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"Debo confesarles algo".
El día 24 de diciembre de 1961 hice mi primera comunión.
Desde temprano ese día experimenté ansiedad y nerviosismo. En la casa se
percibía claramente que algo habría de pasar. Podría ser la Navidad. Podría
ser.
No faltaba nada para ello . Una enorme festividad que nos convulsionaba a
todos en Sewell,el campamento encaramado. Pero no era eso. La ansiedad era mía y de todos
los de la casa; en especial de mi mamá, que se prodigaba por todo. Que manera
sorprendente de estar pendiente de tanta cosa. Que la ropa de los niños,
- en especial la mía -, que el mantel y la vajilla; que sacarle las fundas
a los muebles y lograr mantener una limpieza impecable. Hacerlo, era ya
un triunfo con cinco niños dando vuelta, entrando y saliendo; empero hacerlo
en Navidad cuando toda la casa había sido redecorada con gusto exquisito
y esmero por ella misma. Si hasta los paños de cocina y las toallas de los
baños tenían motivos navideños. Lograr mantener la casa impecable, exigía
un esfuerzo de templanza y fortaleza encomiable. Ese día había cena. Nos
congregaríamos las tres familias que habitualmente compartíamos instancias
como esa.
Pero la ansiedad era otra para mí y para ella. Lo sé hoy, y lo sentía entonces.

A medida que pasaba el día, el cosquilleo aumentaba. Tuve que bañarme a
hora desusada. Los demás hermanos aún jugaban dentro y fuera de la casa,
cuando yo era cuidadosamente vestido por mi mamá. Aún guardo fotos que me
permiten recuperar la pinta que tenía para la ocasión. Camisa blanca, como
las usaban los grandes. Una humita como nunca he vuelto a usar y, un ambo
impecable.
Sobre el brazo derecho una cinta clásica de primera comunión. Mi corte de
pelo tan peculiar ( que hoy no volvería a elegir): pelado con un porongón de pelo engominado. Un rostro angelical, como ya no tengo. La procesión iba por dentro, seguramente.
Permanecí sentado largo rato en el living. Pude entonces contemplar como
la casa, a medida que la luz del día se agotaba y daba paso a un atardecer
tardío de verano, cobraba una luminosidad y un algarabío que me permitía
sentir que algo especial estaba pasando. Mi mamá se veía hermosa y feliz.
Sus ojos brillaban, su mirada se posaba sobre mí con frecuencia; y pese
a toda la complejidad de tareas y personas que debía mantener funcionando,
me miraba con ternura. Sentía su amor incondicional y su orgullo. Ese era
su hogar, y yo su hijo que haría en pocas horas más la primera comunión,
constituía el epicentro de su volcado corazón.
La mesa de la casa paulatinamente soportaba las exquisiteces que aún mi
paladar saborea al evocarlas. Entre todo eso había un pan de pascua muy particular. Su color era intensamente achocolatado. Solo con pasa y nueces.
"Remojado" en licor. Un aroma intenso y delicadamente azucarado.

Eran las 21:00 y mi mamá me dice que estamos prontos a partir a la Iglesia.
Que no coma nada porque el ayuno es de al menos tres horas para comulgar.
Hasta aquí, todo bien. Me había preparado largo tiempo para este acontecimiento.
Habría de soportar las tentaciones en esta "tierra derecha" eucarística.
Me puse a revisar mis santitos. Había unos particularmente hermosos. Tenían
todo el borde con pequeños calados y en el centro imágenes de Jesús, tan
niño como yo. Sólo que él, andaba a pies pelados y a mí, los pies me palpitaban
encerrados en sendos zapatos nuevos, de una negritud y brillo que no se
condecendían con la limpieza de mi alma.
Eran casi las 22:00 y sentí hambre...
Mi mamá lograba tener todo a punto y a todos dispuestos a partir. Toda la
"hueste" comenzaba a salir en fila...
Debo confesarles algo, no pude aguantar el hambre y piñisqué el pan de pascua.
Fueron solo una migajas, que degusté con intensidad y desaliñado.
Camino a la Iglesia, ya por las calles oscuras, preferí no decir nada. Hice
bien.
El cura Sánchez se acercó a mí, que estaba hincado, y profirió las palabras
"Corpus Christi", de mi corazón y mis entrañas contesté: "Amén".

Texto agregado el 16-11-2005, y leído por 261 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-09-2006 Que precioso regalo que es leerte.....me has traído tantos recuerdoa a la cabeza...mi primera comunión el 25 de diciembre, al igual que tu y la vida dentro del campamento. Los panes de pascua y las misas......me enganché!!!!!! munda
06-09-2006 Magistral Nelson. Tu relato tocó mi corazòn y me hizo recordar aquellos día en que, con un corazón puro, recibí por primera vez, el cuerpo del señor. *********** alonso100
25-08-2006 La disfruté de comienzo a fin Medeaazul
27-11-2005 debo confesarte algo, esta etapa que estamos viviendo de dejarnos conocer mejor, me hace más feliz que cualquier otra cosa! ***** lilibertad
18-11-2005 no me pides crítica literaria que no puedo encontrar distancia suficiente pora objetivarte en esta gratitud que me embarga al encontrarte en esta otra comunidad. ¡Dios! Ahora sé de dónde vienes, compañero entrañable. Te encontré en las palabras con las que describes a tu mamá: "constituía el epicentro de su volcado corazón." Ahí estás tú, amigo. Todo tú, Nelson, haciéndote carne de evangelio para otros, como esa mujer se volvió evangelio para tí. Mis ***** vacarey
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