la muerte de niños famélicos,
el suicidio de adolescentes,
el crimen y la aniquilación
a manos del aparato represivo,
el desvanecimiento de los seres queridos
en el país del nunca jamás que es el exilio,
la desaparición de ese sentir que somos ¿qué?

así, a cualquiera le agarra un brote sicótico.
busco, pataleo y no encuentro:
¿en quién me apoyo para decir que existo?
atea, impedida además de ser mi propia mesías
measusto/medesespero/melloro/mevuelvoareír.
¿hay vida más acá de la muerte?

dicen que el alma pesa 21 gramos.
dicen que los gatos tienen siete vidas.
digo yo: tengo el instinto inquebrantable
de buscar apoyo en otras personas.
en un monedero amarillo de kitty
encontré una moneda de 25 centavos
me detuve ante un teléfono público.

pregunté cuánto pesa la vida
una no voz me dijo que “la línea
con la que usted intenta comunicarse
fue deshabilitada por falta de uso”.
era el número de Sísifo.
mis siete vidas pesan 25 centavos.

¿y eso cuánto es? si me acuesto
sobre mis propios brazos
las palabras salen temblorosas, tienen frío.
tengo que buscar otra postura
desde la cual poder decir con el pasado
y el terruño como sostén.