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Inicio / Cuenteros Locales / Anngiels / ***Once rosas blacas***

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Las sábanas estaban revueltas, hacía mucho calor, ni una brisa entraba por la ventana.
La luna se hamacaba en las aguas de la piscina redonda y nacarada, mientras sus rayos entraban por los cristales y se reflejaban en el espejo.
Estaba boca abajo, abrazada a la almohada totalmente mojada por el río de lágrimas que corría de sus ojos en torrentes cristalinos y bañaban las orillas violáceas que pintaban el dolor.
Sentía que la vida era injusta, que todo le arrebataba, que nada tenía sentido, que sin Mauro nada valía la pena. Hacía horas que permanecía encerrada en su habitación, desnuda sobre la cama, entre las olas que formaban las sábanas blancas, donde tantas veces había amado, había jugado con su cuerpo, había sentido su risa.
Comenzó a recordarlo, parecía que estaba ahí, su recuerdo lo traía desde lo más profundo de su alma, lo veía con su torso desnudo, su slip apretado a su cuerpo, sus manos acercándose suavemente a su rostro, sus labios rozando su boca sensualmente abierta dejando ver el borde de sus dientes perfectos, cerro sus ojos y sintió su lengua mecerse en sus labios para entrar en su boca húmeda y dulce.
Cerró los ojos y se dejó llevar por la evocación de aquellos momentos felices. Olía su perfume aun impregnado en la funda, en las sábanas y en su mismo cuerpo. Sintió su nombre con ese susurro tan clásico de él cuando llegaba tarde y ella ya dormía, su mano deslizarse por su espalda, sus muslos, y se estremeció.
No quería abrir más los ojos, él estaba allí gracias a su imaginación, sintió como se acercaba a su cuerpo, se quedó quieta, la mano de Mauro despejó su cara, corrió su cabello, y acerco su boca a su cuello, la brisa de su aliento cálido se deslizó por sus hombros, era agradable sentirlo, su cuerpo sentía un suave cosquilleo que recorría sus venas y arterias y nervios y cada uno de sus órganos.
No abriré mis ojos, no lo haré, moriré aquí con él, aquí a mi lado aunque sea imaginándolo, se decía, mientras las manos de Mauro la recorrían desde su cabellera alborotada hasta sus muslos y sus piernas, su boca caía desde el cuello hasta los hombros, de los hombros a la espalda tersa.
Se dio vuelta, se puso boca arriba, sin abrir los ojos, y seguía sintiendo el aliento de Mauro su boca, sus manos invadiéndola como tantas noches plenas, llenas de amor, de sensaciones y deseos.
Todo su cuerpo se erizaba, sus pechos se pusieron erectos, su vientre parecía agitarse al paso de sus labios imaginarios, su cuello parecía estirarse dejando el declive de la garganta insinuante, sus manos apretaban las sábanas y se dejó llevar, por la imaginación, él estaba allí, no se había ido, no la había dejado, lo sintió besándola, tocándola, abriendo sus muslos, cabalgando sobre ella, muy dentro de ella como mil noches lo había hecho, ella flotaba sobre él, lo miraba desde lo alto, se perdía en su mirada negra azabache, mientras las manos de él emprendían un vuelo mágico hacia sus senos y el aroma de sus sexos los embriagaban, enloquecían una y mil veces hasta quedar extenuados uno sobre el otro, adormeciéndose al ritmo alocado de dos corazones que emitían la mas hermosa sinfonía.
De pronto su cuerpo se sintió vacío, ya no lo percibía a su lado, abrió los ojos suavemente, junto a la ventana vio su silueta bañada de luna, su sonrisa, sus ojos llenos de lágrimas, su mano rozando sus labios y tirándole un beso, se sentó en la cama y estiro sus brazos, sus manos eran una invitación a que regresara, solo escucho su nombre en un leve susurro y la imagen desapareció en las sombras de la noche flotando en el infinito.
Cuando reventó en sol en el espejo, desterrando a la luna, al abrir sus ojos encontró en su cama, sobre la almohada una hermosa rosa blanca.
El diario en primera plana mostraba un auto importado descapotable totalmente destruido, y un cuerpo tapado en el asfalto, mientras en el interior se marchitaban once de rosas blancas.


Anngiels simplemente mujer

Texto agregado el 23-01-2003, y leído por 582 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-01-2003 Muy bonito, coincido con Ana Cecilia en lo de las metáforas. Me encanta esa suavidad que tenes al escribir. Saludos. mcavalieri
23-01-2003 Bellas metáforas, lindo relato, quitaría algunas cositas pero igual muy lindo, suele pasarnos el tener esas sensaciones, un saludo, Ana Cecilia. AnaCecilia
23-01-2003 Precioso al principio,precioso casi al final.Sólo eso.Sería triste también seguir hablando de las frases finales. Muy bien relatado.Deberías nada más eliminar algunas repeticiones que existen,pero esto sólo es una sugerencia,porque me ha gustado muchísimo. Gracias Anngiels.Un saludo. lorenzomontserrat
 
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