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Javier se apresuro para coger el autobús. Una carrera corta a las siete de la mañana nunca sienta bien y menos cuando es para ir a trabajar pero hoy había motivos suficientes para fichar en hora.

Al subir al autobús la primera mirada le indico que hoy tampoco habría asientos libres. Se acomodo como pudo en uno de los espacios al lado de la ventana y cerro los ojos. El frío de la mañana no se quitaba con una cazadora una bufanda y unos guantes, pero meterse en un autobús lleno de gente era lo mas parecido a continuar en la cama aunque Javier prefiriera el metro. Aunque perdieras la noción del recorrido siempre era una sorpresa la salida a la calle. Entrabas de día y salías de noche o viceversa, a veces llovía y al salir lucia el sol o el tiempo no había cambiado. La lotería del tiempo hacia mas atractivo el trayecto. Le gustaba sentir el aire que subía desde el mismo centro de la tierra cuando empezabas a bajar las escaleras del suburbano en un viaje a lo descocido. El olor a túnel antiguo siempre le había fascinado. Su primer recuerdo del metro eran las conducciones eléctricas de los túneles entubadas en negro que hacían increíbles caminos a través del cristal subiendo y bajando pero siempre presentes mientras la maquina corría de estación en estación. Cuando pensaba en ello indefectiblemente venia también a su memoria el recuerdo de su madre en forma de mano que sujetaba la suya y que le permitía abstraerse del resto del mundo con la seguridad de que a él no podía pasarle nada. Son curiosos los soportes que utilizamos durante toda la vida – pensó – mi madre entonces era un castillo inabordable y ahora…Un brusco frenazo le obligo a abandonar ese estado de semiinconsciencia en el que se sumía cada día antes de ir a trabajar. La mano que sujetaba el periódico no pudo soltarlo a tiempo y solo pudo impactar con la espalda de la señora que tenia delante. La otra, la izquierda, estaba dentro del bolsillo y tampoco pudo salir a tiempo de evitar la caída. Sintió como sus pies eran incapaces de ejecutar movimiento alguno en un intento de recuperar el equilibrio y como todo su cuerpo caía de espaldas. En el ultimo momento intento proteger la cabeza del seguro golpe recogiéndola sobre el pecho. La caída se le hizo eterna y así debió ser pues su nuca golpeo contra el escalón que separaba los asientos de la zona central. Un fondo negro cubrió su cabeza y no pudo pensar en nada más.



El informe de la policía municipal era muy escueto y solo informaba de un alcance entre un vehículo privado y un autobús de la compañía metropolitana dando como resultado la muerte accidental de uno de los pasajeros. El informe forense tampoco era una elegía y comunicaba un traumatismo craneo-encefálico con consecuencia de muerte.



Los medios de comunicación publicaron un extenso reportaje de seis líneas con sus iniciales en los breves de sucesos.



Cuando enterraban a Javier este no pudo sino pensar que menuda mierda de vida había tenido. El día que se iba a declarar a su novia se mataba de la manera más vergonzosa que existe. Toda su vida estudiando para acabar una carrera y terminar encontrando un trabajo ( en practicas, eso si) que nada tenia que ver con lo aprendido en los últimos cinco años. No tenía carnet de conducir a pesar de haber rebasado el mes pasado el cuarto de siglo. No viajo ningún verano fuera de la península y lo mas lejos que había estado de su casa era Cádiz.



No pudo sino llorar amargamente por no haber disfrutado previamente de todos esos momentos que considero no procedentes durante los últimos 10 años. Se había preparado para disfrutar en la madurez y no la había alcanzado.



Cuando el ataúd dejo de moverse y los lloros y murmullos se apagaron sintió una desazón difícil de explicar. Inmediatamente después sintió miedo. Lo habían dejado allí solo y el todavía – o eso quería creer - estaba vivo. Comenzó a imaginarse siendo comido por miles de gusanos sin posibilidad de escapar y esto le torturo aun más. Quiso imaginarse viendo una luz blanca a sus pies, en el fondo negro del ataúd que intuía y que no le permitía discernir nada, ni siquiera si tenia los ojos abiertos o cerrados, pero tampoco lo consiguió. Pensó que según sus creencias alguien debería venir a buscarlo, que habría algún tipo de archivo permanentemente actualizado en algún lugar allí en el cielo que informara de los fallecimientos en todo el mundo y solo era cuestión de tiempo que lo trasladaran de aquella jaula. Pero nadie vino. La sensación de claustrofobia siguió a la angustia de la muerte. Encerrado en un rectángulo de tan pequeñas proporciones era imposible darse la vuelta, cumplir con sus necesidades vitales y pronto no podría respirar. Respirar – pensó – hace mucho que no respiro. Abrió la boca y movió rítmicamente sus pulmones sin que nada pasase. Lo intento varias veces con resultado adverso. Se quedo muy quieto, muy quieto escuchando cada sonido. Solo un zumbido de fondo en sus oídos interrumpía su escucha. Su corazón no latía, no podía respirar, no olía y no podía moverse. Se había muerto, se había muerto con toda seguridad. Pero ¿ porque? ¿ Que coño estaba pasando? Puedo pensar, estoy manteniendo un control razonable de mis pensamientos dada la delicada situación por la que paso y sin embargo todo indica que estoy muerto. ¿ Por que no me acuerdo de nada entre el accidente y el ataúd? ¿Que tiene que pasarme todavía para que me dejen tranquilo? ¿ Cuánto tiempo llevo aquí? No quiero seguir encerrado, no PUEDO seguir encerrado el resto de mi vida o como se llame lo que me esta pasando.



Javier intento llorar lagrimas físicas que no brotaron de sus ojos y se dejo arrastrar por un pesado sueño de desesperación. Cuando despertó le pareció percibir una luz cegadora que asocio rápidamente con su llegada al cielo. Espero encontrar rostros de belleza angelical pero los que vio eran demasiado humanos. No podía comprender lo que pasaba hasta que volvieron a meterle en una nueva caja para enterrarlo de nuevo.

Habían exhumado su cadáver pasado el plazo de 25 años y ahora trasladaban sus huesos a una fosa. Javier quiso morirse y supo – ahora si – que nunca lo conseguiría.

No intento ni gritar. Tenia desmasiado tiempo, demasiado.


Texto agregado el 22-09-2005, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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