosas en la cabeza. Como por ejemplo: ¿Dónde se ha visto puente en una llanura como esa que no tenía ni siquiera un cerrito. Todo chatito el paisaje. Ahora el puente resaltaba, pero como que le faltaba algo. Esa carretera colgada en lo alto de las torres no le gustaba. Decidió entonces tomar él la iniciativa y hacer algo.

La semana siguiente Patricio no podía creer lo que veía. Su compadre le había dicho que se diera una vuelta por el puente, y cuando llegó se encontró con una cantidad de montañas.

- ¿De donde sacaste tremendas montañas, chéi?
- Las traje de a poco. ¿Quedaron lindas, no? Ahora si el puente se luce, las torres tienen un complemento, la carreterea sigue por lo alto, ¿no te parece?.
- Y si, la verdá es que sí, ahora es otra cosa.... ¡lástima no tener rio ,hermano!
- Y es cuestión de ponerse a buscar, dijo Ernestino muy serio.

No había pasado un más de un mes y ya se habían agenciado un hermoso río que pasaba por debajo del puente, entre las montañas altísimas. Los dos miraban su obra con satisfacción. Los vecinos empezaron a arrimarse a la zona porque se sentían omisos de no aportar algo a la obra de cambio de Patricio Ilustre y Ernestino.

El vazco Aguirregaray, sin previo aviso, una tardecita arrimó una laguna de más de veinte kilómetros de largo por ocho de ancho y bien profunda. Hacía juego a la perfección con el río, las montañas y el puente.

- ¿Ustedes consiguiendo tanto para la comunidad y un se va a quedar quieto? ¡Tan locos, están!, ni lo piensen. Si se puede, hay que dar una mano, y sepan que puse en el agua tararira, bagre, dorado y trucha. No nos va a faltar pesca y podemos salir a remar, que siempre quise y nunca pude. Todos estuvieron de acuerdo.

El Ñato Pereira, vecino del paso del Ayuí, fascinado con los arreglos que encontró cuando volvió de la ciudad, sin decir nada quiso colaborar, y consiguió nieve para la punta de las montañas.

- Les da un toque especial - decía – y además, si el tiempo ayuda, no se derrite y se puede esquiar, que yo siempre he querido.

Las cosas tomaban un cariz especial.

José Carolino Rodríguez Estévez, muy amante de los árboles, adujo que las montañas estaban muy “peladas”, y llenó todo el lugar de pinos, abetos, araucarias y otras especies que dejaron todo verde, y atrajeron infinidad de pájaros y bichitos del bosque.

Otro vecino a los pocos días arrimó un aerocarril, porque sacó la conclusión que sería menos cansador subir a esas alturas en ese aparato, y con otros amigos de a poco prolongaron la carretera desde el puente hasta la terminal del tren que venía de la capital.

Una de las más queridas de la comunidad, una mujer mayor y trabajadora, opinó que la zona ahora estaba tan hermosa, tan turística, que le tendrían que cambiar el nombre. La comunidad asintió, pero costó muchísimo que se pusieran todos de acuerdo. En lo que si acordaron fue que era imprescindible hacer un lugar de descanso para los viajeros, un parador con bar abajo junto a la carretera y otro arriba en la llegada del aerocarril. Pocos meses después estaban construidos.

Por alli se apareció el turco Abdalá, y sin pedir nada a cambio – algo realmente increíble tratándose de él – arrimó un coche tipo camioneta con el que llevaban y traían a la gente desde la terminal del tren al parador y bar. Alli surgió la idea en un grupo de vecinos, de renombrar el pago como: “Bar, alojakmiento y coche de transporte”, y como era muy largo lo abreviaron a : “Bar-alo-coch”. No gustó demasiado. Siguieron pensando.

Por fin la señora de Patricio Ilustre fue la de la idea, dijo:

- Sintetiza lo que quieren y suena bien. ¿Qué les parece Bariloche?.

Y asi nació ese hermoso lugar de Argentina que con el tiempo se hizo famoso internacionalmente. Esta es la historia verdadera de su nacimiento, que pocos conocen.

Recuerde amigo lector, que lo imposible solo cuesta un poco mas.


Costa de oro, septiembre de 2004

Texto agregado el 21-08-2005, y leído por 169 visitantes. (0 votos)


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