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Inicio / Cuenteros Locales / Ophelia_Plath / El conflicto entre el Yo y el Nosotros

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Ensayo escrito para la clase de Literatura e Identidad, en conjunto con un grupo de compañeras. Si bien no es un texto completamente mío, participé en su realización.


El ser humano en la búsqueda por dar un sentido a su vida pasa por innumerables etapas.
Tenemos el privilegio de acceder al conocimiento acerca del desarrollo del ser y de la sociedad y con ello, la oportunidad de ser espectadores y actores claros de esta historia que es la de todos.
Para analizar cabalmente lo que es el desencuentro entre el individuo y el mundo social, es necesario poner en el tapete la evolución que se da en torno al ser, el cómo crece y qué es lo que le mueve en cada etapa de su vida.
El individuo en su niñez tiene diferentes necesidades y la búsqueda y sus intereses se centran en necesidades básicas que son satisfechas por su entorno. El entorno es básicamente la familia, puesto que es el primer grupo humano que un niño conoce y toma como suyo. En relación a la búsqueda, ésta se realiza desde el punto de vista del niño, es decir, es intrínsecamente egoísta.
Al ir evolucionando física y sicológicamente, el individuo llega a la tan vilipendiada adolescencia que refleja sus deseos como los del total del mundo idealista. La realización de él mismo y su satisfacción es la búsqueda de cambiar y adaptarse al mundo que percibe fuera de él mismo.
Se abre, entonces, para el joven un mundo mucho más grande del que creía que existía, nacen intereses y sueños para con ese mismo mundo, que son el motor de la lucha que lleva día a día para salir adelante y así afrontar la realidad de la que es parte.
La adolescencia es una etapa en la que intentamos cambiar lo que consideramos malo, creyendo tener las armas necesarias para dicha labor. Es una etapa en la cual debemos armar nuestras convicciones y nuestro carácter. Necesariamente debemos afirmarnos en alguna creencia que se sentido a nuestra vida.
¿Pero que sucede después? ¿Qué pasa cuándo ya no somos totalmente dependientes económica y emocionalmente de otros y debemos tomar la responsabilidad de nuestra vida y, en ocasiones, también la de otros seres?
¿El individuo finalmente se adapta a la sociedad, logra cambiarla según sus creencias y o simplemente se resigna a su realidad dejando de lado los sueños o ideas que alguna vez tuvo?
La idea de cambiar a la sociedad según las creencias propias, es un aspecto interesante. El niño pequeño -sumido en el egoísmo anteriormente mencionado - desea que su entorno se adapte a sus requerimientos por nimios que estos puedan ser, en las dos acepciones de la palabra. Conforme al paso del tiempo y la evolución del individuo, éste aún quiere producir cambios en el entorno, para bien o para mal, surgiendo en este caso la posibilidad de la postura altruista. Se presentan entonces nuevas opciones al sujeto. Una de ellas es la de unirse con quienes comparten sus creencias, ideales y deseos. De esta forma, el ser - de naturaleza plenamente sociable - forma comunidades con la intención de expresar a su entorno la cosmovisión de las mismas para generar cambios. Otros se agrupan incluso para lo contrario, es decir, fomentar la continuidad de algo. El cambio y la continuidad son elementos siempre presentes en la historia de la humanidad.
En primer lugar, no existe tal resignación. Es más bien un cambio de prioridades pues sus nuevas responsabilidades le impiden seguir con su anterior idealismo de modo que debe recordar los intereses y usar lo que le puede ayudar para entender la realidad. Es lo que llamamos adaptación.
La propuesta, entonces, es que el individuo debe mutar y evolucionar para adaptarse a la siguiente etapa en su vida. Esta serie de cambios le ayudan a desarrollarse como ser único y a encajar en la sociedad. A medida que pasa el tiempo, el sujeto deberá sufrir metamorfosis en su interior que lo ayudarán a evolucionar y avanzar en su desarrollo.
La sociedad y a través de diversos métodos, imponemos el orden dentro de la misma comunidad, estableciendo valores y principios que son los que nos «llevan por el buen camino». Estos valores están ya estipulados y lo que sea transgresor y traspase ese límite, está fuera de lo normal en una sociedad, por lo que pone en desequilibrio la línea que separa la sociedad organizada del completo caos.
Así como la sociedad se ordena, es para que entendamos lo que es nuestro momento en la rueda que gira y gira sin principio ni final y que es lo que llamamos la evolución. El ser, caracterizado por una inherente perfectibilidad, debe ser capaz de aprehender y aprender de los contrapesos que se le presenten en su vida, pues éstos le servirán como complemento y le ayudarán a hallar el anhelado equilibrio. La evolución debe ser cíclica, debe tener momentos buenos y momentos malos porque así también lo es todo lo natural. Es decir: «Más razonable me parece la rueda de ciertas religiones del Indostán; en esa rueda que no tiene principio ni fin, cada vida es efecto de la anterior y engendra la siguiente, pero ninguna determina el conjunto... [...]. Sabía que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas». (Fragmento de «El Inmortal», de Jorge Luis Borges).
El modo en que construimos la realidad colectiva, aquellos valores, creencias y actitudes que consideramos correctos son una creación mental socialmente compartida. A ello le llamamos cultura. El arte, la tecnología, la filosofía, los modos de organizarnos, el urbanismo, la economía, todo aquello nuevo que la humanidad ha aportado al planeta, es pensamiento. El esfuerzo adaptativo ya no es biológico sino cultural.
Así como también existen los transgresores de esta modo de ver la sociedad, como lo sería el ayunador en «El artista del hambre», de Franz Kafka:
«—Porque –dijo el artista del hambre, levantando un poco la cabeza y hablando en la misma oreja del inspector para que no se perdieran sus palabras, con los labios alargados como si fuera a dar un beso– no pude encontrar comida que me gustara. Si la hubiera encontrado, puedes creerlo, no habría hecho ningún cumplido y me habría hartado como tú y como todos».
Es evidente que la lucha por sobrevivir, el enfrentamiento con los otros para preservar la identidad personal o el espacio de expresión de cada uno, ha estado presente en la evolución. Es parte del juego del enfrentamiento de las fuerzas del individuo y la sociedad que se ponen límites unas a otras.
El conflicto de la autoafirmación ha sido importante, un impulsor evolutivo, un acelerador para trascender el estado actual de expresión; pero de allí a presentarnos la evolución como una lucha permanente por no ser eliminados por otros más aptos, hay una gran distancia.
La lucha puede entenderse como un mecanismo que finalmente aporta un motivo de vida más amplio, el coordinarse en una unidad mayor en constante transformación hacia estados más complejos.
«En fin, todo esto es estúpido y cruel. Se habla de los hombres encenagados. ¿Qué son los hombres encenagados? Ante todo, son seres humanos, con los mismos huesos, la misma sangre y los mismos nervios que nosotros. Y se nos habla de los hombres encenagados todos los días, desde hace siglos. Nosotros escuchamos y... No ¡es demasiado imbécil! En realidad, nosotros somos también hombres encenagados, caídos muy bajo, caídos en el fondo de nuestra convicción errónea de que nuestros nervios y nuestros cerebros son superiores a los de los demás, cuando toda nuestra superioridad consiste en que somos más cucos y sabemos hacernos los buenos mejor que los demás...
»Pero basta de filosofías. Todo esto es tan sabido que da vergüenza hablar de ello.» («Boles», de Máximo Gorki).
En conclusión podemos decir que, tal como hemos explicado ampliamente a través de este ensayo, el conflicto que se suscita entre el individuo y el medio en el que se desenvuelve dependerá de la etapa evolutiva en la que esté. Seamos niños, adolescentes, adultos, todos tenemos algo que decir sobre la sociedad, así como la sociedad espera también determinados actos de nuestra parte. A lo largo de nuestra vida tendremos ese conflicto entre el yo y el nosotros, pero lo importante es encontrarle a la existencia un sentido y además que ésta sea gustosa. He ahí la importancia de la voluntad por lograrlo en cada ser. Si la vida carece de uno de estos dos elementos, la plenitud no es alcanzada.
La vida cotidiana cobra así un encanto insospechado; heme aquí como un ser vibrante entre seres vibrantes, siempre hay posibilidad de fluir entre los demás hombres, caminar por calle se puede transformar en una experiencia extasiante si me relaciono con cada uno de mis pares con los que comparto la forma de vivir, las personas de vida a vida en el constante avance concebido y emocionalmente sentido.

Texto agregado el 21-08-2005, y leído por 460 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
31-08-2005 Me parece un escrito muy interesante... Lo voy a recomendar desde mi bio. Salud y libertad. ahhh!!! ***** buhomatrix
28-08-2005 bienvenidos al show que es la vida, donde cada uno mantenemos nuestra propia función, pero claro con espectadores....da que pensar este escrito, sacando los conflictos de la razón misma....como los otros dos comentarios me ha parecido un escrito muy interesante....mis estrellas y un saludo amiga. tenoch
 
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