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NUEVA OPORTUNIDAD.

Rogelio es un hombre de unos cuarenta años. Vive solo en una humilde casita en un pequeño pueblo, no tiene amigos ni familia.
Es un hombre solitario, siempre anda vagando por las calles. Por las noches va a un bar donde se embriaga con cerveza.
En el pueblo nadie lo quiere. La gente cada vez que lo ve trata de alejarse lo más posible de él. Le tienen miedo, porque es un hombre violento y de mal genio. Muchos dicen que no es humano porque no hay persona que sea tan insensible, tan falta de sentimientos. Lo único que hace es gruñir en forma de respuesta.
Algunos le llaman “el bagabundo” y otras “el loco”.
Su aspecto exterior es bastante desprolijo. Sus ropas son grises, gastadas, rotas y bastantes sucias. Sus cabellos están llenos de tierra y mugre muy despeinados, su rostro tiene manchas de carbón y barro. Es alto y flaco. De frente amplia con algunas arrugas. Su boca es pequeña, sus ojos son redondos y negros como la noche. Su nariz es grande y alargada. Tiene una barba larga y unos bigotes que le cubren toda la boca y el mentón.
Un día estaba sentado en la vereda de un callejón muy solitario. Era un día de mucho calor, con un fuerte sol. Rogelio estaba mirando hacia el piso con una botella de cerveza en la mano cuando algo golpeó su cabeza con mucha fuerza. Agarró con rabia la pelota y cuando la iba a arrojar lejos de él un nene de unos siete años se le acercó y con voz tierna e inocente le pidió amablemente que se la devolviera.
El hombre se puso de pie y empujó al niño haciendo que éste cayera de espaldas.
- ¡FUERA DE AQUÍ NIÑO INSOLENTE! –gritó con furia tratando de mantener el equilibrio.
El niño en lugar de salir corriendo se quedó mirándolo serenamente.
- ¡¿QUÉ MIRAS?!
El niño se puso de pie, se sacudió la tierra de sus ropas y volvió a fijar su vista en Rogelio, éste levantó su mano para golpear el rostro del niño.
- Sólo quería mi pelotita –dijo con voz casi inaudible.
La mano de Rogelio se frenó y toda su furia pareció desvanecerse.
Ambos se miraron a los ojos por un largo tiempo hasta que Rogelio se desplomó en el piso quedando sentado con la cabeza apoyada en la pared.
- ¿Por qué sigues aquí? –preguntó mirando al niño.
- Porque no me has devuelto mi pelotita –dijo señalando la mano del hombre.
Rogelio se miró la mano y vio que estaba apretando con fuerza aquella pelota, la miro una vez más y se la entregó al niño.
- Gracias señor –se dio la vuelta para marcharse pero la pregunta del hombre lo detuvo.
- ¿Por qué no te marchaste?, ¿A caso no sabes quién soy?
- Sí, he oído hablar de ti. Pero no creo lo que dicen.
- ¿Por qué?
- Porque si fuera cierto me hubieras pegado, y no lo hiciste.
Rogelio se sorprendió.
El niño y él comenzaron a hablar y a conocerse más.
Rogelio no entendía por qué aquel niño no se marchaba como los demás. Por qué lo trataba tan bien.
- ¿Por qué siempre estás solo? –preguntó el niño.
- Porque nadie quiere estar con migo.
- Pero... te pusiste a pensar en algún momento por qué nadie quiere estar con tigo.
- La verdad... no. Aparte no quiero estar con nadie, todos son iguales, es mejor estar solo.
- Yo no creo que sea así. –se sentó a su lado.
- ¿Qué sabes tú?. Tú nunca estuviste solo, ni vives en una miseria y ni siquiera tienes problemas.
- Claro que sí. Escucha, mi madre está viviendo en el cielo con Dios, mi padre, desde que mamá no vuelve a casa, bebe y se embriaga, luego vuelve a casa y nos pega a mis hermanos y a mi. Nos dice que no servimos para nada, que solo somos una molestia. A veces, cuando bebe mucho, pasamos días sin comer y salimos a la calle a buscar comida. En invierno tratamos de juntar muchos diarios para no pasar frío, aunque es crudo el invierno.
Rogelio no podía creer lo que aquel niño le contaba, su vida, era mucho más dolorosa y difícil que la suya en cierto modo.
- ¿Te drogas, o fumas, o bebes, o algo?
- Señor... solo tengo siete años. Aparte no es la solución a los problemas. Tengo cosas más importantes que hacer.
- ¿A si?... ¿Cómo qué?
- Como estar con mis hermanos para que mi padre no los maltrate; jugar al fútbol; salir a correr bajo la lluvia; jugar en la calle con la pelota; jugar con barro. Muchas cosas.
El hombre no entendía la respuesta del niño. ¿Cómo hacía para estar tan bien?. Para él la única forma de olvidarse de todo y todos era embriagarse.
- Pareces contento a pesar de todo. ¿Por qué? ¿No te parece que la vida es injusta?
- Porque tengo amor el amor de mis hermanos y la amistad de los chicos de la calle que son como yo. Y la vida no es injusta, la vida solo es como nosotros queremos que sea. ¿Por qué tú no intentas tener amigos?
- Porque nadie querría a un viejo tan feo, tan gruñón y borracho como yo.
El niño se quedó pensando unos minutos y luego dijo:
- En realidad la edad y la apariencia, me refiero a lo de feo, en una amistad no importa, lo que vale son los sentimientos. Pero puedes mejorar tu aspecto personal. Puedes peinarte e higienizarte. Lo de gruñón y lo de borracho se puede cambiar con el tiempo.
- ¿A si? ¿Cómo?
- Trata de ser más amable, no le temas a la gente, y si lo intentas verás cuan agradable y amigable es la gente. Y la bebido con voluntad puedes dejar de hacerlo.
- Pero ya es tarde para mí. Ya soy muy viejo.
- Nunca es tarde si se tiene voluntad y ganas.
- ¿Tú crees?
- Claro que sí.
Al día siguiente Rogelio siguió el consejo del niño. Se higienizó, se peinó y en lugar de ir al bar a beber, salió en busca de algo en qué invertir su tiempo.
Los meses pasaron. Rogelio no supo nada más de aquel niño, nunca más lo volvió a ver. En la calle nadie lo conocía. Un día caminando por la plaza encontró un papel muy luminoso y frágil tirado, lo recogió y se sentó en un banco a leer lo que contenía.
“Rogelio, recuerda que todos tenemos un ángel, solo depende de nosotros querer verlo y acercarnos. Tú, me viste y te acercaste a mi luego de tres semanas de que yo estuviera parado a tu lado. Recuerda, la palabra de un niño no siempre es absurda, y piensa que ese niño es un ángel enviado del cielo para guiarnos y ayudarnos. Recuerda también que todos tenemos una segunda oportunidad en la vida.”
algunas lágrimas cayeron de los ojos del hombre, al terminar de leer el mensaje el papel se desvaneció en el aire.
Rogelio consiguió un trabajo como carpintero. Juntó plata y arregló su casita. Poco a poco dejó de beber y pudo comenzar a vestirse con ropa limpia y sana.
Así, su vida cambió tuvo muchos amigos, terminó sus estudios y su trato con la sociedad cambió.

Texto agregado el 21-09-2005, y leído por 109 visitantes. (1 voto)


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