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Inicio / Cuenteros Locales / panverde / El Predicador Y La Montaña De Los Sueños

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Hubo una vez, un joven hombre bastante soñador que siempre hablaba de llegar a ser grande y reconocido, decía no tenerle miedo a nada, excepto a los puercos y las arañas.
Este joven era un ser simple, callado, tímido y hasta vulnerable, era un joven de pocos amigos, pero con un mundo colmado de ilusiones e imaginación.
Un día, lleno de esperanzas y locura característica de él, se armo de morral al hombro, botas de cuero y un tarro de agua, se dirigió hacia el alto cerro, conocido como la montaña de los sueños. Decidido a crear aventuras, aunque en su interior era bien sabido que sus padres no le echarían de menos, sus amigos notarían su ausencia solo dos meses después y que estaría solo en caso de que algo fallara, más encogido de hombros se dijo a si mismo ¡al fin que…si siempre eh estado solo!.
Así empezó una travesía hacia su más anhelado sueño, ese que yacía tan lejos como su estima, aquella misma que deseaba tanto alcanzar con sus propios medios. En aquella madrugada de un día después, se encontraba en medio de una grieta que no le permitía seguir mas adelante, se encontraba exhausto, con múltiples rasguños y raspaduras en el rostro, sus dedos estaban adoloridos y nada alentador entre sus recuerdos o una compañía que lo consolara, solo Dios le acompañaba, pero él siempre había ignorado su existencia. No pudiendo mas con sus débiles fuerzas, se dio por vencido y se dejo arrastrar cuesta a bajo, provocándose incontables laceraciones, no se quebró ni un solo hueso, pero la poca estima que poseía quedo colgada en alguno de los riscos de la montaña.
Para entonces, fue peor estar vivo que haber muerto de hambre o desgarrado entre los filos de la montaña, dado que sus gastos médicos ocasionaron repudio en sus familiares, burlas y apodos por parte de sus amigos, así fue rebautizado como el “fracasado”.
Su mundo eran ruinas de un alma, lo que lo llevo a tomar dos caminos, morir desgarradoramente solo o vivir como uno mas de sus opresores, opto por tomar el segundo camino, arriesgándose más y más a alejarse de su naturaleza sentimental.
Se hizo parte del humo y el alcohol, de las excentricidades y egoísmo de sus amigos, empezaba a degradarse el idealista y nacía un materialista, un ser de la calle y de las noches citadinas.
No tardaron en llegar otros “buitres” a darse festín con el cadáver andante, todos sabían que se referían a él, menos el mismo, que en medio de su inocencia era tan vulnerable a la degradación social como un polluelo en una jaula para zorros.
Pasaron muchos años, antes que la experiencia del engaño al que estaba sometido, hubiera dejado huellas notables y fáciles de visualizar para el, hasta ese solo momento el miraba hacia atrás y observaba mas desolación de la que poseía antes de hacerse parte de aquel infierno, aquel al que entro en el momento mismo en que se dejo arrastra desde la montaña.
Triste, acomplejado por su fallido intento de escalar y con una cantidad de amigos inservibles, pretendió abandonar todo, hacerle un favor al mundo al que había cedido y liquidarse a si mismo, para así terminar con al menos uno de aquella escoria social, pero por mas intentos volvía a fracasar, y era que el no entendía que Dios no le dejaría volver al polvo sin antes conocer la razón por la que el había sido escogido para nacer, esta imposibilidad de escape, solo le dejaba un camino buscarse a si mismo, así que busco su viejo morral, sus desgastados tenis y decidido a caminar, tomo rumbo hacia los bosques y quebradas, lejos de una ciudad que lo absorbía hacia sus oscuras entrañas.
En su caminar descubrió humildad, trabajo duro, empeño, amor por un ser creador, que cuidaba hasta de las hojas caídas, una fuerza descomunal nacía dentro de el, una felicidad inmensa, recargado de sueños y ganas de triunfo, de volver a ser aquel niño innegable que algunas ves fue, todo estaba basado en creer en si mismo. Desde aquel momento, cada mañana se sonreía a si mismo, se sentía mas seguro, saturado de entusiasmo y muy atento a encontrar aquella misión para la que había nacido, y para cada momento, había un lugar para consultar a ese ser creador de su nuevo vivir.
Decidió regresar a la ciudad, fascinado con una idea, concluir a aquella misión, aquella con la cual todos nacemos pero ignoramos tener, aquella idea que lo hacia feliz, fue apenas natural que sus antiguos amigos, le invitaran a ser parte nuevamente de sus mundos, mas el se encontraba tan seguro de su nueva vida, que con una simple sonrisa les mostró que jamás iba a volver a aquel infierno del que difícilmente escapo. Ellos insistieron, pero pronto dieron cuenta que su cambio fue esencial y profundo, incluso algunos se vieron tentados a preguntarle como lo logro, pero sentían miedo de sus compañeros, así que esperaron la noche, y amparados en ella, llegaron hasta él, en búsqueda de apoyo, de todo aquello que él un día busco, él sintió en ellos esa misma angustia de la que él fue victima. Tomándolos de las manos, les llevo hasta donde empezaba aquella antigua montaña, y les dijo, si desean aprender síganme, si desean ser como yo, quédense a mi lado, pero si sienten dudas quédense a observar.
Así fue como con moral en hombro, apenas algo de agua y no más que sus propias manos, él y sus cinco seguidores, empezaron su riesgosa travesía hacia la cima de la montaña de los sueños, frecuentemente los animaba a seguir, a mirar hacia arriba donde se encontraba su gloria, y si alguno desfallecía, él mismo bajaba a alentarle, diciéndole “debes subir con tus propios medios, esa es la única manera en que valores tus mas mínimos esfuerzos”.
La travesía duro, casi tres días, pero al fin lo habían logrado, uno a uno, fatigados y con algunas magulladuras, habían logrado el éxito, lo imposible para muchos incrédulos, bajar de la montaña no fue menos peligroso, pero ellos fueron recibidos como héroes, mas nunca olvidaron la razón por la que se arriesgaron a subir, y menos olvidaron todas aquellas conversaciones con aquel ser que decidió quedarse en la cima, según él mismo para recibir en su casa a los nuevos aprendices.
Aquellos hombres, cambiaron sus vidas, sus creencias, su alma, fueron conocidos por muchos que deseaban ser como ellos, mas ellos recalcaban con inmensa humildad, que solo aquel que yacía en la cima, poseía el verdadero secreto, ese que fue conocido como el “Predicador”.
500 años después, los alpinistas hablan, que sus vidas cambiaron gracias a un ser que vive en la alta montaña, un ser demasiado viejo para estar vivo, pero que su inocente sonrisa y carisma, parece venir de un lugar aun mas lejano, dicen que pareciera vivir al lado de Dios.





Agosto 24 de 2005
Carlos Alberto Díaz Reales

Texto agregado el 25-08-2005, y leído por 329 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-06-2010 Superarse y ayudar al otro a superarse un pequeño gesto y puedes cambiar el destino de una vida. vava
 
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