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Siempre que me agarraban la mano la soltaba con cualquier embuste. Siempre fue mucha responsabilidad. Si le tomas la mano le sigues y no había lugar para mí a donde iba. Como decían, ya nadie va pallá, siempre está lleno. Por eso no iba. Me quedaba largas horas por la casa, en el patio, mientras dejaba me educara la conciencia. A veces es buena, cuando nos dice que podemos estar mejor, y hacer mejor. Mejor quedaba en la conciencia.

Fue por entonces que apareció una mancha en la pared de la sala. Mi madre andaba como loca limpiándola con cualquier cosa que le recomendaran y entre más viejo el consejo, mejor. Que si era la humedad o algún travieso de nosotros que había echado algo. Pero qué puede echar un niño de 6 años como uno en la pared de su casa. Agua, tierra, no hay mucho más que nos interese entonces; o una crayola. Pero la mancha era distinta, como amarilla y negra, parecía más bien un morete. Y eso entretenía a mi madre por entonces. Eso y mi nuevo hermano.

Yo no sabía mucho del mundo, pero sí mi padre, entonces lo veía leer acostado en un sillón, cuando lo veía. Si no, se iba todo el día y volvía cansado para dormir; pero yo lo quería ver todo el día. Mi hermana ya estaba grande y sabía que así eran las cosas. Cuando peleábamos se aseguraba que fuera en una hora en que mi padre no estaba, yo no sabía esas cosas, apenas si podía leer el reloj, pero no significaba nada. Para ella sí, siempre fue muy viva a la hora de hacer travesuras. A veces pensaba que era ella quien había hecho la mancha esa, pero no lo iba a decir y no había manera de probarlo. Aunque si me preguntaban a mí, habría dicho que era ella. Siempre me pegaba a mí que podía defenderme, por qué no a una pared sin manos pa jalarle la trenza. Si me preguntaban a mí, fue ella.

Pasaba el tiempo a borbotones, dicen que siempre pasa cuando somos niños, será que de tan divertidos pensamos poco. Mi hermano ya había crecido y yo no le hacía mucho caso. Era mi hermano nomás, no sabía mucho de eso. ¿Qué se hace con un hermano? Se le cuida que no se ahogue con algo que se tragó, se le ve dormir y despertar, se le ve recibir los mismos regalos que uno recibía o hasta más. Nunca supe qué más hacer con mi hermano. Mi hermana ya estaba grande y no nos hablábamos. Ella ya tenía amigos nuevos y no me necesitaba, sólo cuando tenía ganas de pelear, de golpear a alguien bien fuerte. Nunca entendí porqué lo hacía, parecía que me odiaba, y muchas veces sentí que la odiaba yo también. Pero yo no odiaba a mi hermano, él no me hacía nada ni yo a él. Éramos hermanos.

Entonces mi padre empezaba a pelear con mi madre y mi hermana lloraba sin poder contenerse; y yo le decía que todo estaba bien, que ya pasaría. A mi hermano no le decía nada, él no entendía, al menos, eso creía yo. Me veía con los ojos pelones preguntándome por qué es que mi papá gritaba o quizá sólo veía mis lentes y se preguntaba por qué yo traía eso para todos lados. Entonces mi padre se iba y mi madre también lloraba. Entonces yo le decía lo mismo que a mi hermana, pero eso no funciona con las madres. Ella me decía a mí que todo estaba bien y se enjugaba las lágrimas. Yo estaba bien, pero ella siempre me lo decía. Luego se iba a limpiar la mancha en la pared que ya había crecido hasta estar casi del tamaño de mi hermano. No me gustaba que él se acercara a ella. A veces soñaba que se lo tragaba enterito y no me gustaba; pero siempre pude escaparme a mi conciencia hasta en los sueños. Entonces imaginaba un mejor final y dormía a gusto toda la noche.

Seguía sin que me gustara que me agarraran la mano. Cuando empecé a entender las cosas, los dejé de entender a todos. Mi padre decía mil cosas que yo no quería hacer y las hacía, él era mi padre; quizá lo único que entendí era que me quería mucho y que todo lo hacía por mi bien; y así yo seguía sin entender muchas cosas, pero haciéndolas sin chistar. Hasta que un día no quise. Nunca había visto a mi padre tan enojado, y a mi madre que se paraba detrás de él asomando la cabeza mientras los dos me decían que estaba mal; y yo no entendía por qué mi madre me daba la razón cuando él no estaba y cuando él llegaba era otra. Pero ahora que lo pienso todos éramos otros cuando mi padre llegaba. Mi madre empezaba a hacer comida, mi hermana no me pegaba y yo me escondía en mi conciencia para entender las cosas; creo que sólo mi hermano era el mismo, y mi padre reía mucho con él, con todo lo que decía. Yo quería ser como mi hermano; pero cuando pasó el tiempo, nos empezábamos a parecer mucho a nuestros padres y eso no me gustaba. Al rato íbamos a estar gritándonos y llorando y a decir que todo estaba bien. Siempre pensé que las cosas no estaban bien. Entonces le decía a mi hermano que no fuera como mi padre y él me ponía atención, creo que antes no mucha, pero poco a poco me entendía. Después de todo, yo tampoco entendía nada cuando estaba chico. Mi madre y mi hermana ya no tenían remedio. Mi madre se pasaba las horas tratando de limpiar la mancha en la pared que ahora estaba ya casi de mi tamaño y ella lloraba y se desesperaba porque la gente vería una enorme mancha en la pared cuando la visitaran. En realidad nunca la visitaban pero esa mancha debía desaparecer antes de que lo hicieran. Yo siempre pensé que no la visitarían aún si quitaba la mancha; pero a mi madre no le podía decir eso. Mi hermana vivía sola en su mundo, quizá como yo me escapaba a mi conciencia, ella se escapaba a la ira. Sólo gritaba y gritaba y no decía nada. A veces pensé que ella necesitaba mi ayuda también, pero si me acercaba ella me gritaba. Había dejado de pegarme cuando crecí más fuerte que ella. Entonces mejor no nos hablamos. Quizá lo único que teníamos en común era cómo mi cara se amoldaba a sus golpes; pero ya había aprendido a esquivarlos. Ya estábamos bien cada uno por su lado.

En esos días ya mi padre gritaba, mi madre también, mi hermana se encerraba en su cuarto y mi hermano seguía viéndome a los ojos como preguntándose por qué ya no usaba lentes como antes. Creo que los perdí en un momento en que me sumí en mi conciencia tan lejos que no volví por el mismo camino para recogerlos. Entonces mi padre lloraba y mi madre también, y mi hermana lloraba en su cuarto y la mancha en la pared seguía creciendo. Aún me daba miedo que mi hermano se acercara a ella así que le decía que no se acercara y que no hiciera como mi padre. Nunca pensé que mi padre fuera malo, sólo no lo entendía y yo quería entender a mi hermano. Y le decía que no fuera como él.

Entonces pasó que un día todo estuvo peor. Los gritos se oían más fuertes y mi hermana lloraba más, yo trataba de calmarla pero ella ya no me conocía. Entonces calmaba a mi hermano, pero él ya entendía todo y me decía las mismas palabras que yo le decía cuando estaba chico. La mancha en la pared ya superaba mi estatura varias veces y fue cuando mi madre me lo dijo, creo que nunca lo voy a olvidar. Ella estaba cansada de limpiar la mancha, de rodillas, con el cloro y los guantes y yo quizá dije algo que la hizo enojar cuando me dijo que yo había hecho esa mancha y que bien lo sabía pero que nunca tuve el decoro de decírselo, yo le decía que no, quizá hasta inculpé a mi hermana desesperado diciendo que ella había golpeado la pared y que por eso es que lloraba ahora desconsolada por su enorme morete que se le caía en pedazos; pero mi madre ya no escuchaba y lo dijo, nunca entendí porqué lo dijo pero lo hizo, ella dijo, eres igualito a tu padre; y enojada se marchó.

No puedo describir todo lo que pasó por mi mente entonces. Quise escaparme a mi conciencia pero ya no había nada. Ahora sólo se dibujaba la imagen de mi padre en mi mente. Y yo pensaba en que era igual que mi padre y mi hermano me veía a los ojos ahora preguntándome por qué pensaba yo eso, yo era su hermano me decía; tenía los ojos verdes, yo no me parecía a mi padre, él los tenía cafés. Se había aprendido el color de mis ojos. Pero yo ya no escuchaba y me quedé callado para no decir lo que decía mi padre. Y me escapaba a mi conciencia y no funcionaba. Y me quedé callado.

Pasaban los días y yo otra vez no entendía nada, todo se veía igual entonces. Mi madre limpiando la mancha en la pared, mi hermana en su cuarto, mi hermano haciendo lo que hacen los hermanos. Se dormía, se despertaba y yo aún cuidaba que no se ahogara con algo que comía. Mi padre se iba largas horas del día y yo ya no sabía a qué hora iba a llegar. Lo único que no era igual era que ya no se acostaba en el sillón a leer, aunque yo siempre lo esperaba.

Entonces una noche en que hacía mucho calor, más que todas las otras, desperté sudando en mi cama. Todo se veía muy claro porque la luna estaba grande esa noche. Mi hermano dormía en su cama y la garganta me raspaba fuerte, como si hubiera tragado tierra. Entonces me quise parar para tomar agua. Fui al cuarto de mi hermana y ahí estaba, ella siempre estaba ahí. Fui al cuarto de mis padres y ahí estaba mi madre sola, acostada con los guantes puestos y el cloro en el buró de junto. Entonces un poco resignado bajé a tomar agua. Volteé hacia el sillón para ver si de casualidad mi padre estaba leyendo algún libro; pero yo ya sabía que no estaría, era muy tarde para estar leyendo y creo que mi padre ya no leía nada entonces. Tomé un poco de agua y cuando volvía a la cama le vi. Siempre había estado ahí, al menos para mi memoria, ya no había puesto atención a cómo era. Parecía un enorme morete, amarillo y negro, como si hubieran golpeado la pared y sangrara por dentro y abriera una ventana para que viera. Aún me daba miedo que mi hermano se acercara. Entonces me acerqué yo, parecía que todo el trabajo que había hecho mi madre era en vano. Se veía igual, la pared ya no estaba detrás de ella. Entonces pensé en tocarla y estiré la mano y no sentí nada. Pensé que no la había alcanzado, la tenue luz me perdía las cosas y no sabía si no la había alcanzado, así que me acerqué más y otra vez no sentí nada. Entonces acerqué aún más la cara y metí el brazo entero en la mancha y no sentía nada y se sentía bien. A veces no sentir nada se siente muy bien. Así que, metí entonces la pierna. Recordaba que me dolía porque había estado jugando futbol, así que metí la pierna. No sentía nada y me gustó. Entonces me retiré de la pared y sentí que me dolía todo el cuerpo. No me había fijado que jugar futbol me había dejado tan adolorido, porque yo no lo juego muy seguido. Ya podía ver bien en la oscuridad, será que empezaba a amanecer o que ya tenía mucho tiempo en ella. Así que, vi la mancha completa, era mucho más grande que yo y me dolía todo el cuerpo. Eché una mirada a la casa de nuevo, vi al sillón donde leía mi padre, imaginé que mi madre seguiría limpiando esa mancha y a mi hermana en el cuarto; y entonces salté dentro de la mancha sin pensar en nada más. Ya no sentía nada, todo el dolor del cuerpo se esfumó en un instante y se sentía bien. A veces no sentir nada se siente mejor que todo.

Ahí vivo ahora y vivo a gusto. Puedo escapar a mi conciencia cuando quiero y puedo no sentir nada. Los días pasan como todos y no hay sorpresas, ni gratas ni feas; pero no extraño las feas. Lo único malo es que a veces cuando sueño y no puedo escaparme a mi conciencia, veo a mi hermano, lo veo clarito como lo vi siempre. Y me ve a los ojos como extrañado de que use lentes de nuevo y sólo le digo que ya estoy más viejo y los necesito y se me queda viendo y yo ya no digo nada. No sé qué hacer pues es mi hermano y nunca entendí bien qué se hace con los hermanos. Nunca he podido agarrar su mano porque luego me suelto con cualquier embuste, pero al final sólo sé que lo quiero mucho y que todo lo que siempre hice fue por su bien.

Texto agregado el 08-10-2005, y leído por 262 visitantes. (0 votos)


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