SOÑÉ

Triste la vida del que no puede realizar sus sueños. Del que no conoce la aventura de enfrentar a su destino y salir airoso cual si fuera un guerrero invencible. Alguna vez soñé con ser un esforzado hombre de leyes. Dueño de una inmensa sapiensa y gran conocimiento. Capaz de resolver el problema jurídico más monstruoso que se le pueda presentar a persona alguna. Soñé también en tener el don de poner la pluma entre mis dedos y plasmar mis innumerables recuerdos y expereriencias en exquisitos manjares literarios capaces de satisfacer hasta al más incisivo de los críticos. Impregnar la tinta en numerosas páginas sin el mayor esfuerzo. Con esa calidad que sólo tienen los escogidos de un dios, creador de las letras y el arte de contar historias. Soñé de igual forma en ser un vagabundo mundial. Recorrer este hemoso planeta lleno de pequeños paraísos de la más diversa conformación y clima, acompañado únicamente de un pequeña mochila donde llevaría lo indispensable para vivir: un pequeño atlas de geografía, un libro acerca de las razas y costumbres de los pueblos, un par de vaqueros de los celestes que tanto me atraen, un par de camisas (blanca y azul en colores enteros), una cantimplora tipo militar, una manta con motivos cuzqueños o ayacuchanos, un cuchillo al estilo comando (con brújula, hilos, pequeños anzuelos, etc), hojas de papel, una pluma fina y resistente. Creo que eso sería todo. No necesitaría nada más para ser feliz. Tendría un romance en cada pueblo, en cada parada que tuviera, cual marino de la armada peruana que desciende en los puertos con la seguridad de encontrar en los muelles un ramillete de damicelas que esperan con ansias a sus príncipes azules vestidos de blanco o negro (según la estación) conscientes de ser las mujeres más afortunadas si unos de esos caballeros que viven en los buques les regala una sonrisa. Enamoraría a una española de raíces gitanas con enormes ojos caramelo, piel canela, cejas pobladas y perfectamente demarcadas, cabellos ensortijados sueltos al viento y unos provocativos labios rojos como la sangre misma. Viviría un cuento de hadas, con una Blancanieves escandinava, de Noruega por cierto, porque son las más hermosas. Con sus cabellos dorados, sus mejillas rosadas cual pétalos de rosa, gigantes como sólo ellas saben serlo. Caería rendido ante los embrujos de una mulata carioca que al ritmo de una tonada feliz me demuestra la flexibidad de sus caderas descubiertas y brillantes por la luz de una luna majestuosa. Finalmente creo que me perdería entre los velos de una musulmana que al ritmo de una danza creada por y para los dioses me va mostrando sus encantos, su fina figura, su delicado rostro blanco tostado por un generoso sol asiático, con unos hermosos ojos verde agua que enamoran a cualquier mortal por su profunidad y magestuosidad.

Soñé también con ser biólogo oceanógrafo. Vivir bajo el mar lleno de criaturas maravillosas hermosas, dinámicas, feroces, de gran colorido. Estar entre los grandes cetáceos admirando sus costumbres, hábitos de vida. Despertar con el canto de las aves marinas, escoltado por un sinnumero de delfines que realizan piruetas a ambos lados de mi embarcación.

Ahora, en una caja de madera, todo es distinto. Pediría al Supremo, sólo un día siquiera y cambiaba el mundo. Pero aquí, en esta caja de madera, únicamente espero una explicación. No entiendo nada. ¿Será que no me vieron?, ¿será que luché en vano?, ¿valió la pena esta pérdida?, ¿Dios mío, tendrán sentido las guerras?
POR: EL SOLDADO DESCONCIDO.

Mayo del 2002

Mateo Pita