Y el tiempo se detuvo dentro del morado de tus labios como una herida sonriente enredada en tu placebo, abriendo el néctar de tu carne intacta en cada bocanada de suspiros. Por fuera, el aire tiembla ante los límites de felicidad, humedeciendo la espesura de tu boca mansa que roza mis sabores, mientras el viento surca el territorio de tu lengua en un aleteo furioso arrastrado por las aguas. En el espejo de tu rostro desciendo la tibieza de mis labios abrazando lo cóncavo que vibra entre los jugos, sedosa, aprisionada en los latidos que estallan con las manos, aferrado al espasmo de tu pelo danzando en el valle de mis hombros. Alcanzo tu vida hundiéndome en un beso, deteniendo al cielo en la comisura de tu boca susurrando el aire que te exhalo, fluyendo en el contacto con lo diminuto de tu ser que agiganta mi virilidad. Perdidos en una sola cara me extiendo con el alma en el hueco de tu boca y la vida eclipsa los sentidos que se diluyen o renacen. Cierro los párpados bajo el silencio de tu rostro que se funde con la tarde, como un ensueño eterno que trasciende la inmensidad de mis fronteras.

Ana Cecilia.