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De como gané y perdí una hembra en día solo.


Me encontraba yo, queridos lectores, en uno de esos periodos tristes para la vida de un hombre; nada andaba bien y todo andaba mal. He de deciros que mi noble corazón perdía cualquier esperanza de una mejoría, de un milagro. Me encontraba yo con la mente divagando por aquellos senderos de la perdición cuando dios hubo de oír los sollozos de este pobre mortal, porque ante mi se erguía un ángel hecho mujer. Habéis de creerme; era todo lo que un simple universitario puede esperar. Naturalmente no era la primera vez que contactaba un ser de ese tipo, solo que ahora por no sé cuál extraño motivo era ella que se acercaba a mí, y no yo a ella como siempre (con resultados desastrosos entre paréntesis). Mi espíritu por naturaleza pesimista esperó con ansia que todo fuera una equivocación, o simplemente un “¿sabes que horas es?”, en cambio señores, la hembra me habló. Inútil describiros como mi corazón rebosaba de dicha mientras trataba de salirse de su cavidad, basta tal vez deciros que por todo mi cuerpo corría una nueva vida, una caliente energía inundaba mis miembros (todos). No sabría referiros cual mundana excusa buscó este ser para instaurar una conversación cualquiera, no sé si este lapsus se deba a mi comprensible excitación o al grado realmente alto de estupidez de sus primeras frases. Sería inútil de todos modos recordar detalladamente esa información. Más interesante será seguramente para el lector estar al corriente del resto de los sucesos, de hecho no tardaré en contentar el oscuro morbo que quien lee siente por conocer el resto de la historia; antes sin embargo dejadme deleitarme y deleitaros con la belleza de mi musa. Digamos que era de una belleza inesperada, osaría a decir detallada, pues al mirarla al detalle se descubría más bella de cuanto pudiera parecer a lo lejos; por eso era también una belleza inesperada. De lejos su pelo era casi oscuro, casi negro, en cambio de cerca era casi rojo. Su cara a la distancia era casi común, casi insípida, de cerca en cambio era toda una maravillosa lluvia de deliciosas pecas casi imperceptibles. De lejos unos labios semi abiertos la hacían ver casi estúpida, a poca distancia los dientes blanquísimos revelaban una boca que usarla para hablar era desperdiciarla. En fin, os habrías hecho una idea de esta diosa que mi buen señor había querido donarme en aquella tarde de verano. Entre una cosa y otra nos encontramos hablando en un bar cerca de la facultad. Me era imposible estar quieto en mi asiento y probablemente ella lo notaba, no sabría decirlo con certeza; pero es que señores estaba deslumbrado con su belleza y con las idioteces que decía. Mi mente en realidad ya estaba con ella en la cama para cuando creo que me hizo notar que las cervezas se habían acabado; podíamos pedir otras o...¿por qué no? Ir a folgar como animales a mi casa, o a la suya, o al parque, no era ese el problema ahora. Pero mis señores, bien sabéis que esas cosas suceden solo en las películas o a uno de esos amigos que no logra nunca presentaros a la víctima. La miré a los ojos mientras callaba frente a la botella vacía de cerveza, pensé como seria de fácil simplemente proponerlo, igual era evidente que ella pensaba lo mismo...¿qué? ¿ella pensaba lo mismo? No sé explicaros como llegue a pensar una cosa así, mas creedme estaba tan sorprendido como vosotros en este momento. Esta sensación duró pocos segundos, por lo tanto estaba yo todavía mirándola cuando...viendo que su boca se comenzaba abrir para decir quien sabe que sandez decidí hablar antes, solo que no pretendía decir una frase común como ella, yo iba a lanzar una piedra en un estanco en medio de la noche. Entre todas las imbecilidades que se estaban oyendo en ese condenado bar yo, mis señores, iba a hacer algo que realmente valía la pena. Pobres mortales que desperdiciaban sus vidas mientras yo iba a aprovechar mi juventud con esta criatura del señor. Tiré entonces la piedra, con tan mala suerte que ella había hecho lo mismo, es decir, había hablado al tiempo sin lograr entendernos, es decir, si logramos entendernos visto que mi siguiente recuerdo es llevarla de la mano casi corriendo hacia mi casa.
Llegados a la puerta busque afanosamente las llaves, encontrándolas en un bolsillo de mi pantalón noté cuan cerca estaba ella de mí, de hecho levanté la mirada y me encontré su cara mas cerca de lo que nunca hubiese estado, noté que todo ese tiempo bajo el umbral de la puerta me había estado mirando con esa expresión entre ternura y complicidad que tienen las mujeres justo antes de que te... ¡de que te besen! Como cuando descubrís una planta en un ángulo de la casa a la cual no dais agua hace mucho tiempo la besé casi pidiendo excusa por el olvido. No sabría deciros cuanto tiempo estuvimos unidos junto a la puerta abierta, la verdad es que después de un rato descubrí que se podrían hacer cosas mucho más divertidas dentro de la casa que no en la puerta. Entonces hice mi ingreso triunfal en la casa, la hice entrar victorioso esperando que su aroma femenino perdurara después de su partida en esta casa fétida de olor a hombre.
Ahora debéis perdonarme pues mis recuerdos se nublan un poco; pero es seguro que después de un rato yo me encontraba agachado frente a la nevera abierta buscando hielo para un trago que había ofrecido a mi compañera de anécdota. Le pregunte algo mientras servia el ron y al girar la cabeza la vi como se quitaba los zapatos y me esperaba arrodillada en la cama; la luz blanca de la nevera me hacía ver más oscuro el cuarto donde ella estaba, se veía casi lejos esperándome sonriente e impaciente. Fijé uno de sus zapatos inertes notando que era muy pequeño, mucho más que uno mío, era una presencia extraña en la casa; era solo un zapato ajeno pero a mí me alegraba la vida, estaba solo tirado en el piso pero para mí era un paisaje diferente, al lado de todas las cosas que yo veía todos los días las hacía ver transformadas, ya no me recordaban mi monótona tristeza y soledad, ahora pertenecían a alguien feliz, a mi. Dijimos muchas otras estupideces mientras yo terminaba de preparar nuestras bebidas, al fin fui hacia ella. Recibió ávida el vaso con las dos manos y sonreía mas que antes. Casi no tomamos de nuestros licores por el afán de besarnos pronto.
Entonces nos extendimos en la cama y completamente adrede perdí cualquier noción del tiempo. Cuando volví en mi fue porque sobrevino en mi una pregunta crítica, típica en estas situaciones y, sobre todo, fundamental: ¿hasta donde habríamos llegado? O mejor, y para ser mas sincero con vosotros: ¿hasta donde me habría permitido llegar? Empecé entonces a cambiar las reglas del juego, a volverlo cada vez mas pesado, a ir cada vez más lejos; nos os imagináis mi jubilo cuando estuve seguro que ella puntualmente me seguía el juego y no solo, a veces era ella misma que me invitaba a seguirla en esta situación que era ya como un remolino con vida propia, y nosotros estábamos en medio de la corriente y no podíamos ya escapar.
Transportado por este torrente de hormonas que controlan neuronas me vi de pronto paralizado, abrí los ojos casi asustado; descubrí que era ya de noche y que mis pupilas no estaban todavía acostumbradas a la nueva luz; me levanté y corrí al baño inventando cualquier excusa, al pararme sentí que había sudado un poco y el ambiente helado del corredor evidenció con frío los lugares del cuerpo que estaban más húmedos. Ya en el baño me mire en el espejo mientras pensaba el plan a seguir, por un instante pensé en lo que veía; era mi cara entre excitada y jubilosa. El plan adecuado para salir dignamente de mi situación era un solo, era inútil darle mas vueltas al asunto; sólo que no estaba seguro que fuera tan fácil y no sabía si lograría llevarlo a cabo en poco tiempo. Me di cuenta que era más perjudicial pensar mucho que ponerme manos a la obra lo antes posible. Mientras me ponía manos a la obra me pregunte por que el cuerpo nos jugaba estas incomodas bromas. Al rato empecé a sospechar que tal vez ella sospecharía algo, de hecho hacía mucho que había escapado al baño y realmente no había sido muy lúcida mi excusa; trate de apurarme, pero estresarme sólo empeoraba la situación, creí oír sus pasos, tal vez se había parado de la cama y se estaba acercando, era mejor que terminara rápido, aceleré el ritmo pero era inútil, la sola idea que ella se estuviera acercando me hacía perder toda la concentración. Me concentré en cualquier modo dejándome llevar por cualquier fantasía o recuerdo y casi casi sentí que lo había logrado, estaba prácticamente en el borde; aceleré aún mas, convencido que la cosa estaba hecha, feliz ya de haber logrado mi objetivo. Mire hacía la puerta para comprobar que estuviera bien cerrada y justo cuando comprobé que efectivamente no estaba bien cerrada ella entro... me voltee sin pensarlo con todo el cuerpo en dirección de ella que estaba paralizada en la puerta, todo el magma de mi pasión aún se desbordaba de mi cuerpo y salpicaba por el piso del baño, mis pupilas dilatadas por el culmen del esforzó no me dejaron ver que ella desaparecía corriendo hacía el cuarto. Quede inmóvil por un momento, me subí los pantalones y pensé que podía hacer, pensé en correr y explicarle todo; sólo que inmediatamente noté que sería inútil explicarle a una mujer que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer, que sabía que mi desempeño habría sido un fracaso si antes no me preparaba físicamente, si no gastaba un poquito mi cuerpo para evitar que explotara muy antes de tiempo; quería decirle que lo hacía por ella, que tenia miedo de hacer el ridículo, que todos los hombres lo habían hecho alguna vez, que seguramente no era la primera vez que alguien lo hacía, sólo la primera vez que ella lo descubría. Todas estas explicaciones que me parecían lo más lógico del mundo habrían sonado como las más grandes aberraciones explicadas a una mujer. Corrí de todos modos hacia el cuarto sin pensar que explicación habría podido dar. En el cuarto no estaba y tampoco en la cocina o en la sala; se había ido. Había escapado como quien escapa de algún peligro, de un maniático o de un monstruo. En el cuarto estaban los dos vasos de ron a la mitad y la cama un poco revuelta, había un poco de su olor todavía en el aire. Volví al baño y me agache a limpiar el piso.

Texto agregado el 20-10-2005, y leído por 246 visitantes. (0 votos)


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