Como todas las noticias, la que nos marcó la vida fue pasando por los ciclos que le son propios.
Lo primero fue la conmoción, nadie se esperaba que desaparecieran casi cincuenta niños del Hospital de Maternidad, todos los periódicos , radios y televisiones lo cubrieron para informar, primero los medios locales , seguidos por las nacionales e internacionales, la noticia recorrió el mundo como un escalofrió, todo valía, todos opinaban, médicos, enfermeras y personal del hospital repetían hasta la saciedad los mismos tópicos en las entrevistas.
Barajaban rumores sobre posibles rescates, venganzas de terroristas y hasta se hablo de sectas satánicas , repito de nuevo que todo valía.
La policía no se lo explicaba. Nosotros los directamente afectados, los padres y madres de los niños nos recomendaros aislarnos del bullicio de los informativos, no hacíamos declaraciones teníamos un portavoz y nos envolvieron con sicólogos y atenciones medicas aconsejadas para casos de catástrofes, vamos estábamos empastillados y como zombis.
Marta y yo no hablábamos, tardamos unas semanas en empezar a culpabilizarnos, ya se que es ilógico pero los "si no" se entremezclaban en nuestras palabras, el dolor de la desaparición del que apenas vimos se unía a la lenta recuperación de Marta del parto complicado que sufrió.
Esa etapa en nuestra relación se fue pasando, como también se fue pasando y olvidándose la noticia en los informativos, los amigos que nos intentaron consolar al principio ya preferían no vernos, nuestro dolor les sobrepasaban y se sentían inútiles y como si molestaran.
Nuestra relaciones afectivas empezaban y terminaban en el beso al despertarnos, nos seguimos queriendo, nos amábamos pero el dolor se colaba entre los dos y nos enmudecía.
Lo que al principio fueron semanas, luego fueron meses, el olvido sello la noticia como si nada hubiera pasado, y sellados quedaron nuestros corazones para amar.


Cuando la radio en el noticiario, durante el desayuno, comunicó que en unas latas de comida se habían encontrado restos humanos, nos miramos, no hizo falta decirnos nada, salimos corriendo al supermercado y acaparamos todas las siniestras latas, teníamos que enterrar a nuestro niño.

Y el dolor.