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Vivir. Que palabra mas simple: vivir. Yo vivo.
Han pasado cinco años. Ahora vivimos. Esa palabra tan simple se transformó en una de las cosas mas complejas que haya tenido que hacer en mi vida. Estoy viviendo con ella.

Soy periodista. Trabajo todo el día y al ponerme la chaqueta y beber el último café en el escritorio, pienso en lo que me espera al regresar a casa. Veré a mi esposa sentada en el sillón con su mascara de belleza, que la hace parecer de otro planeta o tal vez cosa que prefiero la veré con los niños. Aunque pensándolo bien ya no son niños y es muy probable que estén en el liceo con trabajo extra o con sus “amigas”. Me subo al auto y solo trato de pensar en algo bueno. En algo mágico. Comienzo a dar vueltas por la ciudad y aún no he decidido a que hora regresar pero sé lo que me espera: mi esposa pidiéndome explicaciones y cada una de ellas será fútil y sin fundamentos.
Ella es médico. Pero esta semana justamente tomó algunos días de vacaciones para estar con los niños. Sigo llamándolos niños. Extraño esos días en los que llegaba a la casa y estaba desierta. Extraño esos momentos de paz luego del trabajo, después de aguantar todos los gritos del director de la revista.

Llegó el perentorio momento; estoy frente a las puertas de mi hogar, mas bien, casa y agradezco que los niños no estén allí. La veo desde afuera en el sillón sentada esperándome. Me armo de valor y de artimañas y entro en la casa. No me mira, no me habla. Esta allí sentada en bata mirando por la ventana. Esto es peor de lo que imaginaba. Me ubico frente a ella y la miro. Sólo una mirada basta para entenderlo todo, como siempre, desde que éramos niños. En ese momento entendí por que estaba realmente en la casa, me lo dijo: “perdí mi trabajo”. Su voz sinuosa al principio, solo hizo que esos ojos míos, a los cuales conozco desde la primera vez que fue a ver a mi familia en navidad , se tornaran oscuros y algo brillantes, trataban de contener el llanto. El silencio gobernó la habitación. No supe que contestar. Esa era la razón de su mal talante. “Ahora debemos pensar en algo”, me dijo.
Siempre buscando soluciones, para problemas que no solo afectan de manera económica a esta familia, sino que además la hacían sentir frágil y débil ante cualquier nueva sorpresa que la vida le entregue durante estos días aciagos.
Cuando era mas joven y algo funesto entraba a su vida, siempre encontraba la manera de superarlo. Por eso la amé: por su fortaleza. Siempre trataba de buscar la enseñanza que le entregaba cada una de las cosas que pasaban en su vida. Era independiente, era capaz de hacer cosas que nadie mas se atrevía a hacer. Y siempre estaba yo ahí para protegerla, para abrazarla.

Nos conocimos por obligaciones familiares, por las reuniones de familia: las navidades, cumpleaños y vacaciones. Siempre fue callada. Pero eso no fue un impedimento. No solo nos une el afecto sino que también la sangre.
El temor al principio fue ineludible pero, con el paso de los años lo que sentíamos se fue haciendo cada vez mas fuerte. Al verla comenzaba a tartamudear, sudaba y solo hablaba tonterías. Ella solo se sonrojaba. Todos a nuestro alrededor sabían lo nuestro pero nunca se hablo de ello. Ya adultos y seguros tomamos la decisión.
Somos marido y mujer hace más de dieciséis años. Y recuerdo aun la primera vez que me besó. Sé que no bebe mas que té orgánico. Recuerdo su cumpleaños. También sé que los tulipanes son sus flores favoritas. También sé que le encanta su trabajo, el chocolate y la comida china. Cuando se duerme la miro y me percato que no puede conciliar el sueño sino es boca abajo, mientras yo acaricio su espalda. Siempre interrumpe mi sueño porque habla mientras duerme. Su color predilecto es el azul y le encantan los pantalones. Nada de ella he olvidado. Mucho menos que al principio de nuestra relación era muy distante, fría e indiferente a cada una de mis palabras, era estoica, y no confiaba en nadie, pero cambió. Dejó refulgir todo ese ser encantador que yo tanto conozco, que yo tanto amo. Soy feliz con mi rutina: la tengo a ella.

Ella ya no me ama como antes, lo noto cuando me mira. Lo noto cuando me abraza. Luego de tanto tiempo juntos olvidó lo que sentía por mi y lo guardó en la ultima blusa estival cuando colgaba la chaqueta. Tal vez regrese cuando este invierno pase. Tal vez regrese cuando recuerde lo que sintió por mi alguna vez. Continuaré a su lado. Viviendo; viviendo sin mas remedio que seguir amándola.

Texto agregado el 09-11-2005, y leído por 83 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
09-11-2005 Uauuuu amigo es que quizá ahora ya no me siento tan especial. Estas a tiempo de despertarla. No hagas como yo que ya no la tengo a mi lado. Los cambios no se producen por generacion espontánea. Hay que provocarlos como a la vida. Un abrazo fraterno. 5* pichu
 
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