Él salió desde las camas múltiples de su pensamiento, asfixiado por la incesante caminata nocturna dentro de si mismo, ando paso delante de su propia sombra que se desprendía desde la punta de su nariz hasta las suelas del zapato desgastado, paso a paso, la sombra dibujaba de manera larga y plácida las formas más sutiles y delineando como solo la luz sabe hacer, él por lo pronto tomaba un el mismo camino, pasillo de mosaicos interminables en medio de la casa antigua de su abuelo, pensando solamente que el pasillo en sí.
Este perecía un poco más largo que de costumbre, incluso, como lo recordaba de niño siendo que las imágenes infantiles suelen ser de proporciones más grandes de lo normal por el concepto de tamaño aún no delimitado y descrito a su forma original por la propia naturaleza del cuerpo, aún así, siguió caminando, levantando de poco en poco los ojos para poder ver el final, mientras tanto la luz parecía disuelta o absorbida por las paredes de la casa.
Con la vista fija en el borde de los mosaicos, la vio, sola y tranquila, de espalda a él con solo un movimiento de su mano planchando camisas eternamente arrugadas, entre tanto, cuando la sombra de él, la toca en la punta del talón, ella voltea y le pregunta con su cara de extrema angustia:
-¿te has dado cuenta que ya no es la misma? –
miro a mi madre mientras quedo paralizado por la imagen que aparece de repente a un costado de mi vista mientras solo se escucha el sonido tan estremecedor de la plancha caer.