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Aprendiendo...
Cuando mi amigo Hugo me pidió ayuda a fin de reparar el molino que desde hace unos setenta años saca agua en su finca, me apresté con herramientas especiales...
Las había pedido prestadas en mi trabajo, allí no hay problemas para conseguir grandes llaves de caño, en una usina todas las cosas son de gran tamaño.
De tarde, en verano, salimos con mi mujer y los dos hijos que el destino me deja criar... (tengo dos hijas más; pero la madre, mi ex mujer, decidió que yo debía verlas muy poco; y como después de lo que voy a contar me puse muy respetuoso de las cosas que manda el destino; ya casi ni reniego de este hecho, solo las extraño mucho... muchísimo...). Decía que salimos todos en la vieja combi Volkswagen que por entonces teníamos, por lo tres o cuatro kilómetros de camino que separan nuestra casa de la de Hugo.
Hugo es un cincuentón, descendiente de Trentínos, por ende es un gringo de ojos azules. Bonachón y bien hablado, excelente cocinero y cuando lo hace con Mónica, su mujer, las exquisiteces se multiplican por dos.
La finca se llama “El Buen Retiro”, quien sabe por qué, pero es muy difícil de preguntarle a su abuelo, quién le puso ese nombre, el pobre murió hace tanto... es una casona de unos cien años, con galerías toda la vuelta, ocho dormitorios, seis baños un gran comedor, un inmenso living y cuatro hectáreas de parque a la vera de la ciudad. Antes era una estanzuela de unas cien hectáreas, pero la urbe se le arrimó y los loteos para terrenos, las divisiones por herencia, etc. la han dejado en lo que es hoy.
La llegada fue con los saludos de rigor, la alegría de los chicos por poder correr, y la forzosa invitación de Mónica para que Sandra, mi mujer, la acompañe a terminar unos bocaditos para el mate, que vendría después de la reparación del molino.
Los aprestos para desarmar el viejo campeador de aspas oxidadas fueron obvios y tranquilos: Colocamos un malacate, que nos permita izar los caños hasta llegar a la falla y comenzamos el izaje.
La charla variaba entre detalles del trabajo y cosas de la vida, desconectamos el cabezal de la bomba y así quedo solo la ristra de caños de unos veinticinco metros, hundidos en dirección al centro de la tierra.
Cada unos seis metros se termina un caño, el que está unido al siguiente por una cupla con roscas, y es allí donde entran a tallar las grandes llaves “Stilson” que muerden los tubos oxidados, Hugo tirando por su lado y yo por el mío hasta que afloja la rosca, no es liviano pero de a poco se van sacando las uniones y la tierra va vomitando una a una las porciones del sistema.
Hasta que, como quién no quiere la cosa, una de esas roscas se puso dura... muy dura; tanto que Hugo, por tener una llave con mayor brazo de palanca, me comenzó a arrastrar. Comencé a perfilar un círculo en derredor del pozo que parecía una extraña danza, la que a medida de su desarrollo iba diezmando mi orgullo, ya que quedaba en evidencia que pese a tener diez años menos, mi estado físico era deplorable...
-Tomá esta...
Fue todo lo que me dijo y me alcanzó su gran llave, la que hacía mas palanca, la que necesitaba menos fuerza, la más humillante...
No protesté, me limité a hacer el enroque por la mía, cosa que vista a través del tiempo es bastante rara, porque yo era un tipo muy porfiado en ese entonces...
La comodidad de un mango mas grande, mis diez años menos, sin contar con que yo parezco un gigante, de dos metros, frente a las modestas dimensiones de mi amigo. Todas estas ventajas en la actual situación no hicieron más que avergonzarme peor aún... ya que la rosca no cedía y Hugo me hacía girar nuevamente esa danza que, por entonces, creí endemoniada y hoy sé angelical...
Me invitó a un descanso, me hizo sentar recostado en una de las patas angulosas del molino, yo estaba absolutamente confundido y algo cansado, no sabía como resolver esta situación pero en mi antigua soberbia pensé que el cansado era él.
-Mirá – me dijo – vos descansá que yo voy a convocar a las Fuerzas del Universo para que nos ayuden...
Yo lo sabía raro, Hugo cree que el origen de las enfermedades es espiritual, que el primero que se enferma es el corazón, los afectos, el Alma... que la falta de amor provoca deficiencias que son aprovechadas por virus, bacilos y demás agentes biológicos que ofician de peones de los malos espíritus, de los que vienen a poseernos, a enfermarnos. Yo sabía todo esto de Hugo, pero francamente, cuando se decide a invocar espíritus supera ampliamente mi capacidad de comprender a un comerciante reconocido y calmo como mi amigo, de entender lo que quería hacer en ese instante. A él no le preocupó mucho lo que pudiera estar pensando, se abocó, con una hierbita gruesa, a pegarle casi dulcemente e esa rosca “engripada”, agarrotada, oxidada... y el proceso duró interminables diez minutos, en los que yo acabé absolutamente convencido de que me estaba cargando, no supe que hacer, pero la impotencia no me dejó reaccionar ante esta extraña broma...
Recuperado de este mal momento, cuando ya parecía que todo había pasado, me apresté a tomar mi llave pero el me miró, me hizo un ademán para que yo espere y tomó ese caño porfiado, duro, inmóvil, con sus manos... hizo una pequeña fuerza, (o al menos eso es lo que me pareció) y el metal giró muy suavemente hasta desenroscarse por completo...
De pánico no pude huir, de miedo no pude creer, descontrolado no pude hablar para preguntarle que había pasado. Él comprendió mansamente, me miró tranquilo y me dijo:
-Hay tantas cosas en el Universo que no todos conocen, y es tan sencillo saberlas... ayudame a terminar con esta reparación y después, si vos querés, de a poco y a lo largo de los años te voy contando lo que yo sé...
El molino saca agua desde entonces, lo reparamos con una soldadura.
Yo cambié mi combi por un auto.
Con Hugo seguimos siendo amigos y nos vemos poco por su trabajo, pero en estos años cambié bastante, pude abrir candados sin necesidad de llaves, veo el espíritu de alguna gente vagando afligido por algunos lados, me enfermo muy poco, casi nada, y cuando miro a las estrellas estoy convencido de que el cielo está allí... en el cielo.

Noviembre de 2005

Texto agregado el 07-11-2005, y leído por 176 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-08-2006 También pienso como Hugo, a veces llamo a los espiritus... muy buen relato lesu
08-11-2005 ¡Maravilloso, Flaco!... Realmente es un texto (no un cuento, lo sé) que no solo se lee "de un tirón". sino que es de esos que te llegan hondo. Mucho. Gracias hermano por subirlo a la página y que todas mis estrellas te alumbren. vaerjuma
 
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