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Inicio / Cuenteros Locales / perplejo / Crímen imperfectamente perfecto III

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(...viene de antes)

Contacté con Abdel y nos citamos en la Casa de Campo a las tres semanas para hacer el intercambio no sin antes comentarle que su hijo era muy gracioso y bien educado. Por supuesto, me insultó en árabe pero yo trataba sinceramente de lograr una complicidad entre padres. Supongo que equivoqué la ocasión.

El tiempo que tenía para demostrar mi cariño al morito no fue suficiente. Se limitaba a llamarme maricón y encerrarse en el cuarto de baño. El mecano que siempre me habría gustado tener a su edad contenía demasiadas piezas punzantes y a los peluches no les cogía cariño. Por lo menos le servían para exteriorizar su ira amputándoles.

Einyel parecía tener mejor mano con el niño, por lo menos conseguía hacerle salir del baño para hacer pis y después lo volvía a encerrar. Lo que no conseguimos es hacerle comer aunque Einyel le hundiése la cara en la ensaladilla rusa. El niño se negaba a tragar como forma de demostrar su desprecio.

Me daba vergüenza entregar al niño con cinco kilos menos, así que me empollé todas las guías pedagógicas que encontré en el kiosko. Todos los psicólogos coincidían en que un ambiente estresante inhibía el apetito y que no se le podía obligar a comer aplicándole castigos. Era mejor enseñarle nuevos sabores haciendo vistosa la comida.

-Preciosa. ¿Porqué no pruebas a ponerle dos huevos duros y una salchicha formando una sonrisa?
-Que te jodan. Ponle tú la salchicha en la boca a ver si te la come.
-Es que a tí te quiere más.
-Ese pedazo de cabrón no se puede quedar aquí más tiempo, ¿me oyes?
-No me extraña que el niño no nos coma nada. Le estás creando ansiedad con esa actitud.
-La ansiedad me la crea a mí. El otro día me quiso clavar el tenedor en el coño.
-Bueno, no le pongas cubiertos. A los niños les gusta hacer el guarro con la comida.
-Pedazo de listo, ya lo sé. Esta mañana ha estampado el plato contra el suelo y me ha rajado el muslo con un trozo.
-¿Puedo verte la cicatriz?. Te la curaré con la lengua y te vacunaré el conejito por si acaso...
-¡No me vengas con jodiendas!. ¡Que te digo que ese chico lleva el demonio metido!. ¡Nos quiere matar!
-Venga ya... Ahora me vas a decir que ha sido él el que ha rayado la vitrocerámica.
-¡Quiero que eches a ese hijo de puta moro de mierda de mi casa!
-NUESTRA casa.
-¡Que te lo lleves JODEEEEERRRRRRR!

Había que reconocer que mi proyecto había fracasado. Mis ansias de repartir amor se vieron correspondidas por el odio de Einyel y de toda la familia de Abdel. A mis jefes no les cuento porque siempre me odiaron por ser más culto que ellos. La verdad es que por una vez Einyel había sido más lúcida que yo. La familia de Abdel conservaba más papeles que yo.

El día del intercambio, Abdel traía consigo la mochila con el dinero convenido. Me encanta lo responsable que era ese chico, no me importa repetirlo. Me caía bien, eso es así. No quería dejar las cosas tan tensas. Quería hacer saber mis buenas intenciones. Como excepción, traje a Einyel conmigo para sujetar al niño que últimamente no paraba de escupirme y darme patadas.

-Abdel. Quiero que sepas que he amado a tu hijo estos días como si fuera propio.
-¡Como le hayas abierto el culo te juro a tí que te mato y a tu zorra!
-Joder, que no soy maricón. Einyel, dile lo macho que es tu vaquero.
-Que te jodan.
-Vaya panorama.
-Dame ya al niño y llévate el jodido dinero, ¿vale?
-Bueno, vale, vale. ¿Puedes esperar un momento más?
-¡No hijo de puta! ¡Suéltale ya!
-Escucha ratoncito.
-Maricón.
-Escucha mocoso. Te he traído un regalo. El último y se acabó lo nuestro.
-Maricón.
-Es un CD para que escuches cuando seas mayor los motivos por los que te secuestré. ¿Lo entiendes?
-Me das asco. Suéltame. Hueles a culo de elefante.

Para una vez que mi ratoncito extendía su castellano era para herirme en lo más profundo, ¿qué podía hacer yo frente a mis bacterias? Eso y la forma en cómo mordía el CD que contenía mis sentimientos más nobles me sacó de mis casillas. Siempre me arrepentiré, joder, cómo me jode.

-¡Ahhhh! ¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!
-¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!!
-¡Cabrón de mierda!
-¡Pero qué has hecho maricón hijo de la gran puta!
-Ya sabías que era un asesino cuando me conociste.
-Te voy a matar. ¡Mi niño! ¡No!. Mi niño...
-Que fue sin querer. No quería.
-¡Pero si le has metido la pistola hasta el gaznate!
-Bueno, ¿y tú no decías que el niño era un cabrón?
-Joder. Joder. Joder. Tú eres un cabrón. Sí, sí, un cabronazo, ¡cabronazo! ¡AHHHHHHHHHH!
-Deja ya de chillar. Se van a enterar todas las putas.
-¿Pero tú? ¡TÚ, MIERDA! ¿Sabes lo que has hecho?
-La verdad es que no pienso con mucha claridad ahora mismo.
-Ahora sí que la has cagado.
-La verdad es que sí. Pero bien cagada además.
-Yo no quiero saber nada. Ahora mismo llamo a Marcelo para que te maten.

Einyel llena de sangre y sesos puede llegar a asustar mucho cuando se propone odiar. Abdel estremecería al tipo más duro llorando arrodillado delante de los focos de su coche, a tan sólo diez metros delante de mí y del cadaver de ratoncito. Me sentía el peor hombre del mundo. Eso es algo que todo el mundo ha podido sentir alguna vez, pero si alguna vez os habéis sentido así comparad vuestra situación con la mía y decidme si no parecéis Teresa Rabal a mi lado.

Como ya he dicho, me considero una persona emocionalmente madura y allí mismo, frente a la escenita más bien tirando a dantesca me dije: "Macho, tienes que dejar de pensar en tí mismo".

-Preciosa. Antes de que me maten hazme un último favor.
-Déjame en paz. No quiero que te dirijas a mí en toda tu puta vida.
-María de los Ángeles. Hazme caso o te dejo igual que a ratoncito.
-¡AHHHHHHH!
-¡Que no chilles coño! A ver, vete con el moro. Se llama Abdel y es un tío majete. ¿Me entiendes?
-Sí... no dispares.
-¡Venga, coño!
-¡Abdel, me oyes!
-¡Te voy a matar a tú, cabrón! ¡CABRÓN!
-Tranquilo, otros lo harán por tí. No destroces tu vida. Einyel, escucha. Levanta a Abdel del suelo.
-¿Para qué?. ¡Le vas a matar!
-¡No coño!. ¡Tú levántalo!
-Venga moro, levántate o nos mata a los dos.
-No me toques zorra de mierda.
-¡Eh!. ¡Que yo no he matado al niño!
-¡Zorra!
-¡Bueno, vale ya! ¡Los insultos fue lo que acabó por fulminar nuestra relación Abdel, que lo sepas!
-¿Pero qué coño quieres?. Déjanos en paz.
-María de los Ángeles. Abraza a Abdel por la cintura.
-Lo que tú digas tarado.
-Acaricialé el cabello. Con ternura.
-Ya le acaricio ¿Ves qué bien? Estás loco.
-Vale. Ahí estáis los dos. Sois guapos y jóvenes. ¿Veis lo mismo que yo?Einyel hace tiempo que no dispone de un vaquero como Dios manda y Abdel es un muchacho atractivo y además siendo moro la tendrá enorme. ¿No es así Abdel?
-¡Hijo de puta!, ¡Yo voy a matarte a tú y a tu familia!
-¿No es cierto lo de la polla Abdel?, ¿Es que quieres morir ya?
-Sí, joder. La tengo enorme.
-¿Cuánto?
-Depende.
-¿Pero depende de qué cojones depende?
-Me mide 22 cuando estoy más empalmado.
-¡Joder 22 centímetros!. ¿Has oído Einyel?
-Que te jodan puto loco.
-Abdel, acabas de perder un hijo. Einyel es dulce y mimosa. Es como una niñita cuando no está odiando. Excepto en las tetas es como una niña en todo. Ella cubrirá el hueco que te ha dejado ratoncito.
-Yo no quiero a tu zorra de mierda. ¡Te voy a comer tus ojos por humillarme a mi hijo y la muerte suya!
-Tú lo que vas a hacer es darme el dinero. Y llévate a ratoncito.
-¡Una mierda el dinero!
-¿No te he traído a ratoncito?
-¡Tú has matado delante de mías narices!. ¡Está muerto!
-¡Oye! A ver si te has creído que esto es el Corte Inglés. Si no estás satisfecho te jodes y bailas.
-¡Toma dinero!, ¡no lo quiero!
-Así me gusta. Ahora esperad que cuente. Vale, está todo. Muy bien Abdel, eres un tipo legal. Siempre me caiste bien.
-Joder, déjanos en paz ya maricón de mierda. Estás martirizando a Abdel y te lo estás pasando en grande, ¿verdad?. ¿Te la pone dura?
-¡Muy bien, unidos frente al enemigo común!. Ahí va la mochila. Considerad esto mi regalo de bodas para que os vayáis haciendo el ajuar.
-¡Yo no quiero dinero, quiero el tuyo corazón en puño!
-Vale, de todos modos cógelo que os vendrá bien para tapar algún agujero. Y ahora, escuchadme bien. Quiero que os hagáis muy felices el uno al otro. Mientras viva, que no creo que sea mucho tiempo, pasaré por la peluquería y comprobaré que estáis siendo felices. Einyel, quiero que te entregues completamente a consolarle y ser su niñita y tú Abdel, quiero que satisfagas las demandas sensuales de Einyel y la respetes. No es una mala chica. Aparte de comerte el rabo como nadie es una mujer leal y generosa.
-Que te jodan, ¿por qué coño haces esto?
-Por que te quiero Einyel.
-Tú no quieres a ella hijo de puta. Tú no puedes querer nadie.
-Por eso te la doy, para que la quieras tú. ¿Sabrás hacerlo?
-¡No!
-Entonces te mataré moro de mierda. Te doy otra oportunidad: ¿Sabrás amarla y tenerla respeto?
-¡Joder que sí!
-Y tú, Einyel, ¿Podrás amar a Abdel?
-Si te amé a tí puedo amar hasta a Aznar. Tienes la polla pequeña, eres calvo, gordo y hueles como el sobaco de un churrero.
-¡Hija de puta te voy a matar!... Joder, joder, joder... Vale... Vale... Bien, bien, bien... Buen intento preciosa pero... ¡Yo os declaro marido y padre y mujer e hija!. Podéis besaros.
-Que te jodan.
-¡Ya!

Menos mal que a Einyel le excitan las armas de fuego porque si no, no hubiera sido capaz de darle semejante beso de amor a Abdel.

Los tres meses que he estado patrullando por la peluquería más o menos de incógnito, Abdel y María de los Ángeles parecían felices conspirando para procurarme la muerte más espantosa que se pueda concebir. La muerte de ratoncito ha salido en todas las ediciones del telediario y no sé si mis jefes se adelantarán a los tortolitos. O quizás la policía me encuentre antes, pero eso es altamente improbable. De momento, aquí estoy procurando que los demás sean felices.

Como veis, no soy tan mal tipo. Lo único malo es que disparé a un niño a quemarropa, pero por lo demás, todo ha resultado ser casi perfecto. Se podría decir que la imperfección llevada al extremo ha creado una nueva perfección. No sé si esta paradoja está muy bien hilada.

Texto agregado el 08-12-2005, y leído por 279 visitantes. (0 votos)


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