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Era fácil darse cuenta que Ana no era la misma, su mirada lo decía todo, era tan transparente, en sus ojos se podía ver mas allá, no se como explicarlo pero cuando la mirabas te dabas cuenta, o quizás era pura intuición lo que me llevaba a pensar de que algo no cuadraba, tal ves un gesto en su rostro, quien sabe. Tendría que haber actuado en ese momento en que la noté diferente, si le hubiera preguntado que le pasaba… en fin ya no puedo cambiar los hechos.

¿Cómo empezó todo?

Fue una tarde, yo iba al trabajo, cuando subí al colectivo la vi sentada en el fondo, rubia platinada, de ojos claros, nariz perfecta, labios dulces, ¿como no desearla?, me senté a su lado, ella estaba escuchando música, concentrada en el afuera y yo sin parpadear al verla.
Llegue a calcular la hora exacta en que ella estuviera en el colectivo del día siguiente para volverla a ver, y así fue, para mi desgracia el asiento a su lado estaba ocupado, pero el viaje fue igual que el del día anterior, contemplándola hasta que se bajaba del colectivo, se bajaba dos paradas antes que yo, lo que me favorecía, ya que si se llegaba a bajar después seguro me pasaba de parada.
Ese juego de miradas en el colectivo me duro dos semanas, hasta que por fin me decidí a hablarle, no recuerdo cual fue la excusa ni el comentario, lo que si se es que cuando me respondió quede unos segundos en silencio, su voz era suave y calma, como de ensueño, así seguimos hablando todo el viaje, yo sabia que me estaba metiendo en un terreno turbio, pensé en mi mujer, en mis hijos, pero la miraba a los ojos y me perdía, sentía esa sensación que ya había creído extinta en mi.
Estaba enamorado, ¿podía haberme pasado?, yo ya tenia una vida hecha y resuelta, mi mujer, mis hijos… pero se cruzo Ana, imposible no enamorarse, tan dulce, tan pura…
Comenzamos a salir un 15 de abril, recuerdo que ese día subí al colectivo de un salto, saque mal el boleto de los nervios, el ramo de rosas se estaba machacando entre mi maletín y mi pecho, mire hacia atrás, estaba sentada mirándome haciendo malabares con las monedas, el maletín y las rosas, camine hacia ella, ella se paró, me detuve, me sonrió y bajó del colectivo, no entendía por qué, me apresuré, bajé tras ella, la corrí, se detuvo en una esquina, la alcancé, la miré…
_Ya era hora _suspiró.
La besé, nos besamos como dos adolescentes en su primer beso, torpes y apresurados llenos de pasión.

Así comencé mi noviazgo con Ana, a escondidas por las sombras, tratando que nadie me viera ya que en el barrio era muy conocido y todos sabían de mi vida, mi mujer y mis hijos.
Después de dos meses convencí a Ana de que se mudara a un departamento que yo le había alquilado, quedaba lejos del barrio lo que me dejaba más tranquilo en nuestras salidas.

Mi mujer y mis hijos me empezaron a reclamar más atención, querían que pasara más tiempo con ellos, pero yo solo deseaba estar con Ana, después de dos semanas de discusiones con mi mujer me separé, ahora si podría dedicarme pura y exclusivamente a Ana, ella era mi amor verdadero.
Me mude al departamento que le había alquilado y comenzamos a convivir, todas las mañanas la despertaba con el desayuno en la cama, la acompañaba al trabajo y la iba a buscar, todo era fantástico, le cocinaba, salíamos al cine, la llevaba de compras, hacia todo por ella.
Después de 3 años no se por qué la relación se fue apagando, Ana ya no era la misma, sus ojos ya no brillaban, su pelo no era el mismo, su sonrisa no destellaba, quizás por eso cuando subí al colectivo esa tarde, después de haber acompañado a Ana al trabajo, me detuve en la mirada de una Pelirroja, estaba sentada en el primer asiento, sus ojos… sus ojos eran tan puros…

Texto agregado el 14-11-2005, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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