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Si era plan


Aprovechando que estamos todos aquí y que parece que si nadie lo remedia tenemos toda la noche por delante, me gustaría contaros una pequeña historia sobre mi vida. Ya lo sé, ....ya lo sé, .....no me miréis así, no me voy a poner pesado, intentaré no irme por los cerros de Úbeda y os prometo que no será una batallita mas del abuelo cebolleta. Para contarla me ceñiré a un delgado pero fuerte hilo conductor que guió gran parte de mis actos, además,...... ¿tenéis algo mejor que hacer?, ...... ¡pues, eso!.

Todo comenzó un día cuando mi abuela me regaló un cuaderno de tapa dura, .....si, .....si, de esos que les arrancabas las hojas y se notaba, un verdadero libro de actas sin numerar. El cuaderno era normalito, sin pretensión alguna, lo que se dice un cuaderno sin más. Lo único destacable del cuaderno no era físico...., ....si claro, era verde muy clarito y por detrás ponía 100 hojas con cierto orgullo y estiramiento, pero lo mas importante era que mi abuela al regalármelo me dijo lo siguiente: “Si tu quieres, este será el cuaderno de tu vida. Escribe todo lo que desees en el y con el tiempo podrás comprobar como tus deseos se cumplen uno a uno. Cuando llegues a la vejez y lo leas te podrás sentir reconfortado y te traerá todo el sosiego necesario para enfrentarte al viaje final. No será un diario de tu vida, será ¡el plan de tu vida!...... ¡La vida deseada!.

Lo recuerdo como si fuera hoy, con mis 8 añitos y mis pocas luces que empezaban a encenderse poco a poco, quedé impresionado por el peso del alegato. Sin comprenderlo apenas, percibí que era importante y merecía la pena no olvidarlo. Se podría decir que este es el primer recuerdo marcado a fuego en mi memoria. No lo olvidaría jamás.

Durante meses el cuaderno permaneció en un cajón mientras decidía que hacer con el, si usarlo en la escuela o ceñirme de alguna manera a las consignas recibidas. De vez en cuando lo sacaba del cajón y tenía la tentación de escribir un título en su portada, pero el solo hecho de pensar en marcarlo de forma irreversible me impedía hacerlo.

Cuando cumplí los 12 años, creí estar preparado para empezarlo, ya me sentía casi mayor. Un fin de semana me propuse empezar a escribir lo que sería mi plan de vida. Hice varios borradores con frases cortas, con guiones iniciales, con cruces, con bolígrafos rojos, azules y negros. Finalmente me decidí por un lápiz, ser precavido era lo mas importante, al menos así lo creía. Mi primera idea fue simple y llanamente: “vivir”. Si, sé que no es muy original, pero el sentido no era el que trivialmente se le da a la palabra, era una verdadera declaración de principios: Me proponía vivir la vida con plenitud. Bueno, no os riáis, .......tenía 12 años y la vida me parecía un camino larguísimo de recorrer con mas sombras que luces.

Al poco tiempo el cuaderno se fue llenando de frases que cambiaban de sentido según mi estado de ánimo, desde cosas triviales propias de la edad hasta frases que percibía que tenían una cierta profundidad vital aunque no las entendiera del todo. Fueron pasando los años y fui ganando en seguridad. Al cumplir los 16 años, descubrí el amor y creí que ya lo sabía todo sobre la vida. De la noche a la mañana me pasé al bolígrafo sin miramientos, había ganado en seguridad y de vez en cuando algún borrón o “tachajo” hacía hasta bonito, aportándole un poco de espontaneidad y un mucho de determinación. Definitivamente tomaba el control de mi vida.

Sobre esas fechas comencé a releer mi corto plan de vida y le empecé a dar mayor importancia. Comprobé por primera vez que una gran parte de mis “planes” se habían cumplido, lo que me impulsó a poner mas energía en su continuidad. Decidí que había que sistematizar su escritura, hacerla mas reflexiva y a mas largo plazo. Surgieron dos ideas, numerar los planes/deseos y agruparlos en una determinada época del año a modo de plan anual. Y que mejor que hacerlo entre nochebuena y nochevieja. Vale..., vale...., otra originalidad, ya sabéis, año nuevo, vida nueva. La numeración me llevó un tiempo resolverla, ya que no me decidía si renumerar hacia atrás o empezar con el uno desde donde estaba. Finalmente, decidí que era mejor contar los anteriores y empezar a numerar desde donde estaba con el número que le correspondía en el cuaderno. Así fue que al llegar la nochebuena de mis 17 años, numeré el siguiente de mis planes con el 325, nada mas y nada menos.

Pasaron los años y la costumbre se consolidó y empezó a formar parte de la rutina navideña. Sacaba de su escondite secreto a mi cuaderno y durante casi dos semanas, y a hurtadillas, me dedicaba a completarlo y a releerlo. No recuerdo bien cuando fue, pero al poco tiempo empecé a marcar con un punto rojo todos aquellos planes que se iban cumpliendo y me deleitaba ver como sus hojas se iban cubriendo de una fila vertical de puntos, lo cual me espoleaba a seguir escribiendo, con la ilusión de marcar cada nuevo plan con mi ya clásico, a esas alturas, punto rojo.

El contenido y tema sobre lo que versaban los planes iban mutando a medida que mi vida cambiaba, así aparecieron planes de estudios, gustos deportivos, amistades, expectativas de boda, poco después de hijos, luego de hipotecas, educación de los niños y necesidades varias,...., mi vida discurría ante mis ojos cada vez que me sentaba a leer mi cuaderno como si fuera un muelle que se estiraba mas y mas según crecían los planes de vida. A medida que mi vida avanzaba, comprobaba que la consigna de mi abuela resultaba casi profética a la vista de los resultados. Ya sabéis, la realidad es tan tozuda que se acaba imponiendo aunque no queramos. Así la vida se fue imponiendo a su manera pero dejándome una cierta sensación de control a través de mi cuaderno. Funcionaba como un sistema realimentado donde el plan se ajustaba a mis deseos que eran posibles de realizar y el tiempo simplemente me los concedía por ser realistas. Simple, ¿no?.

Al llegar a los cuarenta comencé con la crisis propia de la edad y mis planes empezaron a ser mas conservadores, mas orientados a no perder lo que había conseguido. Mi obsesión pasó a ser el sentido de mi existencia, medir la capitalización de mi potencialidad en hechos concretos, la permanente revisión de mi vida intentando encontrar cualquier maximización posible, la incertidumbre de poder mantener lo conseguido..... y empecé a trazar planes seguros, medidos y abordables a medio plazo. El largo plazo pasó a ser la jubilación y ......la residencia geriátrica. ¿Mi referencia?......poder darles la oportunidad a mis hijos de poder acceder a una educación, cuando menos, similar a la recibida de mis padres y de ser posible mejorarla. Ya,.....ya sé, no era mucho, pero cuento las cosas como las vivía, ¿para que engañaros, cuando ya no tengo nada que ocultar, ni que proteger?....ya ni siquiera me queda orgullo y mucho menos ante quien justificarme.

Por suerte para mi y los míos, pude superar la crisis y “conectar” con mi nueva realidad: Ya no era joven. Lo peor de no ser joven es conseguir acostumbrarse a lo que podías ser y no eres, y a que las oportunidades se cuentan con menos alegrías. Por lo demás es una etapa encantadora, descubres un valor en las cosas como cuando eras pequeño, todo se relativiza ¡Total para qué!, no hay nada ni nadie contra quien o que competir. Descubres que en la vida solo se trata de vivir y que tu papel está mas ligado a tus hijos de lo que pensabas, ya que tu potencialidad se traslada en un abrir y cerrar de ojos hacia ellos.

No, no, no he conseguido saber por qué, será instintivo, será la perpetuación de la carne o solo el egoísmo de apostar por la seguridad de tu propia vejez, para que cuiden de ti cuando ya no puedas valerte por ti mismo. Verdaderamente no lo sé. Lo que si sé es que fueron años de pocos planes y muchas dudas. Casi todos tenían que ver con mis hijos, sus estudios, sus ilusiones e incertidumbres, en suma, no eran míos aunque sin duda lo fueran.

Al pasar el rubicón de los 50 años, todo me parecía ya cuesta abajo, me venían las cosas rodadas y aparecieron mis hobbies. Mi tiempo libre pasó de mero y simple descanso, a ser todo lo contrario, una actividad frenética que curiosamente conseguía el efecto relajante propio del descanso mas riguroso. En mis planes y deseos aparecieron los verdaderos caprichitos de alguien que estaba iniciando el camino de vuelta. Aprender a jugar al golf para tener la excusa de dar paseos por el campo con amigos, leer libros que en su momento consideraba poco productivos para mi desarrollo intelectual, dedicarle un día entero a la parienta para ir de tiendas y un sin fin de experiencias conocidas pero nunca descubiertas para el mundo de mis sentidos.

Al llegar a los 58 años, me planté. Si, .....me planté. Me empecé a cuestionar el hábito de completar mi cuaderno y simplemente lo escondí mentalmente, negándole el sentido que le había dado hasta ese momento. Ese mismo año caí enfermo con un pronóstico poco claro en cuanto a su posible evolución compatible con la vida, en la mas pura jerga médica. En otros palabras, ¡La cosa estaba jodida!. Apenas recuperé el sentido y fui consciente de los hechos, pedí discretamente a mi hijo mayor que me trajera el cuaderno al hospital. No me cabía en la cabeza lo que me estaba pasando y “in extremis” pensé que el cuaderno me ayudaría a resolverlo. ....¡Pues no!, me equivoqué una vez mas. Estuve releyendo sus 853 planes durante días y días y ninguno dejaba entrever que era lo que me estaba pasando. Francamente me sentí desconcertado.

Un mes antes de navidad me dieron el alta médica y no faltaron recomendaciones, medicamentos y promesas de una pronta recuperación que mi cuerpo se negaba a “comprender”. Esa navidad y sin dudarlo ni un momento, escribí bajo el número 854 mi plan para recuperar la salud junto con otras iniciativas ligadas a la misma. ¿Ya sabéis lo que pasó, no?. Pues, si....., así fue que a los pocos meses recuperé la salud para sorpresa de propios y extraños, contra todo pronóstico el menda estaba en forma otra vez. Claro está, que con los achaques propios de la edad y con un toque de atención vital severo. ¡Vamos......, que tenía tarjeta amarilla y me tenía que cuidar!

A partir de ese momento empecé a contar los días que faltaban para entregarme al rito que regulaba mi vida. Llegué a poner puntos rojos a puñados durante los siguientes años, y mis planes giraban ya en torno a valores simples como la familia, la salud de todos, las expectativas de rejuvenecer a través de los nietos, la ayuda a los hijos, la amistad, cuidar a mi socia y compañera en la vida y tantas otras cosas que por su simplicidad parecen triviales pero que en esos momentos lo eran todo para mi.

Cuando ya peinaba mas de 78 primaveras y a la vista que rondaba el plan número 950 me fijé el objetivo de llegar a los 1000 planes. Resulta fascinante la sensación de haber completado algo cuando se llega a un número de los llamados “redondos”. Siempre he pensado que eran caprichos de nuestros convenciones, si hubiéramos nacido con 8 dedos en las manos seguramente la cosa sería a nuestros ojos igual de “redondas” ¿no?

Poco a poco y con un gran esfuerzo de imaginación fui rellenando ese abismo numérico, pero con el temor siempre presente que se acababa mi vida, por lo que cada plan era debidamente meditado como si estuviera “gastando” mis últimos cartuchos. Tal era la sensación que tenía, que creía “controlar” aun mas que nunca mi vida.

La sorpresa saltó cuando hace dos años en una consulta médica “rutinaria” para un anciano ya de 82 años, el médico en cuestión me empieza a contar una historia de romanos mezclados con indios americanos donde me hablaba de la calidad de vida, de la vida plena, de la edad y la vejez asumida, de la naturaleza, etc. Mientras escuchaba sin entender mucho a que se refería, se me instaló una idea que tenía que ver con el fin de mis días y cortándole abruptamente le espeté:

- Doctor, sé que he de morir, abrevie por favor, no parece que tenga mucho tiempo para símiles traídos de los pelos para explicar lo que parece obvio.

El médico impávido me miró fijamente y me dijo:

- Lleva Usted razón, ya tiene una edad y parece que está preparado para encajarlo. Lamento decirle que su diagnóstico es grave y visto el avance de su enfermedad todo parece indicar que tiene una expectativa de vida de unos seis meses aproximadamente.

Al completar lo que parecía su sentencia, sintética y ajustada al caso, se me quedó mirando esperando una reacción. Al no percibirla su gesto cambió abruptamente y me espetó:

- Perdone....., ¿Me ha entendido Usted?
- Si, le he entendido perfectamente, pero ¿Sabe una cosa?
– le contesté pausada y tranquilamente
- Dígame
- Que no entra en mis planes acabar así, lo siento pero debe de haberse equivocado.

El médico atónito pasó a tener mal aspecto, claramente lo había dejado fuera de juego. Tras unos segundos recondujo la conversación hacía mi familia y me preguntó si me había acompañado algún familiar. Aunque estaba mi hija esperándome fuera, le dije que no y me escapé por la tangente con promesas de hacerlo llamar en cuanto llegase a casa. De mas está deciros que antes de salir de la consulta ya había olvidado el tema. Al abrir la puerta recompuse mi gesto facial plantándole mi mejor sonrisa y ante el gesto expectante de mi hija que esperaba pacientemente le dije: “Que estoy hecho un roble, ¡venga, vamos a casa, esto ya es historia!”.

Al llegar a casa, repetí el mismo alegato a mi mujer, aderezándolo un poco con frases que ensalzaban mi vitalidad, pero sin pasarme. No se como lo hacen las mujeres pero si te pasas de frenada se dan cuenta, todo tiene que ser lógico y medido, caso contrario te pillan seguro.

Una vez que los tenía a todos convencidos, esperé hasta la noche y fui con el sigilo propio de la edad a por mi cuaderno. Una vez liberado de su morada y con la intimidad propia que la situación requería, me puse a analizarlo. Con sorpresa verifiqué que apenas me quedaban 12 planes, eché un cálculo sobre el tiempo al que podían equivaler y sorprendentemente podría coincidir con el diagnóstico recibido esa misma tarde. Parecía perdido. Cerré el cuaderno y lo devolví a su sitio. Inmediatamente mi mente se puso en blanco y se resistió a aceptarlo. No podía ser posible. Tras unos minutos de confusión, pero sin perder la calma, se me ocurrió ir a buscar una foto de la abuela para intentar encontrar un “consejo viable” que resolviera el entuerto, no cabía duda, el viaje final estaba próximo pero.... ¿cómo?.

Me hice a hurtadillas con la foto color sepia que la retrataba como una anciana de porte elegante y de gesto en apariencia severo, pero que no era tal. Las apreturas de la vida habían cincelado en su rostro una expresión de dureza externa que no le correspondía. La contemplé durante un largo rato hasta que mi mujer me sacó de mi ensimismamiento llamándome a acostarnos. Por fortuna no vio la foto, hubiera sido una tragedia tener que explicarle que estaba haciendo con ella.

¿Os estoy aburriendo?, ¿No?.....me alegro......bueno, ya queda poco que contar.

Estuve unos días con la foto a cuestas y a escondidas la observaba con ojos de ver y sentir. Para esto me vinieron muy bien los paseos que me daba por el barrio a media mañana, eran la tapadera perfecta para no ser sorprendido “in fraganti” en mis cavilaciones. A los pocos días conseguí recordar fielmente lo que mi abuela me había dicho mas de 70 años atrás y comprendí el verdadero significado de sus palabras, casi contaba con la misma edad que ella al decírmelo y todo cobraba un nuevo sentido a dos pasos de la salida vital. No existía solución alguna, la realidad se impondría lo quisiera o no, solo restaba la voluntad de hacerlo a mi manera, ¡Tenía el control!.

A la mañana siguiente, en cuanto tuve la oportunidad de estar a solas en casa durante un rato, me dispuse a “planificar” lo que ya consideraba el resto de mi vida. De una sentada escribí 11 planes casi sin respirar. Todos estaban relacionados con formas de “cerrar” mi vida de una forma que hubiera valido la pena y que me permitiese marcar con un punto rojo el primero que había escrito hacia ya siete décadas. Cuando numeré el 1000, los músculos del brazo se tensaron imposibilitando la escritura. Una señal clara de que aún no estaba preparado para ello. Medité largamente hasta que oí una llave que intentaba abrir la puerta de casa. Me limité a cerrar y guardar el cuaderno y me puse a revisar papeles del banco que tenía ya preparados por si era sorprendido en plena faena.

Así pasaron los siguientes tres meses, mi salud no daba signos de debilitamiento y mis planes iban cumpliéndose de forma sistemática. Todo parecía normal y me hizo pensar que verdaderamente el médico podía haberse equivocado, pero al mismo tiempo nació en mi una nueva obsesión por escribir el plan número 1000, no fuera cosa que quedara inconclusa mi obra. Aguanté con mucho esfuerzo hasta la siguiente navidad y me dispuse a completar mi viaje. Tardé 7 días en encontrar el plan 1000, pero cuando se abrió paso en mi cabeza era el esperado, el elegido, el perfecto broche de oro. Siempre había oído que la verdad resplandecía con luz propia pero hasta ese momento no sabía cuan cierto era. Sin dudarlo escribí el plan final de mi vida con la firme convicción de que si se cumplía no podría marcarlo en rojo, ni este ni el primero, pero me pareció perfecto. Inmediatamente tracé bajo el número 1000 una línea horizontal y puse la fecha. De esta forma quedó decretado el cierre del plan de mi vida. El solo hecho de haberlo completado me llenó de ilusión y me infundió una vitalidad que ya no recordaba. A partir de ese momento toda mi voluntad e interés estarían orientados a cumplirlo.

Siguieron pasando los meses y la cosas marchaban, fui marcando muchos de los que aún estaban pendientes y las relecturas del cuaderno me aportaban sosiego y mucha, mucha, tranquilidad. Hace dos semanas marqué con un punto rojo los 998 planes intermedios y supe que el fin estaba cerca. Estaba preparado para encararlo y sabía muy bien lo que debía hacer. Escribí cartas personales a cada uno de los míos. Compré 5 cuadernos de 100 hojas y tapa dura para cada uno de mis 5 nietos y por separado, y a cubierto de miradas indiscretas, se los fui entregando uno a uno con la consigna medida y muy estudiada. Completada con ellos la familia, me dediqué a recuperar viejas amistades y me puse a llamarles para interesarme por sus vidas y a proponerles vernos en cualquier momento, no era cuestión de hacer un drama de cada llamada.

Los días siguientes fueron una delicia, dormí cada noche de un tirón como cuando era niño y me levanté lleno de energía sin nada que hacer pero con la ilusión de vivirlos plenamente.

Ayer, como todos los días, me dispuse a dar mi paseo diario y a pocos metros de casa presentí que era el día señalado. Tranquilamente me dirigí al kiosco de periódicos a comprar la prensa deportiva y aunque era muy pronto, me dispuse pacientemente a esperar frente al colegio de mis nietos leyendo los resultados del fútbol y las expectativas para la próxima jornada. El Real Madrid llevaba una racha mala pero todo parecía indicar que en los próximos partidos recortaría la distancia que le separaba del Valencia. A la hora prevista salió mi nieto el mayor y esperamos juntos al pequeño. Le dije que no se moviera de mi lado y que mas tarde había que llamar a su padre. Minutos después salió el pequeño y nos encaminamos hacia su casa. Como solía ser habitual iban a su aire, despegados de mi unos metros, aunque los tenía vigilados y controlados. Al llegar a la bocacalle anterior iniciamos el cruce y allí estaba mi destino. De dos zancadas recuperé la distancia a mis nietos y de un manotazo, medido por lo sabido, los empujé hacia atrás lo justo para que estuvieran fuera de la trayectoria del coche que se abalanzaba de forma incontrolada sobre ellos. El resultado lo tenéis delante, apenas bastaron unos segundos para dejarme así.

Como veis, elegí mi destino y cumplí mis planes. Ahora solo me queda rogaros que alguno de vosotros sea tan amable de marcar con dos puntos rojos mi cuaderno y mi vida estará completa. Si,... si, ...tu mismo me vales.....¡perfecto!. ...¿Cual era el último plan?.... Ya lo veréis, fue tan simple como el primero, toda una declaración de fines.......Ahora tendréis que perdonarme pero me voy a contárselo a la abuela.

Texto agregado el 09-11-2005, y leído por 352 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
02-03-2006 y llegué hasta este memorable relato y en parte mis planes de encontrar algo bien escrito, bueno y gratificante en la página se convirtieron en sueños que se hicieron realidad. Un saludo amigo! y*SSSSS josef
21-11-2005 Leì antes algo de lo tuyo y me parecio muy bueno, pero este me sorprendiò por la madurez y la fluidez del tema que se desliza facil y encantadoramente en la secuencia de este original "Plan de vida de vida" Realmente extraordinario relato y gracias por compartirlo. Un abrazo... Ah, me queda la misma duda de Ichtus. ollitsak
20-11-2005 Me queda la duda. cuantos años tienes? personalmente no me gusta leer textos tan largos (aunque yo tengo un par) en la página.... pero este me envolvió con su sencilles y encanto. Muy bien narrado... todo como si fuera una charla. mis *'s IchtuS
13-11-2005 Este cuento tiene de todo lo necesario para que al leerlo te quedes feliz y saciado. Creativo, ingenioso, bien narrado, aleccionador, atractivo... Felicidades! ***** graju
13-11-2005 Dioss mereció la pena, carajoo leerte me ha gustado tanto como ver la última de harry potter, ajajjaadioooos, ha sido increible, algo mágico. Contado con ternura, con ritmo, recarajooooooooo.... plas plas plas... (aplausos)... Pero a ver, en menudo lío me has metido ¿como hago para ponerte los puntos rojos?, dios apreté todas las teclas y nada, ajaja.. umm buuf... a ver si se me ocurre un plan y puedo llevar a cabo este maravilloso encargo "yayo", jajaa... un susurro* susurros
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