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El refugio.
El mundo es de quien no siente
Fernando Pessoa


-¿Te acordás, Carlos, que yo me enamoraba? Si? No? ¿te acordás?; y vos ¿qué me decías? A ver si lo puedo repetir: “sexo, las minas solo son y quieren sexo”, y... ¿qué más decías?
-Que no nació la mina que no te abroche. ¿Y? ¿tenía razón o no?-
-Sí, claro que tenías razón, ¿por qué no te dí bola antes?


-Yo siempre le decía a tu viejo: Esteban es buen tipo, buenísimo, pero tiene un solo problema: se enamora siempre, es muy enamoradizo, y el amor no es algo bueno porque provoca insatisfacción, y nada que provoque insatisfacción puede ser bueno. Además, Esteban necesita hacerse preguntas para vivir, y eso es muy complicado.
-Y... yo creía en el amor; para mi no había estados intermedios, el amor me hacía ver el mundo distinto, le ponía suavidad a la vida. Me hacía vivir riendo. Para mi el fracaso no existía en la vida, Carlos, ¿lo podés entender? En aquélla época si me decían que todo estaba mal, yo decía que no, que mientras existiera el amor todo podía cambiar, todo era posible.
Vos sabés que siempre me gustó leer; y, en aquélla época, más aún; cualquier cosa me gustaba leer, que me pasara cualquier cosa, pero no me alejaran de mis libros y mis poetas, y escribía ¿te acordas? Yo, donde los demás veían un árbol, un banco de plaza, una pareja, un día de sol, que se yo, cosas animadas e inanimadas, pero separadas, solo algo ante sus ojos, yo veía una historia; para mi, todo, atrás de lo que se veía, era una historia, y casi siempre de amor. Yo pensaba que la palabra escrita era la forma más sincera de expresarse porque con ella ibas del interior del que escribe al interior del que lee, y salteabas todo lo externo, lo físico, la apariencia, lo superficial. ¿Te acordás?. Todo el tiempo encontrando historias...... ¿No era que cuando volvíamos caminando de la facultad yo te decía que me gustaba ver para adentro de las casas, a través de las ventanas abiertas, porque me imaginaba cómo vivía la gente, cómo serían felices? ...¿era así? ¿Y vos que me decías?
-Que eras un boludo, qué te iba a decir, con veinte años pensar así, eras dos veces boludo, eso te decía-
-Ahora ya no escribo, Carlos, vos tenías razón.

Esteban era atractivo e inteligente, pero eso no le importaba. Era calmo y sereno, pero seguro; nadie, hombre o mujer, que lo hubiera visto alguna vez manejar una situación extrema no podía dejar de admirarlo o, en cierta medida, sentirse atraído.
Disfrutaba con las cosas simples, y si alguna vez no lograba calmar la ansiedad o la pena de alguien, era porque esa ansiedad o esa pena eran inconsolables.


-Yo tenía éxito con las mujeres antes, ¿te acordás, o no? a las mujeres le gustaba como era, esa onda romántica, solitaria, medio inaccesible y a la vez tan disponible, tan abierto, ingenuo, no sé.. distinto, les entraba fácil con eso. Con eso gustaba, pero en aquél tiempo yo no quería andar con minas porque sí, yo era de los que creían que solo valía la pena estar con una mujer si estabas por amor. Jamás por sexo. ¡Cuántas cosas en las que creía que ahora me parecen tan absurdas, al verlas sin emoción!
-Pero, decime: ¿Por qué las cosas malas nos pasan en el mismo momento que nos parece que somos más felices?-


Carlos no sabía si tocar el tema. Sabía que, en cierta forma, Esteban no estaba recuperado, y temía que toda esa euforia de león herido desapareciera como había aparecido, así de golpe, en ese amigo suyo que hacía un tiempo se admiraba con una noche clara, que podía estremecerse con la lluvia o el viento, y para quien el silencio no era la falta de sonido, sino un sonido conmovedoramente expresivo según las circunstancias. Carlos lo pensaba, y pensaba que, tal vez, él también lo envidiaba en esa visión de la vida; pensaba qué bueno hubiera sido que todo fuera como lo creía Esteban, pero después confirmó que él estaba en lo cierto y Esteban equivocado.
No sabía si hablar del tema, pero no hizo falta decir nada.


-Hasta que me enamoré de Celia, que era linda como mirar el cielo y el mar donde se encuentran, y que cuando la besé por primera vez supe que estaba besando la vida. Siempre la miraba cuando estábamos tomando algo, y estaba seguro que Dios existía, porque nadie, humano, mortal, podría haber dibujado algo tan perfecto. ¡Bah! Así me parecía, aunque no se si era tan hermosa o era solo que el amor la dibujaba, ante mis ojos, cada día distinta, pero más hermosa-
-Era un hembrón, macho, pero una terrible turra-.
-Y yo no la toqué, no intenté hacerle el amor por vergüenza o respeto, no lo sé; sí se que la amaba …., mucho, y tenía miedo que me mal interpretara, tenía miedo que pensara que lo único que me interesaba de ella era lo físico, que era un calentón, por eso dejaba pasar el tiempo, por respeto, pero era obvio que yo quería hacerle el amor, no cojçermela, me entendés, hacerle el amor, que son cosas distintas; ¿vos no lo entendés, no?; la deseaba tanto, tenía tantas ganas de amarla........ la cuidaba. Todo le consentía, hasta que se fue y del encantamiento no me quedó más que una caja vacía.
-No se fue, Esteban, fue mucho peor que eso. Te metió los cuernos con el tipo que estudiaba con ella; durante los últimos cuatro meses te tomó el pelo, mal, mientras vos creías que la felicidad estaba en el amor que sentías por Celia, para ella el amor era la felicidad que le hacía sentir, mientras la amasijaba, el flaco que estudiaba con ella. No le importaba el amor, le importaba el sexo, y cagarte, como a todas las mujeres.
Lo dijo con firmeza, pero sin ofensa.


Había sido por el mes de junio. Esteban lo recordaba bien porque era esa época en que, en la ciudad, el cielo se pone de un color azul muy oscuro, entre azul y negro como se pone cuando hace mucho frío pero hay miles de estrellas brillando, ese cielo que, hasta ese día, lo conmovía, ese cielo azul gélido que él amaba, y que aún recuerda tan bien.
La había visto en un auto, sentada sobre él, la espalda apoyada contra el volante, la pollera subida por arriba de las caderas, el balanceo tenue de ella sobre él, su piel blanca, tan blanca como él la conocía, las manos.....recorriéndose lentamente......


Ahora Esteban parecía haber encontrado su refugio, un lugar donde la vida se dejara vivir sin compromisos, donde el día era solo día, la noche solo una noche más, las personas no más que compañía, y las cosas ... lo que se veía. Allí nadie lo alcanzaba, y, de allí, ya nunca saldría. No debería nada a nadie porque de nadie nada esperaría.
En esa fortaleza, en la cual no se permitía que ingresaran los sentimientos, no la imaginaría más haciendo el amor con otro. Allí no imaginaría a Celia, hermosa como el mar y el cielo donde se encuentran, acercándose en la oscuridad, con su cuerpo desnudo, nunca hacia él, sino hacia otro.
Entonces, mirándolo fijo a los ojos a su amigo, Esteban, desde su refugio, dijo:
-Sí, tenés razón, viejo, las minas no sirven para otra cosa que para el sexo. Y no nació la mina que no te abroche si encuentra algo mejor. Bueno, un par de pastillas, mucho agua, y a divertirse; mirá, ahí hay dos bailando solas, yo la de la izquierda y vos la de la derecha, te dejo la linda, pero ojo, que esa belleza no te engañe, y....no te olvides .......... en esta vida, mi amigo, no quedó lugar para el amor.

Texto agregado el 13-11-2005, y leído por 238 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
17-03-2008 Abriste el alma y tu corazón de par en par con este relato reflexivo, el cual leí varias veces, me hizo llorar y me dejó un sabor extraño, indescriptible en mi alma, que hoy está muy golpeada. Muy bueno tu relato, demasiado bueno. Un abrazo cálido, y abro mis dos manos y deposito todas las estrellas que en ellas quepan. Un beso Sofiama
09-08-2006 La vida nos da esos golpes, y que tristes son... pero nadie que haya amado y se sienta con la capacidad plena de hacerlo, debe arrepentirse de eso. Un abrazo... (fluido el relato, real, pone a meditar) Thais
23-01-2006 Es una triste historia... Todos aprendemos que amor sin dolor no es amor. Aunque tú lo quieras negar, en esta vida SÍ HAY LUGAR PARA EL AMOR. Un abrazo. ctapdb
02-01-2006 vaya... quizás el tiempo haya curado esas decepciones y no solo valgamos para el sexo .... somos mas que dos tetas y unas piernas inmensamente largas,a jaja.. un susurro* susurros
 
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