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Un árbol se mecía cauto. El cielo despejado. Una brisa tímida. Él mirándome fijo. Yo tratando de traducir su mirada. Recostada, mareada de amor, bajo las influencias de un alcohol dulce, un jarabe para la soledad... La calle, un leve zumbido. Me besó. Entonces me perdí, me elevé. Choqué contra una nube. Una cosquilla me sujetaba en la realidad. Buscaba ese algo en sus dedos. Dedos ágiles, tocando una sinfonía antes de primavera... su voz, el acorde. Mi voz... una pausa indefinida tragó mis palabras. Mi corazón ya no latía en mí. Latía en el de mi copiloto...



Ella se dejó llevar por el débil sol de septiembre. Nunca quiso mirar al sol ni taparlo con el dedo. Simplemente quería su calor, sentir que los rayos eran brazos, otros brazos, con olor a Diavolo, conquistándola, llevándosela a otra parte que no fuera la calle y su ruido. Pero esos brazos nunca existieron. Sólo fueron rayos... que desaparecieron bajo las siluetas de una nube, anunciando que todavía era invierno...


El mundo es mío, no te lo lleves todavía. Mi corazón está en él, repartido a pedazos alimentando a sus seres vivos, que caminan por sus calles llenas de flores y árboles viejos. Se oye una música... sí, es un latido. De él sale una nota musical, anunciando que te veré pronto. El pueblo baila al ritmo de mi alma, mientras tú estás sentado en el computador... leyendo una súplica de amor.



Bajarse de una nube... qué complicado es. ¿Y si me caigo? ¿Te volveré a ver, alas enormes? Demonio amado... sal del puente. Te necesito...


No me quieren devolver el corazón... ¿me ayudas?



Contesta, ¿no entiendes? Me hallo encerrada en este antro de ilusiones quebradas... ¿Me quieres? Jajaja... tú no entiendes... sólo quieres destrozar mi alma... Tanto tiempo mirarte y no me miras a los ojos. Miras mi frente sangrante, mis manos secas, mi mundo interior... Cállate, no quiero oir tus excusas de niño pequeño. Anda a dormir, cuidado con las pesadillas. Y las alas, que no te caben en la cama... guárdalas para mi entierro...



Tengo miedo. Hace días que no te veo. Un viejo de boca verde me persigue todas las noches. Tú apareciste en una de ellas y me protegiste. ¿Por qué no reacciono? Un tacón flecha mis ojos y me dejan ciega de amor-no amor. Te amo. Viejo, largo de mi existencia. Te amo. Lloro sangre, maldito sea el día en que pedí que me abrieran la puerta. Te amo. Maldito sea el día en que usurparon mi cuello. Te amo. Maldito sea el día en que crucé la puerta... rota, arrugada, sin habla, fría. Te amo... ¡sácame de aquí!




La puerta se abre, me siento sola. ¿Ángel? Sí... menos mal.



No me queda más cuerpo para cubrirte. Me necesitas. Ahí estoy.



Duerme, pequeño genio. Tus engranajes calientes de vida propia. Deja cuidarte los sueños, para que no oxiden tu eterna máquina... hacedora de letras...



Te amo... te amaré... si te amé... ¿por qué no me lo dijeron?



El coro de la conciencia... miles de ellas
clamaban... ¿qué?



Entonces el ángel copiloto la hizo suya, con fecha 20 de septiembre... un día antes de primavera.




Tuya. Tu ángel.

Texto agregado el 21-09-2005, y leído por 139 visitantes. (2 votos)


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