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Mc Carty todo lo arreglaba. Bastaba una palabra suya para que la gente superara de inmediato sus conflictos y se zanjaran todo tipo de animosidades. A veces sólo era preciso un gesto suyo, una inflexión, una simple imposición de manos para que las parejas se reconciliaran, los matrimonios suavizaran su relación y los adversarios se estrecharan en un fraternal abrazo. Mc Carty era buscado por todos y todos se lo disputaban tal si fuese un talismán.

Aún así el hombre tenía su cuento. Entre quienes lo adoraban, surgieron varias chicas que se enamoraron perdidamente de él. Todo quedó al descubierto pronto y esos matrimonios se rompieron irremediablemente. La mujer de Mc Carty, a su vez, no soportó la infidelidad de su marido y lo abandonó para siempre.

Pero Mc Carty elevaba sus brazos y sus seguidores sentían que algo balsámico inundaba sus corazones El odio y los rencores se esfumaban mágicamente de sus vidas, por lo que abrían sus manos para unirlas con el ser más impensado. Era indudable que el mundo comenzaría a ser otro muy pronto y la fama del santón se extendería por todo el orbe.

Pero cada jornada victoriosa daba paso a la noche de Mc Carty. Recostado en su lecho, meditaba sobre su paradójica condición, añoraba a su mujer, a la que amaba con locura y le pedía a Dios para que le brindara la oportunidad del reencuentro.

En muy poco tiempo, el hombre ya era una celebridad. Había acabado con largos conflictos, muchas naciones arreglaron sus diferencias y ahora convivían en perfecta armonía.

Cierta noche, mientras cavilaba sobre los misterios de su existencia, alcanzó a divisar una sombra que cruzaba rauda frente a su ventanal. Pronto fue otra sombra la que se unió a la primera y ambas se aproximaron con sigilo. Mc Carty no se inmutó y encendió todas las luces de su casa. De inmediato se escuchó un golpe seco y aparecieron dos hombres vestidos de negro, portando cada uno de ellos una amenazadora pistola.

Mc Carty levantó su mano derecha y los hombres parecieron ser seducidos por una invisible fuerza, ya que cayeron de rodillas, con una beatífica sonrisa en sus labios. Las armas rodaron por el piso y allí permanecieron mientras los individuos le confesaban a Mc Carty que habían sido enviados por una importante industria de armamento. El santón sonrió tristemente, les bendijo y al día siguiente partió con ellos para entrevistarse con los jerarcas de dicha organización. Aquella misma tarde se firmó un tratado de desarme. La paz en el mundo parecía cosa resuelta.

Para Mc Carty se hacía necesario recuperar ese amor. Esto ya no era cuestión de talento, puesto que los dones que le permitían lograr la concordia de todo el mundo, eran ineficaces en su entorno. Sus amantes jamás lograron reconciliarse con sus esposos y de su mujer no tenía ni siquiera una pista.

Pasaron los años. El mundo era una esfera azucarada repleta de dulzura. La gente retozaba en las calles y al no producirse guerras ni conflictos de ninguna especie, la población había crecido desmesuradamente. Aún así, con todo ese amor que sobraba para repartir, no había menesterosos, todo se repartía con equidad.

Pero pronto la gente comenzó a bostezar de soberano aburrimiento. Fue el despertar de la fiera, la época de las penumbras. A poco andar, renacieron los conflictos, las desavenencias entre personas y países se generalizaron y entonces todas las miradas apuntaron en una sola dirección. Con una sonrisa perversa en esa infinidad de rostros, una horda se dirigió a la vivienda de Mc Carty y este fue sacado en vilo, sin que alguno de sus sortilegios tuviese efecto sobre esa turba embravecida.

Mc Carty fue sometido a proceso pero no pudo acusársele de nada concreto ya que sus virtudes eran incuestionables. Algunos oscuros personajes que además poseían gran influencia, propusieron que el santón fuese juzgado por ejercer la hechicería. Lo cierto es que sus acusaciones cayeron en el descrédito y por supuesto no encontraron eco, por lo que Mc Carty fue dejado en libertad.

Mas, desde entonces, sus dones ya no surtieron el mismo efecto, la gente le esquivaba y muchos comenzaron a tildarlo de loco. Ante este estado de cosas, Mc Carty optó por retirarse a lejanas tierras y allí aguardó que la melancolía acabara con su existencia.

Nunca más se supo de él, las guerras renacieron con su pasmosa regularidad, los litigios entre las personas y las instituciones cobraron renovada fuerza y los seres humanos practicaron con especial ahínco y talento la infidelidad y la vileza, perfeccionadas ambas en su grado máximo. El mundo recuperó su equilibrio una vez más…






























Texto agregado el 01-12-2005, y leído por 375 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-12-2005 Pobre McCarty, primero perdió sus mujeres y después el crédito. Así estamos ahora. Besitos, buen relato. Mis estrellas. Magda gmmagdalena
01-12-2005 no se puede ir contra natura, eso me deja tu cuento. anemona
 
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