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Me gusta comenzar temprano. Me adelanto a todos y los espero, fingiendo distracción entre el cepillo y la brocha. Como cada día, la primera campanada reverbera en esta superficie que apenas existe. La citación precede invariablemente al flujo vital que se deslizará pronto bajo mis pies, dejándome con una suave y amarga sensación de divinidad. A veces me pregunto si Dios nos ve así, en un ir y venir interminable, siempre a los mismos lugares, ensimismados y pequeños, nunca listos para ser redimidos. Me pregunto si ve lo que yo veo, si ve a través de mis ojos. Quisiera saber si observa en la misma forma la madeja que se entreteje metros abajo y si le hiere la indiferencia, porque según lo que puedo atestiguar, en estos días nadie mira hacia arriba.

Yo vengo aquí cada año, en el mes de octubre, cuando los calores van disminuyendo. Con paciencia voy retocando este edificio, para dejarlo siempre nuevo, aunque dicen que ya va a cumplir los trescientos años.

Mi andamio se ha convertido en una singular atalaya, desde donde miro infinidad de escenas con sus personajes multicolores: barrenderos de las primeras horas, feligreses que acuden a la iglesia que está próxima, diputados corriendo para llegar a su sesión en el congreso, centenares de alumnos de todas las edades, pasantes de leyes con aires de autosuficiencia y carpeta bajo el brazo, turistas de los cuatro puntos cardinales, el gobernador que hoy visitó al rector de la universidad y vino caminando desde el palacio de gobierno que dista dos cuadras, y hasta el arzobispo cuando sale de la catedral, aunque ese sí, siempre en auto.

Como en toda obra teatral, siempre hay protagonistas. Ahí va por ejemplo la vieja Joaquina, harapienta y sucia, a quien todos tachan de loca, y con toda razón, pues el viento es la víctima perpetua de sus regaños. Dicen que Joaquina duerme casi todas las noches por otro rumbo de la ciudad, bajo el techo de la entrada principal del colegio marista, y que desde ahí viene cargando su costal, que es a la vez closet y alacena, almohada y defensa contra los ataques de perros y muchachos crueles, baúl de recuerdos y depósito de sueños rotos. En algún momento de descanso bajaré a conversar con ella.

Otro de mis favoritos es Concho, un taxista del sitio de enfrente. Durante muchos años trabajó como chofer para una solterona de familia antigua y acaudalada, pero que al morir lo dejó desempleado. Por las tardes, al terminar mi trabajo, nos sentamos en una banca ahí en el Parque de la Madre y compartimos un cigarro y deliciosa plática, gracias a sus anécdotas inagotables.

Pero el personaje más peculiar debo ser yo, pues por tonto que parezca, lo que más me gusta de este edificio que ahora pinto, es su vecino: un teatro hermoso e imponente, recipiente de todo lo que soñé.

Sí, siempre quise ser actor y vivir las vidas que otros imaginaron. Quise conocer el mundo, aunque fuera en tramoya. Ser rey un día y súbdito al siguiente, vestir de capitán o de escudero, hoy apóstata y mañana candidato de Dios.

En una ocasión, en ese mismo teatro, una compañía en gira ofreció un brevísimo taller gratuito al que asistí por supuesto. Aprendices y maestros concluimos esa tarde con unas líneas de El Caballero de Olmedo y decidí que esa era mi vida.

Pero la obra que mi padre escribió para que yo interprete era otra, con el primer acto escenificado en un aula universitaria y el segundo, eterno, presentándome sepultado bajo los libros contables en un banco.

Mi rebeldía causó destrozos severos. La puesta en escena de la obra paterna no volvió después del intermedio. Autor y actor jamás se reconciliaron, así que tuve que salir de casa y trabajar en donde se pudiera.

Así vivo mi ironía: parado en mi andamio, detenido en el aire, entre la superficie de la universidad y la visión alucinante de mi teatro.

Texto agregado el 28-10-2005, y leído por 403 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-06-2006 Buena idea convertir en tema el mismo punto de observación. roberto_cherinvarito
10-04-2006 Bueno. Kristopher
27-03-2006 A nadei nos guista que nos escriban la vida... bien contada esta escena llena de escenas a su vez. Magnífica atalaya la de tus ojos. Saludos luna-lunera
05-12-2005 me gusto, quiza perdi interes en el texto con eso de dios ( obvio soy ateo ) pero continue sabiendo que encontraria mas imagenes geniales y valio la pena. te felicito. EnOff
03-11-2005 Tienes un estilo limpio y ágil. Me gustó mucho tu forma de narrar. Samail
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