Una mañana de octubre dejé de creer en el tiempo.

Su pulso irregular no se detiene con las horas. Agoniza y sus manos que ya no son suyas buscan a ciegas una sombra que no sé imaginar; no sé que le guarda esta vida que no tiene vida... Con la noche se desliza sutilmente tras de mí. Su silencio es de veneno y lluvia. Y yo estoy solo. Me conduce su ausencia, y me abandona al lenguaje de la cíclica lágrima, la que ensancha los mares y alimenta el olvido. Estoy cansado, y mi memoria es puro delirio, donde nada termina ni tiene comienzo. Estoy cansado y esta noche no es una buena noche para despertar.

Esto fue lo que escribió para mi:

“Gracias por la ausencia, por el viento. Porque cuando me bendiga la muerte ya no voy a estar conmigo.”

Lo voy a recordar siempre...