“… y al buscar mi apellido en la guía,
descubrí que hacia rato ya no era.”

Dos personas miran un lago.
Una llora.
La otra ríe.
Ella con sombrero.
El con poco pelo.
Sobre ellos,
las primeras ramas desnudas de otoño.
Bajo sus suelas,
embarradas huellas (sello)
En su cartera;
una carta sin posdata.
En su bolsillo;
el pañuelo sucio lo delata.
Francia está mas cerca
cuando se deja abrazar.
El no piensa lo mismo.
Siente raro.
Respiran caricias.
Los patos nadan soberbios.
Presume otro idioma que desconoce.
Por eso no hablan.
Por eso el silencio.
Por las dudas…
A partir de aquí
todo depende de usted,
paciente lector efímero.
Al dar vuelta la página,
habrá matado el lago,
al llanto y a la risa.
Pero por sobre todo,
habrá fusilado el último amor.
Sabemos que clase de ser se presenta.
Intuímos que siquiera sentirá culpa.
Discreto y disimulado,
lo hará con cautela,
para que nadie sospeche, lo culpe.
Dele, ya es hora.
Nadie lo ve.
Aproveche y hágase cargo.
¡Jale el gatillo de una vez!
Dispare hacia otros rumbos más seguros.
No será su primer crimen.
Soy, fuimos y será un ¡asesino!
Recuérdelo.