A Hola a todos:

Hoy no me aguantado la tentación de ver pasar los días con papeles en blanco. Me ruedan mil ideas por la cabeza, pero no me decido por ninguna que plasmar, quizá por vagancia, sobrecargo de trabajo.

Lo cierto es que hoy sólo me apetece practicar la libre escritura, el lento bailar de mis dedos sobre el teclado, como un carpintero mima la madera, un alfarero el barro, y le dan las formas que el momento les sugiere. Formas que a su vez, son efímeras, de esas que bailan al libre albedrío de todos y a la vez nadie.

Quizá se parezca un poco como a este mundo. Con tanta gente y a la vez solo, vacío pero lleno, húmedo pero seco, caliente pero frío. Historias al fin y al cabo de seres como tú y como yo, que nos decimos tanto y a la vez tan poco. Algo así como las líneas que en estos momentos ves crecer ante ti sin decir nada más que nada.

Hace sol fuera, las nubes se han ido y una tenue claridad nos hace prever que a pesar de ser casi las 5 de tarde, los días se hacen perezosos, se retiran en silencio, esbozando los últimos claros diurnos para iniciar su diario movimiento de despedida.

Este momento, con la luz reflejándose en los aún húmedos campos, asfaltos, tierras, árboles, con el viento moviéndose, paseando de la mano con su compañera la brisa, veo batir desde mi ventana mágica, los setos de las casas colindantes, el balanceo leve de las copas de los árboles. El mar parece aún más azul, da tonos metálicos, verdosos, de mil tonalidades diferentes. Ha olvidado su gris color de esta mañana, para sentirse frío, tranquilo, en acicalado remanso. Los pájaros han hablado con el viento, y este benevolente, les ha dejado salir a compartir sus expresiones matinales, apoyados en las ramas de los árboles, con su cantar tintineante.

Paisajes ocasionales desde mi ventana, tan serenos, tan maravillosos, tan rutinarios pero tan necesarios, tan puros, tan… míos.