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Banda sonora de un final para Amaya



(“Los dioses traman y cumplen la destrucción de los hombres,
para que tengan argumentos de cantos venideros...”
-Odisea-)





Sólo yo lo sé.
Lo sé, y me quedaré con ello para siempre. Por eso lo cuento.
Hasta completar el oscuro círculo de vagar eternamente aquí adentro, tras la barra, y entre las mesas del boliche. Entre el humo que pinta el silencio.
Entre el ruido de carcajadas rudas, de sonidos de botellas vertiendo. De convites.
De relinchos apagados que vienen del palenque.

Sólo yo pude ver los ojos que tenía la Muerte cuando llegó.
Llegó, y se plantó como una sombra más. Como la noche. Como alguien de ahí.
Justo detrás de Alonso Amaya.
Fue un remolino oscuro que movió el aire del “Diez puntos”. La sentimos sobre los párpados.

Otra vez los boliches nocturnos
amarillos de sueños perdidos
quiñeleros de suertes extrañas
azulados en humos y vinos,

viejas radios rezongan canciones
y un Gardel arrullando su trino
y en la mano madera de un tango
un borracho camino al ayer...





La madrugada, mansa, había logrado que fuéramos quedando solos.
Solo Amaya y yo.
Aliviándonos del gentío. Cabeceando ya un sueño.

Fue ver a la parca. A la mal venida.
Y sentir.
Fue sentirla como un miedo que empapa de golpe la piel, y los puños cerrarse.
Puntual, pensé.
Y me detuve en sus ojos.
Los ojos de ella. Esos ojos eran.
Descubrí.
Y de golpe también, las manos apretando las palmas me sudaban.


- Se acabo lo que se daba...!

Dijo el montaraz, y sonó como un responso. Secándose los restos de caña del bigote con la manga, y calzándose el sombrero. Parsimonia teatral le agrego al movimiento. Mientras respiraba hondo, como buscando reponerse de un planazo.
Y a la cara se le espantaron los colores, y le creció la blancura. Le fue ganando la blanca palidez de sangre ida.
Cuando se erguía lentamente y sacaba del tirador su cuchillo envainado.

Brilló la hoja al mover las manos, y lo clavó en un ademán en el relicario abierto que dejó entre los vasos vacíos.
Lo clavó, y había odio en el gesto, como ganas de matar.
Uso la fuerza de querer matar algo.
Escondía la imagen de una mujer, ahí adentro. Una fotografía. Y el puntazo pasó hasta la madera de la mesa. Atravesando la chapa de plata.
Y a la imagen de la foto le entró justo en el cuello.
En el cuello desnudo. Debajo de los ojos que seguían sonriendo indiferentes a la faca ensartada.
Luego alejó la mano del cuchillo, y la sostuvo en el aire. Abierta.
Ofreciéndome un saludo. Un choque los cinco.

Desgastas paredes que miran
sin perdón, sin asombro las cosas...
por el ojo del buey descordado
de un reloj que hizo el tiempo y murió.

Los más raros espejos que imitan
otra vida mejor... o la misma,
marioneta de pan en la niebla
bajo un sol empañado en alcohol.

La soledad, con el alcohol...
suelta un gorrión,
que por el aire del alma se va.



Él sabía que esa noche al terminar, agotaba su historia. Que volvía al silencio. A la inmovilidad de la lápida.

- Como diría el Maestro...! Me dijo.

- Para tanta soledad me sobra el tiempo..., dile a la vida que viva...!


La oscuridad se movió inquietando la punta de los pastos.
Y nuestras palmas se estrecharon, y en la fuerza del apriete le sentí las mataduras de los años.
Miró después, sin apuro, su daga clavada en la imagen. Aun vibraba la hoja.
Aun quedaba en el acero la fuerza de su rabia.
Moviéndose.
En la imagen de la hembra.
De la mujer que dejó probar su hombría en ella.
Hace ya tantos años de eso, que solo él lo recuerda.
Y es un muerto.

Después salieron juntos, como un viento. Cruzaron la plazoleta, y se perdieron en la boca negra del portón del cementerio.

En la radio sonaba esa milonga, y yo me quede en silencio con los ojos puestos, ahora, en la mañana que venia.
Sólo seremos eso, pensé.
Sólo carne y metáfora.


(En este relato interpuse algunos versos de la milonga “Los boliches” de Suarez y Palacios, que interpretara magistralmente Don Alfredo Zitarrosa, quien solía decir:
- Yo encuentro una milonga en cualquier canción...)

(2005)





Texto agregado el 28-09-2005, y leído por 1007 visitantes. (21 votos)


Lectores Opinan
20-05-2007 Recien comienzo aleerte tambien yo. Estoy maravillada***** adriana73
14-12-2005 genial, ***** diandra
20-11-2005 Leo poco, pero lo que me gusta, lo leo dos veces...me lo enseñaron. Buena lección. Tengo anotado un cuento largo tuyo... para aprewnder y gozar, me dijo alguien. moncholo
20-11-2005 Bravo!!! ¡Qué mas puedo decir? Un cordial saludo, patagónico! Rodrigo. 5* moncholo
29-10-2005 Muy bueno, recomendable*5 terref
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