Anoche, la pena pudo conmigo.
La flor que quize darte me parecio muy poca cosa para tanto amor que te tengo y antes de tocar tu puerta, retrocedi.

Hoy estoy triste y arrepentido, estoy hecho un manojo de piezas.
Logre despertar con el valor suficiente de ir a buscarte, pero no te encontre. Tu madre me abrio la puerta con el rostro descompuesto y me dijo con su figura llena de lagrimas, que a media noche habias muerto...

Y que el arrepentimiento acabe conmigo, pues es apenas justo, porque ahora no podre verte y decirte que te amo, sino que tendre que ir al cementerio a embellezer tu tumba con la flor que nunca pude darte. Por timido y cobarde.