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Suena el despertador, la rabia entra dentro de mi, -no puede ser, ya son las siete y cuarto, si me acabo de dormir, maldita sea.
Me levanto y cojo el albornoz pensando todavía que no puede ser ya, es imposible que el reloj vaya tan deprisa siempre.
Voy a la ducha y comienzo ha despertar, me encanta sentir el agua golpeando mi cuerpo, creo que es el momento que florezco y salgo de mi.
Abro la mampara y me pongo el albornoz, rebusco entre los cajones del lavabo y saco la cuchilla de afeitar, me embadurno de espuma y comienzo a afeitarme, al acabar me lavo los dientes y me dirijo de nuevo a mi habitación, cojo lo primero que veo y me visto.
Antes de salir miro si tengo la tarjeta de entrada y por supuesto mi libro inseparable, ahora estoy leyendo uno de Salvador Pániker, me encanta la filosofía y sobre todo la oriental.
Ya estoy camino del metro como cada día, otro día, otra vez.
Llego al metro de la línea uno y me introduzco en el, abro el libro y desaparezco entre la multitud de personas y olores que ocupan el vagón.
Creo que en ese momento siempre pienso lo mismo cada día, -Maldito cambio de oficinas, antes tardaba veinte minutos de trayecto, ahora son diez minutos mas de metro y quince de autobús.
Acabo el trayecto y el bus me deja enfrente de un bar que regenta un uruguayo que es la bomba.
Miro la hora en el móvil, ya que nunca me ha gustado llevar reloj, y me doy cuenta que es tarde, pero no me importa, me meto en el bar y me pido un café con hielo, compro tabaco y veo a la mitad de mi empresa dentro también.
Entro en el hall del edificio y como cada día de mi sale un –Bon dia Tingui senyor, dirigido al portero, la verdad que no lo soporto, pero saber que el tampoco a mi me deja mas tranquilo.
Subo en el ascensor y al llegar a la oficina me doy cuenta que no ha pasado el tiempo, parece como si nunca hubiera salido de allí.
Me siento y enciendo mi ordenador a mi izquierda veo un montón de papeles que tengo que entregar para ayer.
Me paso la mañana esperando las una y media para irme a comer. Salgo ha comer, normalmente voy solo, menos los lunes y jueves.
Los lunes como con Carlos, un peruano que trabaja en el departamento de sistemas y los jueves con mi jefa.
En mi empresa hay comedor, pero parece mas el de una cárcel que el de un trabajo y me da bastante claustrofobia.
Vuelvo ha la oficina, la tarde entre las miles de llamadas y la faena acumulada de días anteriores se me pasa volando.
Así que me veo de nuevo en la ruta anterior pero a la inversa.
Salgo del metro y me dirijo al bar de mi padre, allí estoy hasta las diez y media, la verdad que ese tiempo se me pasa volando, los clientes son tan peculiares que siempre aprendo algo nuevo y entre chupitos y charlas realmente no me entero de esas tres horas.
Por fin llego a casa de nuevo, me caliento la cena y me siento delante del ordenador, pongo un compacto de Los Secretos y el silencio entra dentro de mi cabeza.
Abro el Word y espero que las letras salgan de mi cabeza, cuando no puedo más,
Me voy en busca del día siguiente.

Texto agregado el 06-09-2005, y leído por 232 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-09-2005 Una narración impecable del drama urbano... Con el añadido de que también miro la hora en el celular porque no soporto usar reloj!!! Mis ***** Calliandra
 
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