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Continuación del aura morada



Ese ruido análogo al de una turbina de avión me molesta, no me deja continuar mi relato golpeo el armazón del parlante. el ruido se suaviza y ahora se transforma en un mosquito de aquellos que habiendo lugares diversos por explorar siempre aterrizan en tus fosas nasales o en tus mejillas grasosas de mañanas soleadas, ahora el sonido ya cesó, mi tío siempre dice que es culpa del polvo, y yo le contesto ¿sabes que la mayor parte de polvo esta compuesta por células epidérmicas muertas?, es decir por pellejo podrido, asco? tal vez !eso es verdadero contacto con el prójimo!, a cuantos racistas se les ha pegado un poco de esa piel cernida que tanto detestan y felices ellos marchan campantes.

Traté de arreglar los parlantes, los limpie e hice que se vieran comerciables, con uno de ellos bajo el brazo y el otro en la mochila de mi espalda me marché hasta el mercadillo a ver cuanto me daban por ellos necesitaba esos soles para lo que me había propuesto, veía las caras de los comerciantes y de alguno de ellos me decía -¿Qué vendes? ¿Cuánto quieres?- pero yo ya había quedado con Eufemio el me daría buen precio por mis parlantes.


Hicimos el trato yo hubiera deseado conseguir más dinero pero Eufemio me dio sesenta soles, entonces distribuí el dinero, veinte para ir a ver a Karla,, veinte para comprarle un regalo a Vanessa, y cinco para los condones, la conciencia me pesaba tal vez por eso caminaba lento hasta que llegué por fin al puente con mis manos sudorosas cogiendo los tres billetes naranjas quería arrepentirme, gastar los cincuenta en Vanessa, porque entre las cosas que mas me hacían sentir que tenia un corazón, eran sus mejillas sonrosadas cuando le hacía alguna broma y se transformaba en un sol, equiparable con los ojos nebulosos de Karla, la que nunca da la cara de frente, la que me mira de reojo e intenta ser bella, creo que a solas ensaya sus gestos, a diferencia de Vanessa que es libre al igual que sus mejillas. Entonces llegué por fin al departamento de Karla.

-Si despues de tiempo,
-Ese humo morado al rededor de tu cabello me marea.

Ahí se acabó el diálogo, funesto como siempre entre una puta y un santo, sin nada en común más que un humo morado rodeándolo todo, rodeando el olor a sexo y sudor.

-¿De donde proviene?
-Del fluorescente

Inútilmente trataba de ver a Karla entre la humareda lila, sin poder soportarlo me fui. Caminé sin rumbo, pero me llamaban la atención las bancas de los parques donde Vanessa y yo nos sentamos a hablar a cerca de mi falta de dinero y de mi búsqueda de trabajo, también en el trayecto recordaba como Karla me contaba cuando se nos acercó a preguntarnos la hora, y me llamo la atención como una mujer tan joven, tan hermosa y de ojos tan grandes podía venderse en las calles, sentí lástima por ella, después ya iba sólo a buscarla y conversábamos, de Vanessa, de mi madre, de mi falta de dinero y de mi búsqueda de trabajo entonces le propuse que fuéramos a un hotel ella me dijo que cuarenta soles era su tarifa, le dije que no traía nada, más que unas cuantas monedas para ir a la casa de mi tío y que además debía agradecer que a las putas nadie las oye, nadie conversa con ellas, que ya no son mujeres y que ya está pagado, entonces nos fuimos pero no hicimos nada seguimos conversando y luego me dijo que si quería cogermela para mí a veinte soles.

Al día siguiente me propuse conseguir trabajo, nunca había tenido motivación para hacerlo, pero ahora me impulsaba, más que el deseo de tener a Karla era lograr lo que me había propuesto, me había dado un plazo, un mes, pasaron quince días y me di cuenta que no iba a conseguir nada pero que mi cometido no podía ser pospuesto, mientras pensaba en como conseguir dinero y escuchaba un disco de Motörhead encontré la respuesta.

Entonces me fui. Vendí mi única compañía para no cumplir mi cometido, compre unas flores con menos del presupuesto y el resto de dinero lo guardé, fui a ver a Vanessa y le regale las flores y de nuevo sus mejillas se cubrieron de rubor, levanté la mirada y ahí estaba la nebulosa morada ahora rodeándola a ella o es que tal vez siempre estuvo ahí como un sendero por donde debía seguir, entonces sentí que había logrado algo más allá de lo que esperaba.

La estratosfera envolvente nos consume, pero te veo tan clara, me alivian tus mejillas sonrosadas.



Texto agregado el 05-12-2005, y leído por 350 visitantes. (0 votos)


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