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Inicio / Cuenteros Locales / an_guer / Hacia la otra orilla

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Venía del río. Descalza, con los pantalones arremangados por debajo de la rodilla, las piernas sucias de barro. Vestía una remera negra, con el logo de las Pelotas. Tenía el pelo corto, mojado por el sudor que le corría por su fino cuello.
Habían varios botes, la ribera estaba atestada de hombres gordos, viejos ... sudorosos, el aire estaba denso y todavía era temprano. Sudor entreverado con el aroma inconfundible de las ‘truchas’......creyó que iba a desfallecer, así que decidió sentarse. Un muchacho de ojos globulosos, como los de una rana, estaban posados en ella, confundido por algo que era evidente, ella tenia pinta de ‘el’, pero no estaba seguro. La duda se disipó cuando el gordo pelado de la camisa sin mangas la llamó desde uno de los barcos: Barbara...quedé turbada, inquieta...

La tarde siguiente, en el calor espeso, solo se escuchaban los renacuajos de un charco cercano....yo caminaba junto al río, tranquila, pues conociendo al pueblo conformado de mas o menos cinco familias, sabia que nadie se atrevía a salir en el horario de la siesta, por el calor....solo por el calor. Sin embargo noté un movimiento y levante la cabeza. Desde el otro lado del río.. Barbara, ella me estaba mirando, inmóvil. Sin pensar en lo que hacia levanté mi mano y todo mi cuerpo dibujó el gesto de una palabra que nunca dije. El ‘río’ se acaudaló...
El sonido de una ‘cigarra’ se tornó metálica, durísima....la atmósfera tiritaba en el calor abrasador.
Durante un momento no nos movimos. El polvo me quemaba los pies, sin darme cuenta los encogía. Desviando con dificultad los ojos, como para huir de algún maleficio, se quitó la remera, despacio. Despacio termino por quitarse toda la ropa, su desnudez lentamente se revelo ...como si me estuviese curando de una ceguera, sentía mi ‘corazón’ henchido . Después, con los mismos gestos lentos me liberé de mi vestido y de ‘todo’ cuanto ‘me cubría’.
La cigarra pronunciaba una hermosa melodía sobre la liquida piel de aquel interminable cuerpo. Me metí en el agua y nadé hacia la otra orilla, mientras el bulto blanco y desnudo de Barbara se recogía hacia la penumbra de las ramas.

Texto agregado el 08-11-2005, y leído por 244 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
30-11-2011 Tiene eso bello de algunos cuentos en que el deseo y el sexo es como una forma de hacer justicia, de saciar carencias y purificar, no importando tabúes o intolerancias, piel contra piel, mujer contra mujer. NeweN
22-11-2011 ES-PEC-TA-CU-LAR filiberto
06-03-2009 Muy bonito cuento amiga, pues te consume, es decir, hace que lo leas mas y mas, lastimosamente, muy corto, pero interesante***te doy 5*** aficionada
05-03-2009 me gusto tu cuento...sigue así... ilcontraddittorio
14-11-2005 bello sirako
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