Te dicen que en el mundo tienen sitio los audaces, que detrás de cada esquina empieza un mundo nuevo. Te dicen que al final la justicia prevalece, que es capaz abrirse paso entre mentiras. Te dicen que existen los Magos, que un señor de tripa abultada y sonrisa repetitiva, de corte macabro, tiene tiempo para darse una vuelta al globo en una sola noche. Te dicen que en la vida el esfuerzo se premia. Te dicen que el comunismo fracasó porque era un sistema utópico, que el capitalismo es justo, que ofrece igualdad y justicia. Te dicen que el feudalismo pertenece al pasado, que ya no existen señores ni esclavos. Te dicen que detrás de todo se encuentra el amor. Te dicen que consumas porque serás capaz de alcanzar grandes logros. Te dicen, te dicen, te dicen, y no dudas porque todo te parece tan bonito que no te atreves a decir que no.

Pero detrás de los mensajes adulterados, la realidad te devuelve una vida de la que nadie te habló. Una vida cruel. Una vida jodida. Una vida injusta. Entonces el mensaje se difumina y empiezas a buscar tu lugar en el mundo. En eso se te va la vida, buscando un distrito, en un mundo que no es el tuyo, porque nadie se tomó en su día la molestia de explicarte la realidad del mundo en el que vives.