Parece, y esto lo creo fehaciente,
que cada libro me habla de tí,
todas las hojas escritas
de todos los tomos leídos,
todas las letras, frases, comas,
puntos, metáforas, analogías, aforismos
sólo hablan de tí.
Como si todo el razonamiento
y la luz y mensaje de Goethe,
de Whitman, de Balzac, de Wilde,
fueran tan sólo eso que eres tú.
Como si Dostoievski
hubiera construido su Crimen y castigo
a raíz de haberte visto.
Como si la pregunta central del universo,
la angustia epistemológica total,
venerada por Camus, Kafka y Joyce
y Hesse, García Lorca y Rulfo
encontrara su verdad en tí,
en tus días, en tu ser.
Toda la lírica
todo el amor
la muerte
el dolor
y el desprecio,
todo amalgamado en torno tuyo
obra literaria sublime,
acumuladora de lo bueno y lo malo,
lo peor, tal vez,
composición universal rodante,
vestido de letras de mil colores,
Beatriz de Dante y Dulcinea del Quijote,
Margarita de Fausto,
musa sin máscara y sin velo
y sin rostro, desfigurada,
desfigurada pero ente completo,
vasta belleza literaria.
Síntesis de poesía y narrativa,
híbrido de lumbre y practicidad,
de iluminación y oscurantismo.
Cada que tomo un libro nuevo
sé que harás acto de presencia
desde la primera acremada hoja,
es por eso que me agacho para olerte,
aspirar ese rancio aroma
perfume tuyo, tan sólo tuyo.
¿Qué hace este loco hojeando libros
y oliéndolos?, se preguntan todos,
ingenuos, ¿no crees?
eterno libro de mi albedrío.