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Soy muy aficionado a andar en bicicleta, no al ciclismo ni a las competiciones; a mi me gusta salir con la mochila, algo de dinero y todo el día por delante...; averiguar nuevos caminos y descubrir donde terminan las carreteras de tercera; quedarme a comer en algún sitio que de otro modo me habría pasado desapercibido. Echar pié a tierra cuando las pendientes hacen que mi respiración se torne dramática y detenerme allá donde se detienen mis pupilas… y de paso echar un cigarro. Eso que ahora llamamos en nuestro empeño por ponerle nombre a todo “cicloturismo”.

A pesar del poco tiempo del que dispongo, tengo a favor la suerte de vivir en este sitio tan hermoso, de disfrutar de un clima, que mas que suave llega a ser cariñoso... No es difícil aquí tomar contacto con el entorno; ni tampoco tomar conciencia del privilegio que supone vivir entre esta gente afable y disfrutar de los mil rincones agradables que tiene esta región.

En concreto hay un paraje que a fuerza de visitarlo, soy capaz de recorrer mentalmente a la perfección, es una de esas postales que te obligan a coger el freno sin pensarlo; por donde procuras pasar aunque des un gran rodeo…

Y no es que tenga nada de especial; es solo un altozano que queda junto a una carretera perdida que ya no va a ninguna parte; surca el terreno un sendero amplio y descuidado definido en sus linderos por viejos olmos y que se detiene bruscamente en un cortado. Desde el borde se divisa una gran llanura sembrada de casitas blancas y de tonos verdes y dorados; en la llanura confluyen tres estrechos pero profundos valles que alcanzan hasta donde se oscurecen y se pierde la vista.

En este lugar pasamos mi bicicleta y yo muchas horas, se nos ha hecho casi de noche allí más de una vez…; pierdo, aunque soy consciente de ello la noción del tiempo.






Damián es un amigo mío; un amigo de esos de los que no puedes decir desde cuando eres amigo. El está ahí desde siempre, desde que no alcanza la memoria; aparece, como otros, en casi todos los recuerdos por muy remotos que sean.
Su padre; Juan, también era amigo mío, supongo que desde las mismas fechas que Damián, tampoco alcanzo a recordarlo.


Con este amigo he compartido toda mi juventud: colegio, instituto, juergas, viajes…y líos, muchos líos; aún hoy, cuando nos reunimos unos cuantos camaradas, nos seguimos metiendo en enredos y parece que no hubiera pasado el tiempo.

Juan, el padre de Damián murió hace poco; lo sentí bastante, siempre he creído que reunía todas las cualidades que debe tener un padre; hasta cierta envidia he sentido por su hijo en ocasiones. Juan era un poco el padre de toda la cuadrilla de impúberes descerebrados que éramos y en no pocas ocasiones conseguimos salir de algún apuro gracias a su intervención. Invariablemente alegre y con un sentido del humor portentoso; ante algún problema, muchas veces hemos recurrido a él antes que a nuestros propios padres; con Juan sabíamos que nunca había cuidado y encima siempre sabía hacer un chiste para quitar hierro al asunto.







Una tarde, estando sentado donde el camino de los olmos acaba.., me sobresaltaron unos pasos…ya estaba atardeciendo, al volver la vista con desgana descubrí que era Juan. Tan sorprendido como yo de encontrarnos en aquel lugar me confesó que también paraba allí de cuando en cuando…porque le gustaba fumarse un pitillo ante aquel paisaje.

Otro día, algún tiempo después, me volvieron a sobresaltar en el mismo lugar unos ruidos de gente y puertas de coche cerrándose: eran Damián, su madre y sus dos hermanas. Sorprendidos todos del encuentro y vestidos para la ocasión, me explicaron que conociendo el encanto que para Juan tenía aquel lugar, iban a esparcir allí sus cenizas; ya que, con buen criterio no veían al cabeza de familia permanentemente encerrado en una urna dorada encima del aparador, justo entre el teléfono y una figurita de un duende tocando la flauta…

Mi primera reacción fue levantar mi bicicleta, despedirme y marcharme para dejarles la intimidad que requería aquel momento, pero Damián y su madre insistieron en que me quedara al ceremonial, que a fin de cuentas no consistió mas que en guardar unos segundos de silencio mientras el viento hacía desaparecer unos puñados de polvo gris.

La verdad es que esos segundos fueron terribles, yo no podía aguantarme la risa y Damián tampoco; incluso a su madre… estoy seguro que punto estuvo de escapársele alguna carcajada.

Todos pensábamos lo mismo…”que se le habría ocurrido decir a Juan en este momento?”.

Tres mujeres y un tipo de traje…en pleno campo; todos de oscuro…; a su lado… otro tipo vestido de colorines de ciclista sosteniendo una bicicleta terriblemente roja, esparciendo sus cenizas.

Todavía nos mondamos de la risa mi compañero y yo cada vez que nos acordamos. Su padre habría pagado de antemano por tener un entierro así….Y Dalí…y Buñuel…y Cristo si le hubiesen dejado…

Texto agregado el 06-10-2003, y leído por 819 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
22-01-2005 Ahora entiendo.Este eres tú, nostalgico y divertido.Gracias iolanthe
13-10-2004 Extraña estructura la de este texto. Pareciera como si leyera dos y no uno. El primero, que habla sobre el “cicloturismo”; el segundo, más narrativo, el de la muerte de Juan. Tal vez se note la diferencia porque el sentido nostálgico del primer texto desaparece casi por completo en el segundo, a pesar de que se respira la intención de la melancolía. Habría que homogeneizar en este aspecto para que quede un texto redondo. demabe
12-02-2004 Ningún entierro es mejor que ese, que rieguen tus cenizas en un lugar que te guste. Espero que las mías las rieguen en el mar. Un abrazo pinocho
06-11-2003 Me gusta esa sencillez en la prosa tan difícil de conseguir muchas veces. La bici está muy bien, pero yo prefiero patear. Saludos! darken
09-10-2003 Te atrapa, aunque en algun momento pense que ya habia terminado y me perdi por no saber a que venia al caso lo demas, pero ya al final relacione lo primero con lo segundo. Me encantan esos recorridos, y me recuerdan los momentos que vivi al practicar el ciclismo de montaña, los paisajes, el esfuerzo, el temor a las bajadas y a los hoyos en el camino, los caminos de arena que te frenan y entierran tu bici a veces al grado de hacerte caer.¡Cuantos recuerdos!. Soy Mexicana y tengo el orgullo de contar que logre ser aceptada en un grupo de puros hombres, machistas y lograr al lado de ellos un recorrido a campotraviesa desde Ajusco, TresMarias,y llegar a Cuernavaca. Gracias por tu relato y los bonitos recuerdos que revive en mi. LaPatineta
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