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Cuando llega el momento de la declaración, cuando uno se siente grande, cuando se cree en lo imposible, cuando soñar es el único alimento necesario, cuando se es ingenuo y apela al ingenio para conquistar, cuando una llamada o una carta de dos párrafos son suficientes para la alegría, cuando se quiere dolorosa y profundamente, cuando se divaga entre goces y palabras no inventadas, cuando uno se siente como yo me sentía hasta ayer; nadie mejor que el amigo Mario para gritarle al mundo y a ti eso que carcome de improvisto, el contrabando y el riesgo, la valentía, la apuesta perdida, el amor… sencillamente.

Pero ahora no es un poema del viejo lo que quiero dedicarte. Demasiado uso y plagio a cambio de silencio. El Benedetti exiliado, desexiliado y enamorado no es bueno para las despedidas. Mejor alguien más desgarrado y desgarrador, aquella muerte que vive entre cíclopes y autopistas, el más grande escritor de nuestra tierra para tantos expertos. Aquel fantástico y fantasioso que escribió con sangre quince poemas para un imposible. Sólo él, Cortázar, es el indicado para esta despedida. Por eso, a través de él, vuelvo a escribirte definitoria y definitivamente, mi última carta declaratoria.

Me gustaría que creyeras
que esto es el irrisorio juego
de las compensaciones
con que consuelo esta distancia.
Sigue entonces danzando
en el espejo de otro cuerpo
después de haber sonreído
apenas
para mí.


Porque me retiro de la contienda dignamente, con la dignidad malgastada, como aquel jugador que sale del casino con las manos vacías y la sed de seguir perdiendo lo que nunca tuvo. Tiro la toalla, para decirlo en términos deportivos. Porque para qué seguir insistiendo en algo que alguien no quiere ni necesita. Tú mismo lo dijiste, de no haber sido por mí, toda posibilidad de contacto se habría perdido. Y cuando yo pensaba que jugaba a mi antojo con el tiempo, el espacio, los relojes, los aviones y los calendarios; desperté de golpe con tu grito de auxilio. De no haber sido por mí… entonces que no siga siendo.

Creo que no te quiero,
que solamente quiero la imposibilidad
tan obvia de quererte
como la mano izquierda
enamorada de ese guante
que vive en la derecha.


Quisiera creer en ese pequeño verso. Que esto no es enamoramiento sino lapsus sentimentalis, no abismo sino hueco, y yo caminando en el filo, sin caer. Porque a partir de hoy me empeño en creer que fue la nostalgia la culpable, con el apoyo de la melancolía. Desde hoy voy a creer que te idealicé, que te hice gigante sin serlo, que me enamoré de la idea que tengo de ti, más no de ti. Quisiera creer que quererte era el puente para no perderme los recuerdos inventados y vividos de una vida que ya no tengo. Que todo esto es un simulacro, una práctica para mejorarme en el oficio de la entrega y la capacidad para dar. Y aunque todo esto sea mentira, a partir de ahora será la versión oficial documentada y archivada en mi maltrecha memoria. Es mentira, lo sé, pero ahora digo: no fuiste más que un capricho. Así es mejor, créeme, retirarse a tiempo de la contienda. Para qué seguir esperando lo que nunca va a llegar, simplemente porque eres tú el que no quiere, el que no sabe, el que no está seguro. Para qué seguir mendigando algo más que un abrazo o un saludo amistoso. Para qué seguirte queriendo si tú no me quieres a mí, si nunca quisiste quererme.

No te voy a cansar con más poemas.
Digamos que te dije
nubes, tijeras, barriletes, lápices,
y acaso alguna vez
te sonreíste.


Yo sí te voy a escribir, pero una última carta. Esta madrugada, así de golpe, como siempre, decidí garabatearte lo que titulé Carta de despedida, allá la tengo, hecha a mano, sobre mi velador. Quise pensarlo antes, para evitar cualquier equivocación. Me equivoco a diario, como sabes. Pero sí, este es el momento. Bandera blanca, paz a sus restos, asunto olvidado, capút, finito, the end, ya no más. Desde ahora sólo amigos, aunque te parezca estúpido porque tú jamás quisiste otra cosa. Por eso, para mí, debo aclarar que desde ahora sólo eso… buenos y grandes amigos, de los que sí duran, que se quedan de largo, aquellos que se emborrachan contigo cuando te sientes peor que la mierda, de los que creen en la hermandad, como el enano y yo, así de amigos, así... porque como hombre eres sueño fallido, pero eres gigantesco como amigo.

Texto agregado el 11-11-2005, y leído por 176 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-11-2005 Me quedé sin palabras, un placer leerte, saludos. baldomero
11-11-2005 Tienes en esta carta la convicción,la determinación,las ideas claras.A la vez se te escapa un regusto amargo,una especie de anestecia que al desaparecer hará que el amor vuelva a doler.Me ha encantado.Es perfecta.***** Gadeira
11-11-2005 Solo, un grande puede narrar una carta de despedida tan bien definida es una joya te felicito, un beso***** lagunita
 
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