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Hoy hace un año que falleció, en circunstancis confusas, Jaénido Banturras, último representante (y único), del movimiento literario denominado “Perpetrismo” que tanto ha dado que hablar en el último siglo. Sirva esta revisión literaria como póstumo homenaje


El 11 de agosto de 1931, en una pequeña aldea que estaba siendo demolida nació Jaénido Banturras. Sus padres, que lo abandonaron 15 minutos después no sabían que ese niño que se les había caido tres veces al suelo iba a ser una de las figuras más representativas de las letras en nuestro país.

Desde muy niño mostró gran interés por la literatura y a la edad de 9 años ya había escrito varias obras de teatro, poemas breves, libros de aventuras y una biografía suya (aunque incompleta). Estas primeras obras permanecen desconocidas para el público ya que, están escritas con muy mala letra y con tan flagrantes faltas de ortografía que no hay forma de comprender nada de lo que hay escrito.

Esto fue una de las características de su estilo posterior, que se haría patente en su primer libro de madurez "Los postruf del anje" (1949) en el que se define a sí mismo como "enjoco, efe y sarfido, pero no cóncluve". Nadie mejor que él para saberlo.

Esta primera etapa, previa al movimiento perpetrista, se basa en el oscurantismo del autor, la prosa de Jaénido es indescifrable. Él justifica este hecho: "Eran años de censura atroz y había que eludirla de cualquier forma". Sus contemporáneos acuñaron el término "jaénido" para denominar "aquellos intentos de esconder a la luz cosas que no merece la pena buscar y que no recompensan su hallazgo". Básicamente, se lo aplicaban a él.

Tras "Los postruf del anje" vino su trilogía "Doce malegos de pacia" (1951) y el libro de poemas "Cantos el ñi y de la tarra" (1953). De éste último destaca la "Égloga erre" que comienza con los célebres versos:


"Enja, enja, caballaje remuelo
juba, juba, henchido tacón
que de viejos curlos tapizas viruelo
jorla, cherle, vino y kudo rón"


Durante los 2 años siguientes, fascinado por los hallazgos de Joyce, al que considera "hermano en la prosa". Decide profundizar en su estilo. Incapaz como era de ser más ininteligible, y decidido como estaba a dificultar la lectura de sus libros, decidió que sus dos siguientes obras "Puño y burguete" (1957) y "Rajha, el muñón errante" (1958) fueran publicados tallados en mármol, con letra diminuta y llenos de cerrojos, candados y cadenas. Ni siquiera los censores fueron capaces de leerlos, pero seguros de que nadie lo haría tampoco, permitieron su publicación.

Nuevamente, sus contemporáneos usaban la palabra "jaénido" para denominar "todo acto de estupidez que conduce a perjudicar conscientemente al prójimo y a causarle el mayor daño posible". Generalmente se lo aplicaban a él mismo.

Jaénido se convierte, en esta época, en el centro de atención de las tertulias literarias de los cafés. En ellas imparte las que finalmente se convertirían en las señas de identidad del movimiento perpetrista: "perpetremos, hermanos", arengaba con un churro en alto, "perpetremos".

Ya que las revistas literarias de la época intentaban deshacerse de los artículos que Jaénido les enviaba, decidió crear la suya propia. En 1959 aparece el primer número de "Énglide", que apareció puntualmente cada 3 meses hasta 1979. Desde esta tribuna, Jaénido publicó sus trabajos bajo el pseudónimo de "jaénido" (con minúsculas), de corte satírico (según su autor) repasaba el mundo literario de la época y se ganó la enemistad de casi todos sus contemporáneos, sobre todo tras su célebre "(...)mis contemporáneos, aparte de húgules y ladios, escurren trego de falón y nunca llegarán al risto ni a la balia. Perecerán en su propia llúgula".

Aparte de sus publicaciones en "Énglide", publica "Mi chepa" (1966), un musical basado en la vida de Julio César y "La eñe que nunca uve" (1970) una colección de tercetos encadenados (literalmente, ya que las ató con una cadena).
Desde finales de la decada de los 70 hasta finales de los 90, se dedicó a su mastodóntico proyecto "Rodajas de sién y ubre" (2000), que finalizó inconclusa. En ella trata sobre las "infidelidades del viento, y su contínuo trufar de gnópas" aunque no llega a conclusión alguna.

Presa de enfermedades inexplicables y físicamente consumido, sus últimos años los dedicó a escribir chistes de monjas y de hacer figuritas con patatas fritas. Glosó y compendió la totalidad de su obra y murió en su adosado de Almuñecar el 6 de marzo de 2003.

Finalizo mi exposición con sus últimos versos, que recogen y definen la personalidad de Jaénido, cumbre de la literatura patria, orgullo de patriotas y envidia de foráneos.


"Yaba la muña del tres, del tres;
que ni mila, ni trilla, ni cacha
y ni derrija el poltrero tirolés.
Sirva como ronchón y guirlacha."

Texto agregado el 22-11-2005, y leído por 342 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
30-10-2012 Me dejas con la boca abierta. Justine justine
05-12-2005 Como siempre, le envidio. Está a la altura de lo que Jaénido hubiese desado, a pesar de declararse "rumienco, failorón y despotista", esto le hubiese encantado. Desdentado_Daroca
25-11-2005 je... siempre me gusta. Besos anapolar
22-11-2005 Me gustó bastante, creo que aprendí. Aniuxa
 
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