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De que los hay, los hay Desde muy pequeño he oído contar historias de meigas, de duendes, de brujos, de la Santa Compaña etc. creía que eran experiencias vividas por el orador de turno, hoy en día, hasta hace muy poco, creía que eran cuentos de chimeneas contados por los abuelos a los nietos o de viejos que ante una copa de vino o aguardiente no tenían otra cosa que narrar en las largas noches de los fríos inviernos en donde, por no tener las comodidades audiovisuales de hoy día, las inventaban para mejor pasar el tiempo. Así era mi forma de pensar y de razonar hasta que una noche, después de tomar una buena “pea” con la peña en una de esas tantas verbenas con las que nos suele dar cualquier ayuntamiento de nuestra vieja Galicia Me encontré con lo que todo el mundo quiere encontrar pero que piensa que no existe. Me desperté de la borrachera entre unas zarzas y de lo único que me recordaba era, que había bebido bastante y que había empezado a no tener control de mis movimientos, trataba de poner las ideas de mi cabeza en su lugar, cuando, allí lo vi, no estaba seguro si era un sueño a sí era real. Traté de mover las manos para refregarme los ojos, pero las púas de las zarzas en las que estaba acostado se me clavaron por todo el cuerpo, ante el dolor que sentí opté por quedarme inmóvil cuando de pronto observé que aquello que estaba delante de mis ojos empezó a moverse acompasadamente de un lado a otro como una vulgar bailarina de vientre prominente, bailando al compás de una música inaudible o al menos, yo no la escuchaba. Aquello que estaba delante de mis ojos tenia, calculo yo, unos 35 centímetros de altura, vestía pantalón de peto, de ¾ , color negro, botas negras de caña con vuelta a la altura de la rodilla, camisa blanca de manga larga, un cinturón con hebilla dorada ancha, y en la cabeza un gran sombrero de color negro con una cinta roja de adorno, tenia una barba poblada y lacia, la nariz ancha y de un suave color rosado, me recordó a esa figuras que aparecen en los libros de cuentos infantiles algunos le llaman gnomos, otros duendes. Tenia en el suelo, a su lado, una pequeña olla de barro repleta de monedas de oro y la danza que estaba realizando era alrededor de ella, mascullaba algo ininteligible. En un momento determinado detuvo la danza, miro a la luna, se metió el dedo índice de la mano derecha en la boca, lo agito levemente en el aire, giro unos 45º sobre si mismo hacia la derecha, caminó once pasos sin dejar de mascullar y se detuvo en un pequeño claro de luna, lo señaló con el mismo dedo que se había introducido en la boca, hizo dos círculos en el aire y se abrió un pequeño hueco en el suelo en donde introdujo la olla de barro, acto seguido hizo la operación con el dedo a la inversa y se cerro el hueco de la tierra, dejando la olla enterrada, miro a la luna de nuevo y dijo con voz clara y firme ¡Otro mas! Y sin darme tiempo a ver algo mas, se fue por entre los matorrales que cuando se acercaba a ellos le iban dejando paso, cerrándose luego tras pasar el hombrecillo. Transcurrido un tiempo y viendo que no pasaba ni oía nada, a duras penas me libre de mi cama de matorrales y me dirigí al claro de luna donde estaba enterrada la olla, traté infructuosamente de abrir un hueco en ese mismo lugar, use palos, piedras, use todo lo que llegaba a mis manos, incluso rompí la navaja que tenia cuando la use de forma de cincel pero me fue imposible hacer el mas leve arañazo en la tierra. Entonces se me ocurrió imitar al enanito que había visto momentos antes, me puse delante del claro de luna, alcé mi brazo derecho y señale la luna, metí mi dedo índice derecho en la boca, señale el hueco e hice dos círculos en el aire y cual no seria mi sorpresa cuando la olla con las monedas doradas quedó ante mis ojos, no era mayor que un tazón de desayuno pero estaba con monedas de oro a rebosar que relucían a la luz de la luna, me arrodille y la cogí suavemente con las dos manos y la levanté a la altura de mi pecho para poder contemplar de cerca mi tesoro. En ese mismo instante escuché decir a la luna ¡Sí, otro mas! Noté entonces que la olla con las monedas sé hacia cada vez mas y más grande, dejó de crecer cuando casi no lo podía abarcar con los dos brazos y sostenerla en peso, mis ilusiones iban creciendo al mismo tiempo que iba aumentando el tamaño de la olla, pero al tener que posarla en el suelo debido al peso excesivo del mismo me di cuenta de que no era ella la que había crecido sino que era yo el que había encogido hasta llegar a la altura del hombrecillo que había visto momentos antes. Tarde mucho tiempo en darme cuenta de mi situación y sólo fue cuando me vi reflejado en un charco de agua del bosque, que entendí lo que había pasado. Dice la leyenda que al final del arco iris esta enterrada una olla con oro y aquel que logre llegar al sitio donde mana el mismo, puede llevarse la olla pero por no haber esperado a que apareciera el arco iris y poder posesionarme de la olla tan codiciada por todos, la luna me castigo a ser duende. La luna me dio vestimenta acorde a mi nuevo status, me presentó a otros duendes que me enseñaron las normas de este castigo. No se cuando se terminara este castigo pero mientras tanto estoy reclutando a personas que incumplan las normas, como yo. Escribo esto desde un lugar desconocido y será la luna la que haga llegar mi escrito a quien pueda o quiera leerlo, no estoy pidiendo ayuda ya que ignoro si se me puede dar pero eso si ojo con aquellos que como yo no crean que este mundo no existe. Acordaros de eso de “Que los hay, los hay”

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Texto agregado el 09-10-2003, y leído por 2641 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
16-11-2004 Encuentro como que una descripción como muy natural...Un poquito de abstracción no te haría daño... wike
03-06-2004 Si te hubieras quedado tu así normal, te juro que te habría creído todo el cuento jajaja libelula
30-01-2004 Ahh... si encontrase un duende asi!!! Tal vez muchos llevamos un duende en el alma, en los sueños, y a veces... sin darnos cuenta. Me gustó mucho tu relato y lo disfruté. Mis estrellas para vos. Saludos shou
12-01-2004 yo quiero ver un duendeeeeeee!! dicen que te invitan a jugar cartas y cuando termina el juego y vuelves a tu casa ya han pasado como veinte años! sduv31
04-01-2004 Saludos efusivos de Duende, mi gato, negro y brillante como el terciopelo ojos amarillos. A él, como a su ama, le gustó tu relato. margarita-zamudio
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