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Sobre unos trapos y unos cuantos periódicos, reposa mi amigo Mauro. Finalmente llegó, apenas había empezado la noche y la tormenta aún resonaba, algo más al sur, en el cabo S. Martín. Exhausto se desplomó al verme. No tengo ningún conocimiento sobre anatomía aviar, sin embargo, no había duda, una ala estaba completamente rota. Lo vendé, echando más imaginación y buen deseo que otra cosa, y lo dejé reposando, cerca de la chimenea, aun palpitante. Apenas era una bola maltrecha de plumas empapadas, su pequeño pico anaranjado y una mirada perdida. En sus ojos, llevaba las nubes negras y una noche naciente.
La última brisa con la que estuvo jugando le estrelló por accidente, sin mala intención, me dijo, sin apenas darse cuenta. Disculpándola, ella no conocía la dureza los cirros a ciertas velocidades.
Yo le escucho, y saco los cristales helados que aun lleva entre sus alas. El choque ha debido ser bárbaro. La diferencia entre la intencionalidad y la inconciencia temeraria es nula cuando se trata de un corazón ajeno.
Admiro a Mauro. Lleva la primavera dentro, siempre dispuesto a renacer, como si en lugar de una gaviota, fuese un ave fénix. De sobra sé que se recuperará pronto.
Las campanas de la iglesia del pueblo me han despertado. Luce de nuevo el sol, regalándonos la limpieza del aire tras la tormenta. Ni un rastro de bruma en toda la bahía. Oigo las sirenas en el puerto, conjurando una nueva pesca.
Llamados por el nuevo sol y los charcos, los niños han salido haciendo la calle suya. Sábado. No hay colegio. Juegan a la pelota en cualquier rincón, sus madres sacan la colada. Llena de sábanas blancas se ha despertado el pueblo, danzan colgadas en las ventanas, rompiendo el azul intenso de este cielo joven.
Es un noviembre que parece marzo, y algunas plantas, confundidas, se han deshecho en flores. Abejas atareadas van y vienen del romero al azahar. Estas no se ablandan, nunca se distancian de la realidad más mundana de su colmena.
Al llegar al paseo, suenan las olas, aún enfadadas, grises, contra las rocas. Es un canto tosco, que decrece hasta ser el de los días claros, ese tan dulce, acariciando la orilla. Alguna, curiosa y joven, me pregunta por mi amigo. Le gustaba el roce de sus plumas cuando la atravesaba en busca de alimento, me comenta.
La mañana me parece más viva, una acacia se une al este sentimiento y gira contenta sus ramas.
Arriba dejé los restos de una noche de tormenta, en las que todo vale y los piratas arramblan con nuestras almas.
Yace en mi cama, morena, de ojos grandes y profundos. Horas de trasgresión, libertad destructiva. Ayer no era sino un jaguar enfadado. Con cada trueno, mis empujes eran más violentos. Ella disfrutaba, gritaba enloquecida, y toda su piel, fulgente, respirando sudor, agradecida.
Durante lo que duró la oscuridad fuimos cómplices, víctima y verdugo de cualquier resto de inocencia. Atada, de pies y manos, vendada de ojos, tome su cuerpo, por puro disfrute. Su espalda se arqueaba, haciéndome entrar más profundo, unidos en un mismo desgarrador temblor. Mordiéndole la oreja, susurré su nombre y retiré su ceguera.
Hundí mi lengua, recorriendo el interior de sus muslos, disfrutando de su aroma húmedo, acercándome lento, en espiral, hasta ese hinchado rosa de sus carnes. Temblaba. Giró sobre ella, dándome la espalda, curvándose en perfecta armonía. Mordí, succione y abrí un camino prohibido. El sabor del pecado rompió estallando al unísono.
Duerme, cansada y dolorida, allí sobre la cama del jardín secreto.
Las campanas han callado en lo alto de la iglesia. Sobre un charco se reflejan los añiles puros del cielo.
Algunas gotas de lluvia resbalan perezosas por las hojas del eucaliptos. Resuenan los juegos infantiles y todo me sabe a paz.
Mauro sabe que es gaviota, que está hecho para volar. Yo no tengo esa suerte. Me toca reinventarme a cada paso.
Quizá yo no sepa sino arrastrarme.

Texto agregado el 15-11-2005, y leído por 133 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-11-2005 Esa gaviota y tú formáis una pareja donde la libertad,las ganas de vivir, la lucha y la pasión se dibujan entre su cielo y tu buhardilla. Escribes en tonos del Mediterráneo, te pierdes en sus aromas,en sus colores.Derramando tonos pasteles cual impresionista "Sorolla" literario.Se te respira la brisa,se te siente la pasión del sexo. Arrollas...No te arrastras, no; lo que pasa es que sabes que la vida hay que vivirla a ras de suelo para hacerse con su realidad y devorarla como fiera. Te quiero.***** Gadeira
15-11-2005 Muy bueno, me gustó mucho. ***** Iwan-al-Tarsh
 
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