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GÓNGORA, reloaded

Para Franz K. y el Dr. Bucéfalo

Tenemos un nuevo arquero en el fútbol paraguayo, Martín Góngora. A su cuidado está el arco del Club Guaraní. Suelo seguir por radio el desarrollo de los encuentros de primera división del fútbol local y me llamó siempre la atención el casual apellido literario del guardameta aborígen. Hace poco tuve la oportunidad de ver los partidos por el vice-campeonato absoluto que disputaron Guaraní y Libertad y fue sólo entonces que cai en la cuenta de la verdad.

En realidad, Góngora ha cambiado bastante su aspecto. Otrora invadido por una casi completa calvicie, ahora gasta una tupida melena. El que nació en el mismo suelo que Séneca no conserva ya su tono español. El mismo le ha sido sustituido por una voz rioplatense. Muy escaso es el parecido físico con el que solía ser durante el Siglo de Oro. Ahora está enguantada la mano que antes labraba versos y latines; esa mano de jugador dostoievskiano que temblaba de deseo ante la visión de unos naipes.

Si uno observa bien y con mucha atención podrá ver que el que cuida los tres palos del arco legendario no es otro que el legendario escritor barroco. Hay algo en su forma de moverse, tiene un no-se-qué que delata una filiación indiscutible con su antepasado culterano. Mirando con detenimiento los primeros planos de las cámaras durante un tiro libre se puede ver reflejado en el rostro del arquero las heridas que el inmortal Quevedo infligió a su alma; es también fácilmente visible el orgullo quebrantado por las pullas de Lope de Vega.

Al observador minucioso no se le escapa la manera en que sale a cortar un tiro de esquina. Ese modo de saltar y levantar las rodillas está unido indisolublemente a quien escribió la Fábula de Polifemo y Galatea. La obscuridad manifiesta y los diversos trucos engañosos que emplea para desorientar a un delantero rival remiten directamente a las elaboradas metáforas y enrevesados hipérbatos que antes forjaba.

El nuevo Góngora ya no escribe “A batallas de amor campo de pluma”. Una vez cuando estaba por enfrentarse a un penal pude leerle los labios, y podría jurar que -entre toda su jerigonza- decía “A batallas de amor campo de fútbol”, como corresponde a su nuevo oficio.

Pero qué hermoso es el fútbol. Y qué linda es la literatura. Y qué pena que el domingo último no pudo Guaraní vencer a Libertad. De haberlo hecho, todos hubiéramos podido disfrutar viendo al gran poeta culterano disputar la Copa Libertadores del 2006 con un modesto equipo sudamericano. De todos modos, viva el fútbol. Y larga vida a la reencarnación.

Texto agregado el 20-12-2005, y leído por 284 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-05-2007 El fútbol es poesía pura. Gran prosa. kamel
17-01-2006 Hay por ahí un escritor argentino llamado Fontanarrosa que ha escrito bastante sobre futbol. No lo he leido, pero dicen que es bueno. Por lo demás, Gongora también sabía ser ácido cuando quería (y quería a menudo). Recordemos su ataque a Lope cuando éste se inventó un pasado nobiliario, escudo y torres incluidos: Por tu vida, Lopillo, que me borres las diez y nueve torres del escudo, porque, aunque todas son de viento, dudo que tengas viento para tantas torres. Me gustó. sespir
10-01-2006 jejejejej 5* GEHENA
09-01-2006 Que cabeza hermano mira hasta de que haces un buen cuento... chaja
20-12-2005 Magnífica la relación de fútbol y literatura, realmente manejas la palabra de manera excepcional, muy original el tema. Mi admiración en ***** india
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