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Inicio / Cuenteros Locales / CONCURSO_TEMA_DEL_MES / Segundo Concurso, Prosa, Ganadora: gmmagdalena

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gmmagdalena

La Heredera

Hacía años que no la veía, cuando esa mañana me comunicaron su muerte, no me sorprendió.
En un par de horas estaba en el pueblo, pasé frente al caserón y me dirigí al cementerio. Ya estaban por sepultarla, sin llantos deposité una rosa sobre su cajón antes que lo cubrieran, luego me alejé. Ella odiaba que lloraran.
Me dirigí hacia la casa. Los peldaños de acceso a la amplia galería, crujieron bajo mi peso.
Supe que desde algunas ventanas, ojos curiosos observaban. No me importó. Como nunca me importó ser la nieta de la “bruja” del pueblo. Temidas por todos, siempre solas, pero orgullosas.
Los niños me rehuían, primero no entendía porqué, cuando lo supe me reí en sus caras, haciendo todo lo posible para hacerlos huir asustados.
En la escuela me sentaba sola en el último banco y hasta las maestras me miraban con recelo. Siempre me trataron bien, pero distantes; seguro que temían a los hechizos de mi abuela.
Siendo adolescente, las cosas no cambiaron, sola pero nunca atacada. El miedo no es tonto.
Pero todo eso lo compensaba la compañía y sabiduría de mi abuela, nos divertíamos muchísimo juntas.
Ella cantaba como una diva, prendía un viejo tocadiscos y, mientras se escuchaba la música de grandes orquestas, su voz se elevaba maravillosa. Un día vi una vecina usando tapones en sus oídos, seguramente pensaba que en el canto de ella se deslizaba alguna brujería.
Me educó en el conocimiento de la naturaleza. Me mostró la madriguera del zorro, su cría y vi al animal comer de su mano.
En las noches, sentadas en la galería, me enseñaba el nombre y origen de las estrellas.
Terminados mis estudios secundarios, marché a la ciudad, quería ser médica.
Los primeros tiempos la visité regularmente, cada encuentro era una fiesta, jamás hablamos del porqué de su fama de maga y hechicera.
Pasaron muchos años, me sumergí en mi carrera y aunque no perdí mis costumbres solitarias, me dejé atrapar por el ritmo de la ciudad. Hasta hoy.
Cuando entré a la casa, un fuerte olor a encierro me recibió, rápidamente abrí todos los ventanales. Recorrí cada cuarto, hasta llegar a su habitación.
Sobre su cama, descansaba un sobre, a mi nombre.
Sorprendida, me senté en el mullido lecho, tomé el sobre y rasgándolo, saqué una carta, no muy extensa (la abuela era de pocas palabras), pero sí muy especial en su contenido.
Me quedé un largo rato sentada, con la carta entre mis manos hasta que la noche oscureció todo, me levanté y prendí las luces. Una brisa vivificante sacudía las cortinas.
Hurgué en la amplia cómoda, sobre la que descansaba el pequeño tocadiscos, hasta que encontré lo que buscaba; un negro y enorme disco. Pronto una bellísima música invadió el lugar.
Comencé a cantar, muy despacio, luego más y más alto, hasta que la voz de la abuela se escuchó potente y hechicera desde mi canto, deslizándose en la noche, avisando a todos que la heredera había regresado.

María Magdalena

Texto agregado el 23-11-2005, y leído por 146 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
19-11-2009 Hoy descubrí este sitio, descubrí tu cuento, y solo puedo decir lo que de verdad conocés, mi admiración hacia tu arte maravilloso. Estrellas encendidas , mi cariño sincero y cien besis de luz y amor. Ma.Rosa. almalen2005
23-11-2005 muy bueno-***** nam56
23-11-2005 Magui- Siempre tan talentosa! ***** NatalieNa
23-11-2005 Bella narración tambordehojalata
23-11-2005 Sin palabras cuando_nieva_sobre_los_cedros
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