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Quedan un par de días para que cumpla 17, aunque mi rostro fácilmente refleja unos 19 o quizás hasta unos 21.

Quizás él ahora, piense que soy fácil, o que lo que hay en mí es parte de las secuelas de una experiencia cada vez más marcada.

Él es un niño, por donde se lo mire; acostumbro a lidiar con hombres mayores. Quizás por eso, luego de los besos, una que otra mano, uno que otro recorrido fuerte de su cuerpo, se mostró un poco tembloroso.

¡Todos los hombres son tan iguales! Por lo menos, en la cama, o antes de llevarte a ella. Tiernos, delicados, pero todo esto, cuando les conviene. ¡Los mismos gestos! ¡Las mismas miradas!… ¡Hasta las mismas palabras!

Son iguales los hombres que me mienten, o los que le mienten a sus pololas estando conmigo… Y es que ¡Quien se resiste! Es por eso que digo, además, que todos son iguales…

“¿Te gusto?” Preguntan los labios más suaves en son de captura más armoniosa, quizás más delicada; no me atrevo a decir tierna. ¡Cómo me iba a gustar, si sólo habíamos compartido un par de cervezas!

“Me gustas desde hace mucho” Repiten unos labios secos, usados, manoseados… no míos. “Quería que llegara este momento” me hablan manos que acarician raudas mis pechos. ¡Cómo iba él a quererme, si tenía a otra!

Y cuando ya ha pasado todo, todos se despiden inventando falsa ternura, la que minutos antes no tuvieron entre las sábanas. “Tranquilita ¿ya?” Y te acarician suavemente el mentón. ¿Tranquilita? ¡Pero yo por qué tendría que urgirme!

Él pololea desde hace algún tiempo, es un niño, demasiado pequeño para mis expectativas; aunque, el afán maldadoso en mi mirada, lo busca cada vez que encuentra sus ojos pegados a mi rostro (o a mis piernas) en una clase cualquiera.

No sé en realidad si él realmente la quiera, si siempre que no está ella, baila pegado a mi cintura y me busca para atar mis cabellos.

Soy cruel; él es un niño, yo casi una experta. Aún así, disfruto escondiendo besos en los pasillos del colegio, cuando nadie nos ve, cuando nos escapamos; cuando no anda su mina cerca.

Hoy, estudiamos juntos. ¡Él es un niño! No es la primera vez que lo acompaño en la soledad de su casa, un poco de música suave, unos cuadernos a mano (por si llega alguien e inventar una rápida excusa).

¡Hemos estudiado de todo! Física, gravedad, anatomía (de esas he hecho muchas clases), hoy hasta tratamos de ver algo de biología más avanzada.

Él es un niño, y, como debí haberlo temido, hasta en la cama era él pequeño. Fue por eso, que a medida que las luces se iban destiñendo, las respiraciones acelerando, y mis manos se iban acercando… en ese momento en que introducía mi ágil mano en el medio de su pantalón, su pequeño cuerpo no resistió más mis atenciones, y estalló allí, antes de nada.

Debí suponerlo, era muy niño.

Ahora camino a mi casa, me fumo un cigarro bajo la fría lluvia. La bandera chilena que flamea victoriosa después de un agitado fin de semana patriota (¡Oh sí! ¡Cúantos “viva Chile”), se moja también bajo ella.

Soy cruel, no lo resisto. Los hombres son iguales, y yo con ellos sólo juego.

Texto agregado el 21-09-2005, y leído por 260 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
03-08-2007 bueno déjame suponer que a tu experiencia le has puesto de tu cosecha escritural. Así trabajaste las impresiones que quedan en los lectores; yo por ejemplo también soy un niño que estalla antes de nada quilapan
10-03-2007 bastante directo, aunque eso mismo hace que en algunos tramos la historia se vaya yendo sola, y me encanta.cuidate insomniac
06-03-2006 Honesto. Campeador
05-02-2006 donde hay un buen dire que filme esta historia?? nalpas
08-10-2005 Hum...tenemos que hablar. Lug_Pizarnik
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