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Inicio / Cuenteros Locales / Jas / Argaitz; El primer guerrero del Norte

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Los hombres buenos aparecieron en el Norte al principio de los tiempos, mucho antes de que se organizaran los malos en el resto de la península. Crearon un idioma propio y disfrutaron de sus tierras, aprovecharon su sinceridad y se relajaron entre ellas. Fueron años claros, la oscuridad estaba aún por llegar. Hombres y mujeres gozaban de una convivencia transparente, tal vez no excesivamente cuidada pero la rudeza y el poco tacto evitaba hipocresias, malos entendidos y conllevaba tranquilidad entre sus gentes. Aquel idioma inventado se adaptó a la manera de ser de aquel pueblo y a su forma de ver el mundo, pues no existían demasiadas palabras ambiguas ni permitía hablar con florituras que no llevan a ninguna parte.
De esa época no se tiene mucha constancia ya que la ausencia de guerras, traiciones, conflictos religiosos y de más, hacía que los historiadores de aquel tiempo no mostraran demasiado interes en relatar nada.
Que fueran buena gente no implicaba que les agradara que les tocaran los cojones, así es que con la aparición de los malos en el resto de la península se lió una bien buena. Los malos, que habitaron progresivamente la península no veían pueblos vecinos, ni mucho menos gentes con quien convivir sino tierras, territorios y contribuyentes para enriquecerse aún más.
Argaitz, nació sin nombre pero a los pocos días de nacer, caió de la cama golpeándose la cabeza con tanta violéncia que inclusó pareció preocuparle a su padre, pero en lugar de llorar, el bebé esbozó una sonrisa y siguió jugando como si nada. Argaitz significa piedra en euskera así es que sus padres no dudaron demasiado al escoger el nombre. Pues bien, la generación de Argaitz fue la última que gozó de aquella antigua tranquilidad y los primeros en agarrar el primer cabreo descomunal ante aquella falta de respeto y gran hostilidad, por parte de los habitantes del resto de península.
Fue una lucha desigual. Las gentes del norte luchaban como nadie y eran más béstias que la mayoría pero eran nobles en la batalla y respetuosos con sus enemigos. Y ahí precisamente residió su error.
Hoy, poco queda de aquellos hombres, pero nada se ha avanzado y siguen siendo otros los que avivan esa lucha y los que por los mismos motivos no la paran.
Resulta extraño... pero es que...

Texto agregado el 22-12-2005, y leído por 149 visitantes. (0 votos)


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