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En los países donde lo que se entiende como libertad sexual de la mujer está ya implantado, lo sexual, como reivindicación, o se refiere al derecho de aborto, que es un problema legal, religioso y familiar (aprobación de marido), mucho más que propiamente sexual, o a la repulsa del matrimonio como status y al divorcio.

Revolución de las necesidades, revolución sexual.......; la época del consumo de masas no sólo se caracteriza por la proliferación de los productos sino también por la profusión de los signos y referentes, inconfundibles, del sexo. Eros se exhibe aquí y allá en las películas y revistas, en el lenguaje cotidiano, en las calles, poniendo en vitrina la figura femenina confundida, incluso, entre las edificaciones arquitectónicas de la urbe.

Sin embargo, la promoción del sexo va más allá de la estética de lo erótico. La promoción directa del sexo reviste una importancia capital, pues si antaño los hombres se mostraban profundamente hostiles al trabajo femenino, se debía sobre todo al hecho de que se asociaba con la licencia sexual, con la sombra de la prostitución. Precisamente, a medida que la libertad sexual femenina deja de ser un signo de inmoralidad, la actividad profesional de la mujer se benefició de juicios mucho más benévolos. El reconocimiento social del trabajo femenino y el liberalismo sexual corren parejos. Existe, entonces, un miedo tradicional, testimonio histórico cultural, que inspira la libertad femenina, en particular la sexual, a la negativa por parte de los hombres a reconocer la autonomía femenina en las esferas sensibles de la vida material y sexual, a su voluntad de controlar el cuerpo femenino y de perpetuar el principio de la subordinación del sexo débil al sexo fuerte.

Queda claro que las resistencias a una emancipación total que implique la vida cotidiana, lo social, la sexualidad y a las identidades de los hombres y las mujeres son mucho más fuertes que las relacionadas con las de orden político laboral. “No es en el momento en que el valor trabajo se erosiona cuando el trabajo femenino se vuelve legítimo, sino cuando el liberalismo cultural fundamentado en la dinámica del consumo y de la comunicación de masas autonomiza el sexo respecto de la moral, generaliza el principio de libre
posesión de sí y desvaloriza el esquema tradicional de subordinación de la mujer al hombre”.

La cuestión del poder femenino acosa el imaginario masculino. Ya algunos primitivos evocaban situaciones de estado original marcado por la supremacía de las mujeres; y no faltan leyendas que ponen en escena a monstruos hembra, a madres ogresas, así como la potencia diabólica de las brujas. Vagina dentata, mantis religiosa, mujer-fatal: desde los tiempos más remotos se expresa la temática del poder funesto de la mujer.

También los modernos reconocieron ampliamente el imperio de lo femenino: soberanía de las bellas sobre sus amantes, gobierno desde la sombra, influencia de las madres sobre los hijos, reinado de las mujeres sobre las costumbres y las modas.

En la actualidad, con toda evidencia, la cuestión se plantea en nuevos términos y se pone manifiesto con una intensidad jamás alcanzada. Desde las noches de los tiempos, la exclusión de las mujeres respecto a las esferas superiores del poder se daba por supuesta; hoy no se deja de mostrar la indignación. Indignación que se dispara en intensidad cuando se trata del tema de la libertad sexual femenina.

Texto agregado el 05-09-2005, y leído por 132 visitantes. (0 votos)


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