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Inicio / Cuenteros Locales / _ahau_ / Flujo (2da parte)

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Esa noche, el sitio estuvo particularmente lleno. Cuando su jefe le dijo que el lugar era más conocido de lo que aparenta la primera vez, no le creyó.

- Ahora lo crees... Pero parece que preferiste no hacerlo- le dijo ya al salir.
- No, no es tan así. Sólo quedé sorprendida, eso es todo- fue su respuesta.
- Andá- fue lo que escuchó en tono de risotada mientras buscaba su maleta en la sala.- Mejor así, que los pibes te conozcan a la primera. Los mangos caerán solos a medida que se esparza la voz.
- Si usted lo dice...
- ¡Pero qué te dije a vos sobre el "usté"! ¡Carlitos!¡Carlucho! Como querás. Me hacés sentir el gran jefacho con tu respeto, siendo vos la que mueve el negocio.
- ...
- Será, ahí está tu guita. Te espero el Domingo, ¡Y que el ritmo arrase estas salas!

Una sonrisa, un gesto de despedida y abandonó el local. El cielo estaba ya más claro, y se podían ver trazos de un amanecer claro y despejado. "¿Cómo te sentiste hoy?" pensó Carolina mientras caminaba por la calle, agotada pero aún con la sonrisa incrustada en su faz. Empezó a recordar la escena, ella parada en la mesa de sonido. Todos los demás bailando de la forma que más les parecía divertida y amena. Una atmósfera limpia, como no había encontrado nunca en trabajos anteriores. Sólo el sudor de los pasos y el carbono de los trabajólicos pulmones. Ella moviendo los botones, las perillas, con una sutileza tal que parecía estar moviendo porcelana, y con una destreza digna de un operario de trenes en la India. No parecía que ella comandase la música, más parecía que ella dirigiese la música a su lugar correspondiente, como una guía más que una fabricante. Se sentía en su cénit, haciendo vibrar las almas con los bajos, coordinando los pasos de decenas, sino cientos, de ávidos y energéticos habitantes de la noche, casi como hipnotizados, dejándose llevar por el dominante ir y venir de las ondas.
Sus discos, tan preciados como todo lo que ella seguía, ya no seguían siendo un producto rechazado. No, ahora estaban siendo digeridos en la mente de muchos, y transmutados en pasos, alegría y diversión. Y ese era el motivo de su sonrisa, más que su primera paga y su primera noche. "¿O había otro motivo más?", pensaba ella mientras recibía el vuelto del boleto de metro. "Quizás sí", ya dentro del vagón, pasando por túneles, por estaciones y luego por sobre casas y calles. Y ya caminando, y subiendo las escaleras. Mientras preparaba su cama, se desvestía, se acostaba y empezaba a caer frente a todas las experiencias que tuvo ese día...

"Quizás sí"

Texto agregado el 26-11-2005, y leído por 98 visitantes. (0 votos)


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