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Hay un momento en que la vida se hace espesa, no nos damos cuenta de cuándo sucede esto porque la entrada es lenta, oscura y sin olor o sabor, la vida se nos hace espesa de un momento a otro y no queda más que batirla, batirla mucho, con ganas, para ver si por algo que está fuera de nuestras manos sucede que logramos salir de ella ilesos, limpios y con el rostro lleno de esperanzas.


La vida de Alicia empezó a dar muestras de su espesura, con una serie de mareos, de porqués sin sentido, de silencios, de depresiones, de futuros imaginarios o imaginados, pero para cuando supo en qué circunstancia se encontraba, sus reflexiones y dudas, se hicieron efímeras, se volvieron pasajeras de sus momentos de lucidez y finalmente terminaron junto a sus recuerdos; ese lugar sombrío que solía visitar no sin sentirse triste o decepcionada de sí misma. Alicia empezó a vestirse diferente, a hablar de manera simple y hasta irreflexiva: un apunte divertido, una frase sin sentido, un cliché, una sonrisa; a mantener una conversación sin necesidad de escuchar al otro porque la lista –apunte, frase, cliché, sonrisa- hacían de todos y para todos la mejor manera de pasar el tiempo y la más fácil, también.

Mi Alicia es una mujer que trabaja y que, como todas, debe levantarse e ir a trabajar. Detallemos un día como cualquiera, como todos, como el de hoy. Se levanta, hace lo de siempre -lo que nosotros hacemos-, sale a la calle y la mañana de las seis fría y dolorosa, oscura y rápida, le golpea las piernas, y comparte junto a otros ese extraño afán, anhelo, ansia de reñir, de gustar, de competir por quién sube o no al bus. Alicia no tiene ganas de correr y por lo tanto, como una consecuencia obvia, llega tarde. Gracias a no sé qué estúpido acto benevolente de la humanidad -que tarde o temprano ella tendrá que pagar-, sale del trabajo a las 2pm, lo que le deja tiempo suficiente para preparar una clase mediocre y salir a tomar cerveza con cualquiera que tenga el tiempo, el dinero y las ganas de perderse en el vaivén suave de una noche de tragos. Al día siguiente, en la mañana, es cuando se da cuenta cuán inconsciente puede ser, cuán incoherente, insulsa y despreocupada puede ser, pero la conclusión junto a la negación de su pensamiento, de su reflexión, de su análisis es la misma. La salida estaba allí, entre la gente que disfrutaba, bailaba y gemía como ella, entre las bambalinas de la música, el alcohol y el sexo.

Alicia y yo, pensamos que el mundo da vueltas sobre sí mismo, que el mundo empieza todas las mañanas y termina todas las noches; que el mundo no trasciende, no conoce, no reflexiona; que el mundo como cada uno de nosotros, como ellos, nuestro mundo, mi mundo, el mundo que todos hemos creado, es un Caos. Un flujo y reflujo de ires y venires: la nada, el todo, las partes, el fondo, la forma, ella y yo. Una mañana desperté jurando que la amaba, me lo decía a mí mismo con convicción, pero no sabía lo trascendental que sería esta afirmación al pasar del tiempo. Desnuda junto a mi cuerpo se retorcía, gemía y bostezaba, parecía una gata a punto de partir... qué extraña manera de conocerla, siempre a punto de partir. Sueño todas las noches que ella se acuesta junto a mí, me toma de las manos y me pide que nos tomemos un trago, -un trago amargo- me dice. Nada más. La verdad no es como un sueño, es mas bien una ensoñación, como si hubiese dejado la tele encendida y ella apareciese allí diciéndome eso, acercándose a la cámara, mirándome seriamente, seduciéndome... no lo sé, tal vez ya estoy delirando otra vez .

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Manuel y Alicia se condenaron juntos, inconscientes, consiguieron un trabajo, se fueron a vivir juntos y durante mucho tiempo trataron de evitar un embarazo. Una vida insulsa, cargada de sueños erróneos, de máscaras y de espejos donde trataron de vislumbrar lo que cada uno quería del otro. En sus vidas no había más que levantarse todos los días temprano, echarse un polvo mañanero -si el tufo y el mal aliento no lo impedían-, vestirse como uno debe vestirse: zapato alto, saco, corbata, minifalda, medias veladas, el pañuelo y la billetera; lavarse los dientes, el beso de despedida y chao que ya no te vi más. Cada uno a lo suyo, tal vez a contestar el teléfono, digitar durante horas sobre el teclado de un computador, llenar planillas, completar cuadros, llevar la contabilidad, recibir dinero, consignar cheques, hasta que finalmente llega la hora del almuerzo. Se encuentran en la esquina, se sientan uno frente al otro, se miran y reflexionan. No me alcanza el tiempo para terminar el informe. El jefe me la tiene velada ¡malparido! No tengo la plata para pagarle a Jorge. Manuela me invitó unas cervezas esta noche ¿qué le invento a Manuel?. Alicia se ve un poco demacrada hoy ¿qué le pasará?

-Manu, voy a salir esta noche con Luis.
-Bien, yo tengo mucho trabajo y pues de todas maneras iba a trasnochar...
-Y... ¿cómo te fue hoy? – replican

La noche oscura, la ciudad brillante, todo luz y sonidos. El neón estridente en cada una de las tienduchas de licor, la música nefasta, vacía y por qué no, blasfema. Se escucha en todas partes. La basura reluce y se hace cada vez más fulgurante, cada vez más y más. Manuel yace otra vez en el piso de su casa, tirado entre míseros pedazos de papel, entre vómito y alcohol, con la cabeza pesada, el estómago vacío, las tripas en la boca y el sudor seco entre los muslos y en las axilas. La cabeza le pica, el corazón parece no latir, supone que es el cansancio que tiene pegado a la piel. Alicia recoge sus medias y sandalias, se levanta de la cama y va al baño. Ya se le ha hecho muy tarde para volver a casa. Siente náuseas, ese denso e inquietante movimiento involuntario de las tripas que hace que la boca se expanda, que la lengua se contraiga, y que el alimento que nuestro estómago ha digerido se devuelva, convertido en líquido verde, amarillo, blanco, o lo que sea... o nada, como le pasaba a la pobre y dulce Alicia, que no hacía más que intentarlo e intentarlo, sin resultados óptimos o que al menos le hicieran sentir un poco mejor. -Que mierda-. Tomó su maletín y cuando llegó a casa encontró a Manuel tirado en el piso junto a un montón de papeles, con las babas rodándole por el cuello y los ojos pegados; levantó un poco el pie y lo hizo a un lado, fue a acostarse en su cama, no sin antes tomar cuatro de aquellas pastas, para volver a tomar otras cuatro antes de 24 horas. Es una mujer precavida.

Manuel siente el pie de ella contra su abdomen, trata de abrir el ojo pero es inútil, las lagañas no lo dejan. ¡Maldita puta! Y ella lo escucha, pero ya está cansada de tanto escuchar. Manuel suspira, la verdad no quería decirlo, simplemente fue así, él lo sabe, ella huele a sexo. Estuvo con otro toda la noche, se refrescó en sus brazos, le besó los labios, sintió su miembro y se mojó, como hace mucho no hace con él, - ¡Maldita puta, ¿qué tanto te amo? – murmura pero la puerta está cerrada y él está tirado en el piso en medio de papeles.

La noche de Manuel no fue, como muchos piensan, de alcohol y sexo. Fue de estudio, trabajo, café y muchas drogas. Manuel no soporta el estrés pero le fascina represar trabajo, prefiere una semana de distensión con el tiempo suficiente para dedicarse a lo que le gusta y a lo que se le da la gana, especialmente gusta de marcar al 117 a averiguar la hora porque cree que su reloj nunca es exacto, además ve, vive y consume televisión, también disfruta casualmente de piropear en la calle a cuanta nalga pasa y de echar uno que otro ojo a cuantas tetas se le aparecen. Pero el fin de semana, se pone los pantalones, prepara tinto, compra perico, unas cuantas aspirinas y una bebida energética, y se pone a trabajar, lo dicho atrás, planillas, notas, cuadros, cálculos, presentaciones en ppt, presupuestos, cronogramas etc... y todo esto el sábado para poder disfrutar del domingo con Alicia o ¿de Alicia?.

Y ¿cómo fue la noche de Alicia? Manuela la llevó a un bar y estuvieron juntas toda la noche, hasta la madrugada cuando Carlos llegó a recogerlas, fueron a casa de él y Manuela cayó fundida, los tragos no eran lo de ella, pero Alicia no podía dormir, estaba pensando en Manuel, los tragos se le subían a la cabeza y le mojaban la entrepierna. Carlos llega a preguntar y la pobre Alicia no lo puede controlar, de todas maneras Carlos no es el oficial de su amiga y tampoco está nada mal, es sano y siempre usa condón, la mano de él ya llegó y hacerse la víctima no es lo suyo, responde al beso, cae suavemente en el sofá y abre las piernas, ya no lo puede soportar. Manuel, manuel, manuel, manuel, otra vez manuel... ¡que ya carajo! No soy Manuel, creo que por hoy es suficiente mejor voy a ver cómo está Manuela.

Y eso fue todo, ni hubo condón y sí una penetración mediocre que podría causar cualquier caos en la vida de nuestra pareja y Manuel está afuera, porque esa noche la pensó todo el tiempo, aspiró un poco de polvo blanco y decidió que quería soñarla y esperarla fuera, salió al desván, se le cerró la puerta y se jodió. ¿Papeles? Ah si, llevaba algunos en las manos para no desperdiciar el tiempo y la exaltación de lo que ya había consumido.

Y... no va más, caballeros y señoritas, ¡la noche ha acabado! Eso fue todo, un soñar despiertos continuo. Como quien hace muchas cosas y no logra nada, como quien corre los 100m planos y llega de último. Nada mas que imaginarios; imaginarios colectivos, porque valga decir que ellos piensan del otro lo que cualquiera de nosotros pensaría de ellos. Un momento espeso... muy, muy espeso ¿ cómo salir de allí ahora? ¿qué hacer a la mañana siguiente?, ¿preguntar?, ¿perdonar?, ¿callar?. Nada de eso, Manuel y Alicia deben reconciliarse teniendo sexo, sí, mucho sexo. Pero ¿cómo?, si últimamente Manuel piensa que Alicia no lo desea y Alicia está cansada de pedirlo porque piensa que Manuel no lo desea. ¿Las cosas acabarán aquí?, habrá que ver qué pasa en el desayuno.

- Manu, Café? -
- Si... -
- ¿Azúcar? -
- Ya sabes...
Alicia camina despacio, esta mañana no quiere llegar al trabajo, es más voy escuchando algunas de sus reflexiones... Manuel está podrido, no hay nada que hacer. Ya no sé qué carajos es lo que quiere, ni siquiera sé que es lo que yo quiero. Cómo podemos seguir juntos así. No vale la pena escudarme en el amor, para soportar todas sus tonterías, no lo quiero... no lo quiero desde ahora, ¿se puede tomar una decisión así? Que diría Manuel si se lo dijera, creo que lo creería tanto como yo. No se puede dejar de querer a alguien así, así no mas. Manuel no hace más que quererme, me quiere y trabaja, trabaja porque me quiere. Me regala cosas, me da besos, me escucha, compartimos tantas cosas, es más, podemos tener charlas interminables acerca de lo que se nos ocurra, arte, literatura, sexo, política, filosofía, sentimientos, cosas cotidianas como ¿cómo te fue hoy?. No sé, tal vez nadie mas que él tenga el tiempo para escucharme, tal vez nadie más que él sepa como hacerme sentir bien, muy bien en la cama, tal vez nadie más sino él sepa cómo tomarme de las manos y protegerme de mi misma y de la vida. Pero Manuel está podrido, últimamente no hace más que beber y aspirar, qué carajos es lo que necesita, ¿no es suficiente, con una carrera, una mujer y un buen trabajo?. Quién lo diría, yo pensando en esto, claro que no es suficiente, obviamente nos hace falta un hijo.........

-JAJAJAJAJAJAJAJA............

Que irónica puede ser Alicia. Soltar una carcajada tan estruendosa en medio de la gente en una calle cualquiera, menos mal la cristiana que pasa por su lado no escucha sus pensamientos, tal como lo hago yo.

¡Que idiota! Claro que no es un hijo lo que necesita, vaya que le iría mal al pobre pequeño, eso sin contar lo mal que nos caería a nosotros, pañales, llantos, gritos, eso sin contar con mi parte. La panza hinchada llena de estrías, pesada como una vaca, los mareos, los antojos, el estrés, nueve meses de una larga tortura esperando que algo dentro de mí crezca, para luego romperme las entrañas. No es eso lo que Manuel necesita y si fuera así, la verdad creo que debería buscárselo con otra, pero no conmigo... Y si fuera eso, que quiere a otra, que hay una mujer que existe fuera de mí, otra... No, eso no es, Manuel me ama, pero, ¿cómo sé que Manuel me ama? ¿qué hace que lo de nosotros sea amor y no simple costumbre, monotonía, tal vez una tonta amistad? Con un poco de sexo, sí, pero no sé, tal vez ¿amigos con derechos?. Hablamos mucho acerca de estar juntos, digo antes de que lo hiciéramos, pensamos en cómo sería nuestra alcoba, la cocina, que tendríamos allí que no podíamos tener en casa de nuestros padres. Pensamos cómo serían las noches uno junto al otro, soñamos con los desayunos, las comidas y obviamente nos ilusionamos con no volver a estar solos nunca. Todo eso era amor para mí, todavía lo es, pero es realmente amor, es decir, ¿el amor sólo se ve en el futuro y en la ilusión de la compañía, del hacer parte del otro, en fin de volverse uno, para no estar solos?.

Alicia llega al paradero, debe esperar unos diez minutos, pero a los cinco decide dejarlo ir. Ahora no sabe qué camino tomar, la decisión anterior le puede perjudicar mucho, como puede que no, si tiene una buena excusa.

Tal vez sería mejor tomar una cerveza, pero a esta hora ¿dónde carajos consigo una cerveza?...

Texto agregado el 17-11-2005, y leído por 197 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
24-03-2006 Chevere! un relato de la vida común de cualquier persona que no se atreve a aceptarlo. pasquita
17-11-2005 Es un muy buen relato. Este relato me ha gustado bastante por la forma de la historia. Hay que pulir detallitos formales. Pero, te felicito. Akeronte
17-11-2005 Un relato muy bueno, una narrativa relajada y que da la pausa par ir adentrandose o anlizando... Alicias infinitas... muy bueno, no me atrevía a leerlo por la extensión pero, valió la pena. FELICITACIONES. ecce-homo
 
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