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Inicio / Cuenteros Locales / diek / El hombre con suerte y la dama negra

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Hubo hace mucho tiempo un hombre con suerte.
Desde pequeño parecía que tenia a alguien que siempre le protegía y velaba por él.
Su camino en la vida estuvo lleno de escollos y abismos que le cerraban el camino. Hubo en su vida infinidad de desdichas desde muy pequeño, pero siempre salía airoso de todas ellas con una sonrisa en los labios.
Aparte de todo tipo de inconvenientes, la dama negra se presentó delante suyo en varias ocasiones, pero él siempre se burlaba de ella en el último momento, haciendo que la muerte quedara paralizada por su gran don, que le hacía brillar y así espantaba a la dama negra de la noche.
Fue creciendo y con él, su estrella se hizo igualmente grande y le acompañaba allí donde él fuera.
Un día mientras caminaba por su barrio observó a lo lejos una figura que le parecía tan extraña como conocida a la vez, se quedo perplejo delante de aquella mujer, su piel morena como el azabache, su pelo negro y rizado que parecía fruto del dios creador de mundos. Su mirada triste era lo único que le hacía acercarse a la humanidad.
El hombre con suerte pudo ver, como la muchacha dio el primer pasó que la acerco al paso de peatones, el segundo y justo cuando iba a dar el tercero un coche se abalanzó sobre la chica, golpeándola con tal brutalidad que la lanzó a varios metros del punto donde sus preciosos pies avanzaban hacía el otro lado de lado de la calle.
El hombre gritando su alma a través de sus pulmones y maldiciendo a su compañera de viaje la maldita dama negra, dijo entre un gran alarido que daba su suerte porque no hubiera pasado nunca eso, porque el coche nunca se hubiera cruzado con aquella sirena que hacía tanto tiempo que buscaba y ansiaba.
La dama negra se presentó delante de el y con una gran mueca en el rostro cadavérico le dijo riendo, -Si me das tu suerte, yo te daré a la muchacha elegida por ti.
El hombre entre lágrimas aceptó el trato.
De repente como si nada hubiera pasado, el tiempo retrocedió, el hombre ahora sin suerte pudo ver a su sirena llegar al otro lado de la calle, contemplo como la joven se giró y cruzó la mirada con el.
Embelesándose y complacido con el trato, sintiéndose ganador de nuevo, no se dio cuenta que el coche que jamás se cruzó con la chica, de repente se cruzo con el pobre enamorado.

Texto agregado el 07-10-2005, y leído por 186 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-10-2005 ESTUPENDO,FELICIDADES***** LAPLUMA
07-10-2005 Grandios amigo , hasta el tercer punto y a parte creí que hablabas de mi jajajajajajajajajajajajaj . Un abrazo cuando_nieva_sobre_los_cedros
 
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