¡Lo has hecho otra vez!

Aun no se disipa tu figura, vista a través de la ventana de mi encierro. Ahí estás frente a la prisión, erguida y sin descanso, garantizando que mi mirada siempre te encuentre.

Y ahora que nos han impuesto mi alejamiento, tú has decidido negarte. La lisonja que combatimos juntos se volvió la herramienta de tu amor: “¡Viva el Rey!”, vas gritando una y otra vez en tu carrera calle abajo.

Forzaste la mano de El Incorruptible… te condenaste a morir.

Vas llegando y no puedo evitar mover la cabeza ante tu gesto de adolescente incorregible, que me hace debatir entre la carcajada y la ternura.

Lo hiciste nuevamente, Lucile. Me conmoviste el corazón.